martes, 22 de junio de 2010

La Doctrina Obama - por Manuel Pastor

Darío Valcárcel ("El plan estratégico de Barack Obama"), Javier Solana ("Una buena noticia para la Unión Europea"), Antonio Garrigues Walker (siempre que puede nos recuerda, distorsionando el significado tradicional de liberalismo, que es "kennediano" y fan de Obama), no digamos ya Zapatero, Moratinos, etc. (en el mismo saco podríamos meter a personajes tan variopintos como la Pajín, Bono, Pedro Jota, los estrategas de El País y algunos del PP, como Ruiz-Gallardón): todos ellos nos ofrecen explicaciones banales, tediosas y –a veces– bastante cursis sobre la genialidad estratégica del actual presidente norteamericano y su nuevo estilo en las relaciones internacionales; y, ¡por supuesto!, no dejan de comparar al actual con el anterior inquilino de la Casa Blanca.

La NSS Obama, como la llama Valcárcel, "se enfrenta a la política unilateral de su antecesor". El demócrata "rechaza la guerra preventiva" y, concluye con arrobo místico y levitatorio zapateril-pajiniano,
no vive apegado a la tierra. Está conectado al universo. Algunos lectores nos entienden. En este siglo, del que faltan noventa años, no será fácil superar su sabiduría, prudencia e intuición. Obama es un prodigio.
Por su parte, el Doceavo, permanente tapado, ex secretario general de la NATO y ex Mr. PESC, afirma:
Obama se ha posicionado con una doctrina integral (...) Su línea de acción supera el paradigma hegemónico y unilateral de su predecesor y apuesta por la defensa del derecho internacional;
para concluir, ilusionado:
Este modo de ver el mundo está en sintonía con el multilateralismo efectivo que defiende la Unión Europea (...) No sólo brinda una oportunidad para estrechar los lazos transatlánticos, sino que constituye un paso firme hacia la solución a los retos y desafíos del siglo XXI y nos prepara mejor para el mundo de mañana.
Es difícil imaginar análisis más edulcorados. Solo les ha faltado invocar la absurda Alianza de Civilizaciones.

La lectura del último documento (mayo de 2010) sobre la National Security Strategy, que tanto encandila a Valcárcel, Solana y compañía, provoca más bien bostezos, similares a los que se han visto en los recientes discursos, excesivamente retóricos, del propio presidente ante alumnos de secundaria o cadetes de West Point.

Convendría distinguir entre doctrinas utópicas y doctrinas realistas. Las primeras, por su carácter apriorístico e idealista, pueden derivar fácilmente en construcciones puramente ideológicas y en gran medida irreales, como sería el caso, en el paradigma de la ciencia política y las relaciones internacionales, de los enfoques filosóficos de la escolástica tomista tradicional frente al nuevo pensamiento realista moderno: Dante versus Maquiavelo (según nos ilustra James Burnham en su obra clásica, The Machiavellians, 1943), Vitoria versus Suárez (v. Paul Sigmund, Natural Right in Political Thought, 1971). El modelo Suárez representa, según el autor, el enfoque moderno, realista, del Derecho Internacional, basado en el consentimiento y las obligaciones contraídas por las naciones soberanas, mediante tratados bilaterales o multilaterales, en la búsqueda de sus propios intereses.

Desde principios del siglo XX, los dos enfoques (el realista y el idealista) están representados en la política exterior de los EEUU, respectivamente, por la idea de equilibrio de poder y la comunidad de intereses –subyacente, la idea práctica de la fuerza y de un derecho positivo– de Theodore Roosevelt (Corolario a la Doctrina Monroe, el atlantismo inspirado por H. Adams, J. Hay y el Metropolitan Club...) y por la idea de la comunidad de paz y la cooperación mundial –subyacente, la idea teórica y en gran medida hipotética de un derecho supranacional– de Woodrow Wilson (los Catorce Puntos, el Covenant del Tratado de Versalles y la Liga de las Naciones).

Teddy Roosevelt tuvo la conciencia de un rol imperial (un New Empire, imperio/emporio benevolente, según su compañero intelectual Brooks Adams) y de un arbitraje internacional (apoyo al Tribunal de La Haya, mediación en la guerra ruso-japonesa y en las rivalidades europeas, especialmente la germano-británica; cuestión de Marruecos, Conferencia de Algeciras, etc.) basados en el liderazgo ejemplar más que en la dominación. Wilson –según el estudio psicoanalítico que le hizo nada menos que Sigmund Freud–, en su demencia llegó a pensar que era la encarnación de Jesucristo y que tenía por misión traer la paz al mundo. Este tipo de mesianismo es el que hemos detectado recientemente, según algunas interpretaciones (del reverendo Jeremiah Wright, de la teología negra de la liberación, de Louis Farrakhan, líder de la Nación del Islam, de innumerables cultistas políticos y de ciertos obamitas progres europeos), con el advenimiento del fenómeno Obama.

El NSS-2010 es un texto retórico, farragoso e impreciso. No define claramente al enemigo estratégico, que es el islamismo radical, totalitario, terrorista y yihadista, limitándose a una referencia puntual al grupo terrorista Al Qaida. El lenguaje empleado delata los prejuicios ideológicos y los estereotipos de un izquierdismo multiculturalista y ecologista: de ahí lo de la voluntad de un plan estratégico "sostenible", término que aparece tres veces en el índice y se repite unas veinte a lo largo del documento (¿se acuerda el lector del famoso Plan de Economía Sostenible de Zapatero? El igualmente famoso Obamacare, por cierto, se denomina Ley para un Plan de Sanidad Sostenible).

Desde la Segunda Guerra Mundial, solo tres doctrinas estratégicas han merecido ser consideradas realistas y eficaces: la Doctrina Truman del Containment, diseñada por George Kennan en 1947, complementada con un enérgico atlantismo (NATO) y múltiples pactos militares anti-comunistas bajo la forma de executive agreements (entre ellos, el firmado con España); la Doctrina Reagan del New Containment (en Angola, Afganistán y América Central), complementada con el Rolling Back, la iniciativa de defensa estratégica (SDI o Star Wars) y las hipótesis de confrontación/colapso del sistema soviético, anticipadas por James Burnham ya en 1947-49 (frente a la simple Contención de G. Kennan y la Coexistencia de W. Lippmann, o una combinación de ambas); y, finalmente, la Doctrina Bush (hijo), de guerra global contra el terrorismo: uso de la guerra preventiva, enérgico unilateralismo, impulso a la democratización de Oriente Medio. En los tres casos hubo graves deficiencias en la coordinación de la Inteligencia y la Contra-Inteligencia, que el presidente Bush trató de remediar creando el puesto de Director Nacional de Inteligencia, que supervisaría y coordinaría el trabajo de las 16 agencias federales existentes, superando sus rivalidades y guerras civiles burocráticas. Obama no sólo no ha resuelto el problema, sino que lo ha agravado con una descarada politización del mismo (como reiteradamente han venido denunciado John Bolton y Pete Hoekstra), que ha tenido como consecuencia la reciente dimisión del director nacional de Inteligencia, el almirante Dennis Blair.

Pero lo más grave es el problema básico, de incapacidad, a la hora de definir con claridad quién es el enemigo estratégico. El multiculturalismo y ecologismo progres, además, están llevando a Obama a perder o debilitar los lazos con los dos aliados más importantes del pasado inmediato: el Reino Unido e Israel. El presidente americano se ha inclinado hacia una ideología buenista del tipo Alianza de Civilizaciones, olvidándose de que el terrorismo árabe/islamista, en todas sus manifestaciones, es el problema principal de EEUU, incluso en su propio territorio nacional: desde el asesinato, hoy casi olvidado, de Robert Kennedy por un terrorista palestino, en 1968, hasta el infame 11-S, con sus 3.255 víctimas, pasando por los sucesos de Fort Hood, el aeropuerto de Detroit y Times Square.

Las reiteradas indecisiones del presidente norteamericano, reflejadas en esa manifestación de wishful thinking que es la Doctrina Obama, de momento solo han producido una nueva oleada internacional de antisemitismo, antisionismo o judeofobia.
Fuente:libertaddigital.com

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