martes, 8 de febrero de 2011

Egipto y la Agenda de la Libertad - Jeff Jacoby

George W. Bush inició su segundo mandato con un discurso de investidura que situaba la promoción de las libertades democráticas en el corazón de su agenda internacional. En un pasaje memorable, prometía a todos los que vivían subyugados por "la tiranía y la desesperación" que los Estados Unidos no ignorarían su opresión ni justificarían a sus opresores. "Cuando os levantéis por vuestra libertad, estaremos con vosotros".

Enseguida, la Administración dejó claro que la Doctrina Bush se aplicaría también a países aliados como el Egipto de Hosni Mubarak. Cuando el destacado activista demócrata Ayman Nour fue detenido con cargos amañados y encarcelado, la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, canceló la visita a El Cairo que tenía programada en señal de protesta. Rice sólo retomó sus planes cuando Nour fue puesto en libertad, y al llegar al país norteafricano –junio de 2005– pronunció una encendida defensa de la democracia y del derecho de la disidencia pacífica a ser escuchada.

En todo el Medio Oriente, el miedo a la libertad de elección no puede seguir justificando la denegación de las libertades. Es hora de prescindir de las excusas que se esgrimen para no afrontar la dura tarea de la democracia.

Nadie sabe cómo terminarán los levantamientos populares que sacuden hoy el mundo árabe desde Túnez hasta el Yemen, pasando, desde luego, por Egipto. Sea como fuere, varios seguidores y asesores de Bush están sosteniendo que lo que se está produciendo en la calle árabe viene a reivindicar la Agenda de la Libertad del anterior mandatario, que tantas burlas cosechó entre sus críticos. "Al final, como nos dicen esos manifestantes –ha escrito Elliott Abrams, viceconsejero de Seguridad Nacional del texano–, resulta que apoyar la libertad es la mejor política de todas".

Apoyar la libertad es la mejor política de todas, sí, siempre y cuando libertad se entienda como sinónimo de pluralismo democrático, Estado de Derecho, respeto a la dignidad humana y a los derechos de propiedad y protección de las minorías. ¿Es a esto a lo que aspiran los manifestantes de la Plaza de la Liberación de El Cairo? No hay duda de que muchos egipcios quieren realmente vivir en una democracia de corte liberal. Pero en una sociedad en la que el 84% de la gente es partidaria de aplicar la pena capital a los que abandonen el islam y donde la única oposición organizada y disciplinada es la antidemocrática Hermandad Musulmana, parece fuera de dudas que son igualmente muchos los que no lo quieren. Cuando Mubarak abandone la Presidencia –el otro día prometió no volver a presentarse–, ¿se producirá una transición ordenada a la democracia y el Estado de Derecho? ¿O la Revolución del Loto será secuestrada por los radicalmente contrarios a la libertad y a Occidente, que no están más interesados en la libertad de los egipcios de lo que lo está Mubarak?

Barack Obama.Si la política exterior estadounidense de los últimos años hubiera reflejado consistentemente la Agenda de la Libertad de Bush, si enrumbar el mundo árabe hacia un renacimiento de corte democrático hubiera sido una prioridad inconfundible, puede que Egipto ya estuviera en tránsito hacia un régimen más humano. Nunca lo sabremos. La Agenda de la Libertad no sobrevivió.

Desde luego, la promoción de la libertad y los derechos humanos no ha sido un objetivo clave de la actual Administración. Cuando, en 2009, Teherán aplastó las protestas de los demócratas locales, el presidente Obama rechazó implicarse en el asunto, no fuera a ser que se le viera "entrometiéndose" en los asuntos iraníes. Obama ha recortado drásticamente los fondos federales destinados a promover la sociedad civil y la democracia en Egipto. En el Discurso del Estado de la Unión no hizo la menor alusión a las convulsiones que ya se estaban registrando en Egipto, como tampoco dijo palabra del alarmante poder que está amasando Hezbolá en el Líbano. En cuanto a la absolutamente inédita revolución tunecina, la despachó con una sola frase en la parte final de su intervención.

Ahora bien, cabe recordar que el abandono de la Doctrina Bush no se produjo con el advenimiento de Barack Obama, sino en tiempos del propio Bush. El dramático exhorto de Rice no tuvo consecuencias. Cuando, unos meses más tarde, Mubarak se proclamó vencedor en unas elecciones tan grotescamente amañadas que la mayoría de los egipcios no acudió a las urnas, el embajador estadounidense, Frank Ricciardone, lisonjeó públicamente a aquél, a quien, en televisión, transmitió la "felicitación" de los Estados Unidos por su "gran logro". Y mientras Ayman Nour volvía a entrar en el prisión, Rice luchaba para evitar que el Congreso recortara los casi 2.000 millones de dólares en ayuda que El Cairo recibe de Washington todos los años.

Lo que pasó en Egipto pasó en muchas otras partes. En la Libia de Gadafi, en la Rusia de Putin, en Arabia Saudí y en Corea del Norte, el compromiso de la Administración Bush con la libertad y las reformas democráticas a menudo no pasó del plano de la retórica.

Sí, apoyar la libertad es la mejor política. No sólo porque la libertad es mejor que la estabilidad. No sólo porque la tiranía alimenta el extremismo. Sino porque es indigno de una nación tan grande y libre como la nuestra el no promover los valores que más estima. No debería hacer falta que la calle árabe entrara en ebullición para que recordásemos que la promoción de la democracia liberal siempre nos interesa.
Fuente:libertaddigital.com

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