viernes, 31 de diciembre de 2010

Un Estado palestino - Florentino Portero


Nuestra ministra de Asuntos Exteriores ha declarado que espera que 2011 nos traiga un Estado palestino. Para bien o para mal, que de todo hay, los deseos del ministro de Asuntos Exteriores de España son algo perfectamente irrelevante en la política internacional, sin embargo como español me siento obligado a hacer algunos comentarios sobre lo que ese anhelo podría conllevar.

La declaración y posterior reconocimiento de un Estado palestino en la orilla occidental del río Jordán es una justa demanda de la población árabe que habita en esos territorios, sea cual sea su religión. De convertirse en realidad sería, por fin, el colofón del proceso de descolonización que tuvo su inicio en la descomposición del Califato, es decir del Imperio Turco, tras la I Guerra Mundial; que continuó con el mandato británico sobre Palestina –ambas orillas del Jordán–; y fue seguido por la declaración de independencia de Jordania e Israel. Los palestinos deberían tener un Estado para bien de todos y si no lo tienen es porque no aceptaron compartir la Cisjordania con un "Estado judío". Podía haber un "Estado árabe" desde 1948, con fronteras mucho mayores que las que ahora se encuentran sobre la mesa de negociación, y todos nos habríamos ahorrado muchos problemas, vidas y haciendas... pero creyeron disponer de la fuerza suficiente para quedarse con todo y optaron por la fuerza.

Para Israel es una necesidad estratégica que un Estado responsable se haga cargo de la administración de los territorios árabes, porque de otra manera son los servicios israelíes los que tienen que ocuparse de vigilar e intervenir continuamente. Ese Estado puede ser uno palestino de nuevo creación o podemos asistir, de nuevo, a un reparto entre Egipto y Jordania. Para Israel, como para Estados Unidos o los Estados europeos, lo importante es que los árabes resuelvan sus propios problemas y lleguen a un entendimiento con Israel.

Está claro que todos queremos un Estado para los palestinos. ¿Cuál es entonces el problema que tiene a la comunidad internacional ocupada desde hace décadas? Un Estado no es el mero resultado de un acto de voluntad. Necesita dotarse de unas fronteras reconocidas por sus vecinos y de una autoridad capaz de asumir la responsabilidad de garantizar la seguridad a sus ciudadanos y a sus vecinos.

Vayamos por partes. ¿Cuáles serían sus fronteras? La Liga Árabe y la Autoridad Palestina siguen la doctrina establecida por la casa de Saud y exigen el reconocimiento de "las fronteras anteriores a 1967". ¿Cuáles son esas fronteras? La respuesta es muy fácil porque en toda la historia del conflicto árabe-israelí sólo ha habido unas fronteras, las que estableció Naciones Unidas en 1947, las mismas con las que Israel declaró su independencia en 1948. ¿Se refieren a éstas los diplomáticos árabes? No. Faltando a la verdad una vez más han decidido rebautizar como frontera la Línea verde, término con el que conocemos la demarcación entre las fuerzas israelíes y las árabes en el Armisticio de 1949, tras la conclusión de la primera de las guerras. El territorio delimitado por la Línea Verde del lado árabe es considerablemente menor que el que la Asamblea General de Naciones Unidas propuso a esta comunidad, pero tras décadas de guerras y derrotas la diplomacia árabe considera que esta Línea supone todo lo más a lo que pueden aspirar.

No hay fronteras y éstas sólo pueden ser el resultado de un acuerdo entre árabes e israelíes en el marco de una negociación que incluya y resuelva los otros grandes temas que perturban la convivencia en Oriente Medio: el futuro de Jerusalén, el "derecho de retorno" de los árabes procedentes de territorios que hoy son indiscutiblemente de Israel, la seguridad de las partes y el suministro de agua. Llevan décadas malviviendo sin fronteras y puede que la situación se prolongue algunas más. Lo que no es realista es creer que la disputa se pueda resolver diplomáticamente sin un compromiso total entre las partes. La ficción de que "las fronteras anteriores a 1967" pueden convertirse en definitivas es sólo eso, una ficción impropia de profesionales de la diplomacia.

Pero no sólo de fronteras viven los Estados. ¿Quién tiene la autoridad para garantizar el orden? Todos sabemos que los palestinos viven en una guerra civil de baja intensidad entre nacionalistas e islamistas, que Cisjordania está bajo el control de los primeros mientras Gaza se ha convertido en un reducto de los segundos. Aún siendo una zona de clara mayoría sunita, Irán se ha hecho fuerte en Gaza a través de Hizbolá, humillando a su rival saudí. No hay elecciones porque Hamás se niega a que las haya. En la hipótesis de que se acordaran unas fronteras, ¿alguien duda que Palestina se convertiría en un Estallo fallido con Irán enredando hasta lograr la inviabilidad del Estado de Israel?

La diplomacia no es un ejercicio de hacer frases bonitas. La España que volvió al "corazón de Europa" y que no cesa de plantear sandeces se ha convertido en un actor irrelevante a quien nadie escucha, de ahí la limitada peligrosidad de los comentarios, anhelos y ensueños de nuestra ministra. Aun así, que no recaiga sobre nuestros hombros la responsabilidad de echar más leña al fuego en la caldera de Oriente Medio. Con destruir nuestra propia Nación ya tenemos suficiente.

Fuente :libertaddigital.com

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