sábado, 10 de abril de 2010

'La exigencia de Obama de congelar la construcción en Jerusalén es ilegal'- Nir Barkat , alcalde de Jerusalén


Hace unas semanas, el presidente norteamericano, Barack Obama, era visto en las esferas de poder en Israel como "un carismático líder con buenas intenciones pero novato, débil y ninguneado por las dictaduras de Irán y Corea del Norte".

Hoy, el "débil novato" está haciendo temblar al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, con su presión sobre las colonias en Cisjordania, su exigencia para congelar la construcción en la parte oriental de Jerusalén y la amenaza de imponer su plan de paz a las partes.

Obama quiere respuestas a sus 13 exigencias. Netanyahu aun no se las puede o quiere dar por lo que ha preferido no participar en la cumbre sobre seguridad nuclear. No vaya a ser que a Obama le dé por reunirse a solas con el dirigente israelí y preguntarle por los deberes. Por eso, ha enviado a una de las escasas palomas del Gobierno y una auténtica autoridad en el frente nuclear iraní como es Dan Medidor, viceprimer ministro y responsable del área de espionaje e información.

Todo pasa por Jerusalén. Su alcalde, Nir Barkat, recibe a ELMUNDO.ES días antes de la respuesta de Bibi. Días críticos. La pregunta es sencilla: "¿Debe Netanyahu aceptar la petición norteamericana de congelar la construcción en la parte oriental de la ciudad?".

Barkat, inventor de un antivirus informático hace 20 años, herido de guerra, filántropo y fanático de la maratón, recoge el guante y lo lanza a la Casa Blanca. "Cuando Obama pide no construir en Jerusalén, ¿se refiere a que nadie construya? ¿O sólo marginar a una parte según su religión? Me niego a la congelación parcial, en este caso de los judíos. Pedir en EEUU lo que pide Obama va contra la Constitución de su país. Protesto rotundamente ante esta exigencia ilegal e ilógica. No es legal en ningún régimen democrático", nos dice.

Barkat no tiene pelos en la lengua y hace algo que raramente se ve en la fauna política israelí. Criticar públicamente al mismísimo presidente estadounidense. "Espero que Obama escuche los argumentos de Israel y también nos tenga en cuenta. También a nosotros. Hay que seguir construyendo en toda Jerusalén. Mi respuesta a Obama es flexibilidad hacia los palestinos pero no sobre Jerusalén donde debemos seguir construyendo. Tras más de 2.000 años, nuestra estrategia es la unidad de Jerusalén y que siga siendo la capital del pueblo judío, permitiendo como ahora la libertad religiosa el acceso de todo el mundo y religiones".

Le digo que no cumple la ley al no derribar como estableció el Tribunal Supremo un edificio habitado por judíos en pleno barrio palestino de Silwan. Barkat enseña documentos y responde: "Actualmente hay en ese barrio 41 órdenes judiciales de derribo de casas árabes construidas de forma ilegal y una judía a la que usted se refiere. Mi plan es derribar solo el 3% que tiene más de cuatro pisos. Es decir regularizar el 97 % restante".

Prosigue sus mensajes a Washington. "En Estados Unidos, aprecian que les digan la verdad. Deben saber que sus exigencias no tendrán éxito. Si desgraciadamente las aceptamos, nos arrepentiremos y el Gobierno haría uno de los errores estratégicos más importantes de Israel", dice Barkat expresando en voz alta lo que seguramente piensa Netanyahu.

Estas palabras no gustarán mucho en la Casa Blanca que cree que Barkat trata a Jerusalén como si fuera un proyecto más en su exitosa carrera empresarial. Sin tener en cuenta las sensibilidades y pasiones que esta histórica ciudad provoca en Washington, Ramala, Rabat, El Cairo, Bruselas o Teherán. Barkat nos atiende en su despacho que divisa el casco antiguo de Jerusalén. Reflexiona mientras observa la parte oriental que los palestinos aspiran a proclamar como capital de su futuro Estado.

A muy poca distancia, en su residencia oficial, Netanyahu también reflexiona. Lleva dos semanas buscando la fórmula que le ayude a frenar las centrifugadoras iraníes sin tener que hacer lo propio con las casas en Jerusalén Este. Un año al frente del Gobierno rompiéndose la cabeza para que Irán no tenga cabezas nucleares. No viajará a la cumbre de Washington pero estará presente en las sesiones. Para ser criticado por no adherirse al Tratado de No Proliferación Nuclear. Para alertar -mediante Meridor- ante el proyecto nuclear iraní que considera «la mayor amenaza a la existencia de Israel y la estabilidad regional».

Israel, una de las nueve potencias nucleares del mundo, se encuentra en una encrucijada que va de las estrechas calles del casco antiguo de Jerusalén hasta el reactor iraní de Bushehr pasando por la espaciosa Casa Blanca.

Fuente: Sal Emergui para " El Mundo"

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