sábado, 20 de marzo de 2010

La vida de Kafka en cómic


El célebre dibujante Robert Crumb se ha unido al escritor David Zane Mairowitz para plasmar el contexto, las fobias y las simpatías de Franz Kafka en un cómic a camino entre la novela gráfica y la biografía ilustrada.

"Kafka" (Ediciones La Cúpula) es una introducción a la vida y la obra del escritor praguense, aunque no sólo, es también una interpretación de sus símbolos e imágenes recurrentes y un recorrido por sus principales obras -cuentos y novelas- a través de los trazos del arquetipo del cómic "underground", Robert Crumb.

"Es un libro que tiene mucha ilustración pero también tiene forma de cómic -como narración secuencial gráfica-. Están 'El proceso', 'La metamorfosis', 'La colonia penitenciaria'...Hay una mezcla de libro ilustrado y, al mismo tiempo, de cómic; incluso en el sentido del lenguaje", apunta el editor, Josep María Berenguer.

El libro, que está estructurado cronológicamente, cuenta con el guión del escritor David Zane Mairowitz; un guión crítico e interpretativo y que ya en las primeras páginas alude a los "carniceros de la cultura moderna" que han convertido a Kafka y su obra en poco menos que un "adjetivo".

"Ningún otro escritor de nuestra era, y quizás ninguno desde Shakespeare, fue tan sobreinterpretado y encasillado", escribe Zane Mairowitz.

Los dibujos tienen el sello inconfundible de Crumb, aunque esta vez en un tono realista. Tanto los que aluden a aspectos biográficos de Kafka (1883-1924) como las historietas que recrean "algunos de los cuentos y novelas del escritor praguense.

Es el Crumb realista, como en el libro del Génesis, en el que no hace caricatura, sino un dibujo realista, sólido", apunta Berenguer en entrevista con Efe. Y agrega: "Crumb está en un estado de maestría, ha alcanzado un nivel ya de obra maestra a nivel de dibujo".

"Kafka" recorre las fobias del autor: su autohumillación, el terror a la figura paterna -que se revela como temor frente al poder superior-, la vergüenza por su cuerpo, la hipocondría, su complejo de culpa, sus amores... pero, por sobre todo ello, "la intrincada broma judía", algo que suelen olvidar los "kafkólogos".

"Yo creo que Crumb se siente bastante identificado con Kafka, en el sentido de que él es también muy maníaco y es poco sociable, y huye de aglomeraciones de gente, de que lo entrevisten...", apunta Berenguer.

Y matiza: "De Kafka siempre se reivindica un cierto sentido del humor negro, un humor judío de esos autoflagelantes, y en ese sentido Crumb también es de los poquísimos autores que son capaces de autoflagelarse y de mostrar sus miserias interiores delante de todo el mundo".

También "hay una especie de crítica a que Kafka se haya convertido en una figura turística, un producto de marketing", apunta Berenguer.

Así, el "epílogo" del libro nos muestra con profunda ironía una viñeta en la que aparecen Crumb y Zane Mairowitz en Praga, vestidos con una camiseta en la que puede verse el rostro de Kafka. Se trata de la Praga moderna, la que ha descubierto que su "extraño hijo judío" es ahora "rentable como una atracción turística".

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