lunes, 7 de junio de 2010

Flotillas humanitarias - Javier Ruperez


JAVIER RUPEREZ es diplomático

Gran invento este, el de las llamadas flotillas humanitarias. Basta con identificar una causa sedicentemente justa, de esas que ahora despiertan el entusiasmo de los “solidarios”, ahorrar un par de milloncejos de euros para comprar un barco que navegue, buscar el patrocinio abierto de una ONG por supuesto “solidaria” y el encubierto de un algún gobierno simpatizante y lanzarse a la aventura de éxito asegurado: gana el provocador y pierde sistemáticamente el provocado. Por supuesto hay que añadir algunas toneladas de leche en polvo para justificar el viaje pero en realidad ello es lo de menos. Lo que realmente importa es sacar los colores al malo de turno y marcarse un tanto de propaganda que, como si de pólvora se tratara, recorra la piel del globo y suscite emoción incontenible. Si además resulta que el provocado ha estado torpe en la respuesta o atolondrado en la comprensión de sus consecuencias, tanto mejor. El éxito está entonces plenamente asegurado.

Tan buen invento es este de las flotillas humanitarias que podríamos pensar en su generalización. Al fin y al cabo son varios los malos identificables a lo ancho del mundo y a golpe de flotilla corregiríamos sus fechorías. Algunas de las novedosas formaciones navales que, entre otras, naturalmente vienen a la cabeza vienen a continuación descritas.

Una primera podría formarse en el Nilo, al norte de Assuan,rebasadas las cataratas, para acercarse hasta Jartum, la capital sudanesa, con la finalidad de llevar ayuda humanitaria a las martirizadas poblaciones cristianas y animistas que habitan Darfur y de paso solicitar educadamente, o exigir con firmeza, según se vea, que el Presidente del Sudán, Omar al-Bashir, se entregue al Tribunal Penal Internacional por el que ha sido procesado como sospechoso de haber cometido crímenes contra la humanidad. La flotilla fluvial podría llevar además un mensaje a todos los líderes de los países africanos e islámicos para que dejen de prestar cobertura diplomática y política al procesado, sometido a un mandato internacional de busca y captura.

Una segunda flotilla, quizá un poco más robusta, podría acercarse a Corea del Norte, bien desde el Mar Amarillo o desde el Mar del Japón, al norte del paralelo 38, tanto para llevar a la depauperada población coreana auxilio alimenticio y médico, tan necesitado después de decenios de hambre y abandono, como para protestar, educadamente, eso sí, por el reciente ataque no provocado de un submarino norcoreano contra un buque militar de Corea del Sur, que arrojó un un saldo neto de cuarenta y seis muertos. De paso podría depositar una misiva en el correo del presidente vitalicio Kim Jong-il para que destruya las bombas atómicas que ha fabricado en el curso de los últimos años, en contra de la voluntad del Consejo de Seguridad de la ONU, y renuncie a continuar con sus programas nucleares.

¿Y qué decir de una flotilla de las mismas características que navegara desde las inmediaciones de Cayo Hueso hasta el puerto de La Habana, para aportar consuelo material a los desnutridos cubanos y de paso solicitar del gobierno de los hermanos Castro que libere a los presos políticos, permita el derecho de libre manifestación a las Damas de Blanco y abra un periodo constituyente que devuelva la libertad al pueblo caribeño?

Un flotilla especialmente solicitada sería la que cruzara el estrecho de Ormuz y se acercara a las costas iraníes formada por activistas antinucleares para manifestar el desacuerdo con la política nuclear de Teherán, tan contradictoria con la participación del régimen de los mullahs en la renombrada Alianza de Civilizaciones, y en la misma sintonía, exigiera de los enturbanados y sus descorbatados representantes que respetaran el pluralismo politico y social del pueblo persa y dejara de amenazar con el exterminio al de Israel.

Sería más bien una comitiva terrestre la que, en el espíritu y con la finalidad de las afamadas flotillas, se trasladara al subcontinente indio para en Lahore, en Pakistán, entrevistarse con los representantes de los talibanes y protestar enérgicamente por la reciente matanza de cientos de creyentes de la secta musulmana Ahmadi que participaban en esa ciudad en los rezos del viernes hace unas pocas semanas, el 29 de mayo, y en Paschim Medinipur, en el estado de Bengala Oeste, en la India, reunirse con los representantes de las bandas maoístas que ese mismo día provocaron un accidente ferroviario que se cobró la vida de decenas de personas y expresarles, con la firmeza de que fueran capaces, su desagrado ante tan extremosas actividades. Sería un gesto en verdad humanitario.

Y ya que Turquía ha tenido tanto éxito en el patrocinio y lanzamiento de la flotilla humanitaria que frente a Gaza provocó las iras de las fuerzas armadas israelíes seguramente no tendría reparo en recibir no una sino dos formaciones navales de tal alcance y configuración. Las dos se ubicarían en el Bósforo, en el Cuerno de Oro, frente al palacio de Topkapi para pedir una el reconocimiento de la autonomía kurda y la otra explicación suficiente sobre lo ocurrido a principios del siglo XX con las poblaciones armenias que vivían en el oriente del Imperio Otomano. A lo mejor una ONG solidaria israelí estaría dispuesta a financiar estas dos bellas excursiones al brazo de mar que separa Asia de Europa.

Al grito de “solidarios de este mundo uníos” las flotillas mencionadas, y seguramente otras tantas, convocarían a la flor y nata de los que tienen la solidaridad por profesión para canalizar sus energías, sin necesidad de cubrirse las caras con pañolones palestinos ni de romper escaparates capitalistas en las ciudades occidentales, dando de este modo adecuada salida a sus justas inquietudes. La Alta Comisaria de Derechos Humanos de la ONU recibiría el encargo de establecer su censo. Ella misma se encargaría de suministrar elementos básicos autodefensivos —bates de beisbol, aerosoles, tirachinas- en el caso poco probable de que sudaneses, cubanos, norcoreanos, turcos, iraníes, talibanes o maoístas respondieran a las pacificas incursiones con la misma falta de comprensión mostrada por los comandos israelíes. Todavía hay categorías.

Fuente:elimparcial.es

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