jueves, 9 de septiembre de 2010

El año 5771 también ha llegado en Madrid


Tres generaciones de judias de Madrid










Este miércoles, los judíos han celebrado el inicio del año nuevo, 5771 según su calendario. La fiesta, llamada Rosh Hashaná es una ceremonia plagada de tradiciones y simbolismos con los que se analiza el año que acaba. Visitamos a una familia judía para saber cómo se vive esta festividad en España.

Son las ocho, y Etty ya tiene todo preparado para la cena del Rosh Hashaná. Ella es la "matriarca" de una familia de judíos españoles de origen sefardita, que llegó a Madrid hace más de cincuenta años procedente del protectorado español de Marruecos.

Nos recibe en su casa, junto a su nuera y su nieta, Ana y Sol. Irremediablemente, la mesa centra toda la atención: dátiles, manzanas, miel, almendras, y vino kosher. En el centro, una sorpresa tapada bajo un pañuelo bordado. Un festival de olores en que la dulzura es la nota dominante: "Es simbólico" nos explica Ana "con ello, deseamos que nuestro año sea tan dulce como esos alimentos, aunque no siempre se consigue" bromean.

Hoy es un día muy especial para ellos, el primero del Tishrei, que abre un período de meditación personal, en el que reflexionarán en las faltas cometidas durante el año que dejan atrás. El ciclo, lo inaugura el sonido del Sofar desde la sinagoga, que da comienzo a las celebraciones: "Se dice que abre la puerta de los cielos" dice Etty "y nos llama a pensar y analizar, a la meditación. Es como una plegaria, pero sin palabras". Tras él, y antes de la cena, se reunen en la sinagoga en la oración del Arbit, la última del día.

Tradiciones milenarias

Como en todo el ritual judío, en esta celebración manda la tradición milenaria. Por ejemplo, los comensales no han sido convocados a una hora concreta: "Todo debe comenzar cuando salga la primera estrella, cuando anochezca", que es cuando empiezan las celebraciones judías. Y antes de que esto ocurra la madre debe encender las velas, nunca después.

La ceremonia orbita en torno al varón más longevo de la familia, en este caso el marido de Etty: "Pero no es una tradición machista para nada" se apresura a apuntar Ana, "el judaísmo es, en realidad un matriarcado: el hijo que nace de una madre judía es judío de manera automática; sin embargo, si el padre es judío pero la madre no el niño tiene que convertirse para serlo", explica.

En definitiva, aunque sea el abuelo quien dirija el ritual el mayor valor se le confiere a la mujer: "En nuestra religión, la madre, la mujer es pura", precisa Ana.

La cena

El padre de la familia, dará inicio a la cena con una oración de agradecimiento, y acto seguido partirá el Jalá, un pan dulce típicamente judío, que antes de la cena se cubre con un pañuelo con una inscripción en hebreo.

Nos explican que se trata de uno de los alimentos más importantes de todas las celebraciones, y que aunque suele hornearse en casa, también se encuentra en panaderías, pero en ese caso un rabino debe vigilar que se cocine según los preceptos judíos.

Precisamente, respecto del pan podemos ver en la mesa otra tradición hebrea que puede pasar desapercibida si uno no es advertido: "Siempre verás dos barras, que simbolizan la abundancia" nos cuentan nuestros anfitriones.

Cada uno de los familiares recibirá un pedazo de pan, pero de una manera poco usual: "No nos lo da en la mano, nos lo lanza" nos soprende Ana. ¿Porqué?: "Así no se puede interpretar como una limosna, y además al lanzarlo siempre da lugar a anécdotas divertidas al caer en cualquier lado: en el plato, en la copa...".

Se trata de una costumbre que tiene explicaciones para todos los gustos: "Se dice que el Maná tampoco cayó directamente en el plato de los judíos" bromea Etty. En el ritual del jalá, también hay espacio para los miembros de la familia que no pueden estar presentes: como una forma de recordarlos el patriarca también parte un trozo de pan para cada uno de ellos.

Acto seguido, tomará la manzana salpicada con hinojo –que representa el arraigo a la tierra- y lo mojará en la miel, pasándola al resto de comensales mientras recita la bendición de Borei Peri ha-Etz: "Que sea tu voluntad renovarnos un año dulce y bueno" le pide a Dios.

Así ocurre con el resto de los alimentos, cada uno de los cuales tiene su propia plegaria: "Que nuestros méritos sean tan abundantes como las semillas de una granada". Aunque, como tradición viva, las oraciones están cargadas de significados personales: "La granada se da hacia fuera, se esparce, y es un símbolo de cómo debe ser el hombre, debe darse a los demás" nos dice Etty.

El festín continuará con platos típicos, marcados por la tradición hebrea pero también por el origen sefardí de la familia. Para empezar "siete clases de verduras distintas y sopa de habas frescas" nos tienta Ana, que explica que en estos días incluso las familias menos religiosas suelen observar más las tradiciones del Kosher.

El plato fuerte es una receta tradicional albóndigas en salsa y con guisantes, muy especiadas como la mayor parte de la cocina sefardita. Una generosa fuente ante la que resulta casi imposible resistirse espera la llegada del resto de hijos de Etty.

Todo regado con vino kosher, curiosamente de la Denominación de Origen Ribera del Júcar, que también tiene su papel dentro del ceremonial: el padre lo servirá y lo repartirá a todos los presentes en una copa de plata que ya espera en la mesa.

"La magia de las palabras"

Todas las plegarias de la noche se rezarán en hebreo "lo mantenemos así porque creemos en la magia de las letras, místicamente llega más, es como si tuviera más valor" cuenta la matriarca. Así lo acreditan la Torá y un libro sobre el ritual de Rosh Hashaná que hay sobre la mesa, junto asiento del patriarca, ambos en hermosas ediciones bilingües en hebreo y español.

Ana y Etty nos cuentan además que tradicionalmente los judíos españoles conocían el hebreo y podían leerlo, aunque tenían más dificultades para hablarlo, pero en los últimos años "todo el mundo lo aprende y lo estudia".

El día siguiente al Rosh Hashaná, la familia volverá a reunirse en torno a una mesa. Esta vez, comerán cus-cús, herencia de su origen sefardita vinculado a Marruecos: "Dicen que da suerte, yo no sé si es así, pero me gusta pensarlo" reconoce Ketty, que nos cuenta que, como muchos miembros de su comunidad, jamás regresó al Tetuán en el que nació y creció: "Prefiero mantenerlo como es en mi recuerdo".

El próximo sábado 18, se producirá el Yom Kippur, o día del perdón. Veintiséis horas de ayuno en las que la familia apurará los últimos momentos para solicitar perdón "tanto a Dios como unos a otros" matiza Ana, ya que en la religión judía "no hay intermediarios entre Él y nosotros", y además los "pecados contra el hombre" sólo pueden ser perdonados si solicitamos ese perdón al propio ofendido.

Se trata de unos días profundamente emotivos, probablemente el periodo más espiritual del año para los judíos, que culminará en la sinagoga, de nuevo bajo el mágico sonido del sofar, que cerrará los cielos hasta la llegada, dentro de 354 días, del 5772.

Fuente:libertaddigital.com

B. Ayuso / C.Jordá

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