domingo, 20 de junio de 2010

Si cae Israel - Luis del Pino


Editorial del programa " Sin Complejos " del Sábado 19 de Junio -10 en Es Radio

El pasado jueves, José María Aznar publicaba en el Times de Londres un contundente artículo como respuesta a los bochornosos episodios de manipulación que hemos vivido en las últimas semanas a costa de la supuesta "flotilla humanitaria" que Israel se vio obligada a interceptar en las costas de Gaza.

Defendía Aznar en el artículo el derecho de Israel a existir, de acuerdo con las resoluciones de la ONU. Llamaba la atención sobre los peligros a los que Israel ha tenido que hacer frente desde su nacimiento como estado hace 62 años y que van desde la agresión militar hasta el terrorismo indiscriminado, pasando por la amenaza de un Irán con armas nucleares. Denunciaba asimismo el ex-presidente del gobierno español la actitud de muchos políticos occidentales, que no tienen reparo en alinearse con quienes usan el terror para tratar de borrar a Israel del mapa y que contribuyen de forma entusiasta a una feroz campaña de deslegitimación de la única democracia que existe en Oriente Medio. Finalmente, alertaba Aznar sobre el peligroso error estratégico que Occidente está cometiendo, puesto que Israel es la primera línea de defensa de nuestra democracia frente al islamismo radical.

"Si cae Israel, caeremos todos", concluía el artículo, en el que se anunciaba también la creación de un nuevo grupo de Amigos de Israel, con la colaboración de personalidades tales como David Trimble o Alejandro Toledo, además del propio Aznar.

No puede ser más oportuno este artículo de quien presidió el gobierno español entre 1996 y 2004, porque Europa y los Estados Unidos se están deslizando a velocidad acelerada por una peligrosa pendiente, que no hace otra cosa que dar alas a un islamismo cada vez más radical y que amenaza con subvertir la propia esencia de las democracias occidentales y su régimen de libertades.

O quizá debiéramos decir que quien se desliza por esa peligrosa pendiente no son Europa y Estados Unidos en su conjunto, sino sus clases política y periodística, que hace tiempo que coquetean con posiciones lindantes con el antisemitismo más feroz y que respaldan con entusiasmo siniestras campañas de marketing, como la operación "alianza de civilizaciones", destinadas a aislar diplomáticamente a Israel y a "blanquear" ideológicamente el islamismo radical.

Son, como digo, la clase política y la clase periodística europea las que se dedican, con honrosas excepciones, a ese juego peligroso. Porque la opinión pública, por su parte, se aleja cada vez más - como sucede en tantos otros temas - del pensamiento políticamente correcto y demuestra, con sus actitudes y con su voto, que percibe los peligros con mayor clarividencia que esas elites supuestamente ilustradas.

Así, mientras los mensajes antisemitas de culpabilización de Israel han calado en una parte nada desdeñable de la ciudadanía, también es cierto que otra parte significativa de los ciudadanos europeos ve cada vez con mayor preocupación cómo el mundo islámico, incluida Turquía, abandona progresivamente las posiciones más pro-occidentales y se sumerge en una deriva hacia la teocracia, al mismo tiempo que la creciente inmigración desde países musulmanes traslada el conflicto cultural a nuestras propias calles.

Y la falta de respuesta de la clase política europea a esa creciente preocupación de muchos ciudadanos está teniendo profundas consecuencias en el mapa electoral de algunas naciones.

Ha pasado relativamente desapercibido en nuestro país, por ejemplo, el resultado de las recientes elecciones generales en Holanda, donde un partido anti-islamista - el Partido de la Libertad, dirigido por Geert Wilders - ha obtenido un avance espectacular, convirtiéndose en la tercera fuerza política del país.

En esas elecciones, celebradas a principios de este mes, el partido de Wilders obtuvo 24 escaños, quedando a muy corta distancia de los social-demócratas y de los liberal-conservadores, que cosecharon, respectivamente, 30 y 31 diputados.

Ese ascenso del partido anti-islamista ha estado acompañado, además, de un auténtico hundimiento de dos de los partidos tradicionales de la política holandesa: el cristiano-demócrata y el socialista, que han perdido aproximadamente la mitad de sus diputados.

Quizá alguien debiera mirar a Holanda y tratar de extraer lecciones de lo que allí está sucediendo. Porque Holanda ha sido, durante muchos años, el país europeo con una legislación más abierta en materia de inmigración. Nos preceden, por tanto, en muchos años en lo que se refiere a la experiencia de eso que llaman ahora multiculturalismo. Y allí, en Holanda, han aflorado hace mucho tiempo los problemas que nosotros sólo ahora comenzamos a intuir.

Los problemas no desaparecen porque se los trate de ignorar. Si nuestra clase política insiste en mirar hacia otro lado y en promover artificiales intentos de confluencia entre formas de ver el mundo radicalmente antagónicas, lo único que se conseguirá es que las tensiones sociales y electorales vayan a más.

Porque no existe punto medio entre la democracia y la teocracia, a menos que se esté dispuesto a renunciar a algunas libertades que ha costado mucho trabajo conquistar en las sociedades occidentales.

Y si además de mirar hacia otro lado e ignorar los problemas, Europa se dedica - como Aznar denunciaba - a apoyar activamente a los enemigos de la democracia y de la libertad contra la única democracia que existe en Oriente Medio - es decir, contra Israel - entonces el desastre está servido.

Y el acto final de ese drama no tendrá lugar en las calles de Tel-Aviv, sino en las de Londres, París, Roma, Berlín o Madrid.

Fuente:libertaddigital.com


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