lunes, 6 de diciembre de 2010

Vuelve Judith Polgar , la ajedrecista judía húngara , azote del "sexo fuerte"


A los doce años sorprendió al mundo al ganar el legendario torneo de Hastings y a los quince superó el récord de Bobby Fischer, no menos legendario, como gran maestro más joven de todos los tiempos, sin distinción de sexos. Por entonces, Judit Polgar (Budapest, 1976) solía jugar abrazada a un peluche. Instalada en la élite desde hace dos décadas, está «en contra de mantener competiciones masculinas y femeninas por separado».
En los últimos tiempos parecía acomodada en una especie de clase media, sin aparente ambición por volver entre los diez primeros (sigue líder indiscutible de la clasificación femenina, pero ocupa el puesto 49 en la lista absoluta). Hace unos días, en México, volvió por sus fueros al derrotar al ucraniano Vassily Ivanchuck, séptimo del mundo, y destrozar en la final de un fuerte torneo cuadrangular al ex campeón mundial Veselin Topalov, que ahora ocupa la quinta plaza. En las cuatro partidas programadas, de diez minutos, Polgar empató la primera, con negras, y ganó las otras tres de forma consecutiva. El marco era el mayor festival de ajedrez que ha conocido la historia, en la Universidad Nacional Autónoma de México, que tiene más alumnos que Vigo o Gijón habitantes.
Una educación particular
Judit habla húngaro, inglés, ruso y un poco de español, pero lo más llamativo de su caso es conocido desde que saltó a la fama: ni ella ni sus hermanas iban a la escuela, aunque sí hacían los exámenes. Sus padres quisieron demostrar que los genios no nacen, sino que se hacen, y decidieron especializarlas en ajedrez, aunque estuvieron tentados de criar a tres virtuosas de la música.
La mayor, Susan, ha sido varias veces campeona del mundo y es una destacada impulsora del juego de reyes en los Estados Unidos. La mediana, Sofía, nunca se tomó el ajedrez demasiado en serio, aunque es maestro internacional y en su día también sembró el terror en los tableros. Después de pasar un tiempo en Israel, de donde es su marido, cirujano y gran maestro, ahora vive feliz en Canadá y se dedica a la enseñanza y a pintar.
El último triunfo de Judit ya no puede ser explicado, desde luego, por el factor sorpresa: «Puede que al principio me ayudara, pero también tenía que probar que era buena más veces. Si hubiera sido un chico, habría sido más fácil en este sentido».
Fuente:abc.es

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