viernes, 4 de marzo de 2011

Franco y los judíos - Horacio Vázquez-Rial

Ningún libro de Rosa Sala Rose puede pasar inadvertido. Si El misterioso caso alemán tiene destino de clásico, el que comento ahora, La penúltima frontera, tiene el exquisito sabor de los textos fundacionales sobre un tema. Y no es que carezca de precedentes, sino que posee el carácter de las buenas síntesis.

Para que me entiendan: mucho se había escrito en Inglaterra sobre España cuando Gerald Brenan publicó El laberinto español, en 1943, pero, al calor de los acontecimientos de la Guerra Civil, el autor sumó y ordenó, creando una obra de referencia.

Los hispanistas británicos constituyen una especie muy resistente, que sólo correrá riesgo de extinción cuando los españoles tomen el relevo y se ocupen de verdad, con libros, no con leyes de memoria, de su propio pasado. Hasta el año pasado faltaba por aquí ocuparse de dos temas importantes y siempre postergados. Uno era el de los voluntarios internacionales de Franco, finalmente mal tratado en una de esas obritas británicas llenas de ajenidad –como El ejército republicano español, de Michael Alpert–, perpetrada para el caso por Christopher Othen y publicada por Destino: Las Brigadas Internacionales de Franco. El otro era, y seguirá siendo, el de la relación del Régimen con los judíos.

Ha circulado el mito de un Franco generoso que, calladamente, habría estado dispuesto a proteger nada menos que a Walter Benjamin, si éste no hubiera cometido la tontería de suicidarse en la frontera. Lo que hubiese traído aparejada la existencia de unos fabulosos gobernadores civiles judeófilos, para los que la expulsión de 1492 sería un error a reparar. Una completa majadería, sólo superada por Roger Peyrefitte en su libro Los judíos, donde dice que Franco tenía orígenes hebreos. Y aunque conozco a un judío que llegó en alguna fecha entre 1939 y 1944 y se quedó en España, y mi amigo Luis Wald pasó por Barcelona de niño con sus padres para emprender desde allí el viaje a Buenos Aires, que había iniciado en Budapest, son las excepciones que confirman la regla: es una majadería histórica decir que Franco personalmente o el Régimen en su conjunto tendieron a ayudar a los judíos que huían de la segura deportación y de la segura muerte en un campo de concentración y exterminio. No hay nada que avale lo contrario, ni siquiera la debilidad del Caudillo por Rita Hayworth, a quien definía como "española" sin mencionar su origen judío: cosas raras de cinéfilo mezquino para quien Margarita Cansinos era la chica de origen español que había triunfado en Hollywood.

Franco.Para demostrarlo, Rosa Sala Rose emprendió una investigación minuciosa en los archivos históricos de Cataluña y recogió una serie de historias particulares, elegidas entre otras muchas que culminaron de idéntica manera –con la entrega a los alemanes en la frontera o con un suicidio– por lo detallado de su documentación. Como la autora narra con prosa excelente, su lectura es tan sencilla como impresionante. Yo creo que ésta es una de las mejores maneras de escribir historia, mediante el subrayado de las oscuras historias de cada uno, que son las de todo el mundo: era lo que pedía Fernand Braudel.

Algunas podrían parecer anecdóticas en su aparente singularidad, como la de Eliasz Rubin, un judío fascista que lo era por horror al comunismo, contra el cual había escrito decenas de libros y panfletos. El hombre, naturalmente, se presentó con su currículum, pero la burocracia franquista lo convirtió en el señor K de Kafka y acabó internado en el campo de Miranda de Ebro como comunista. Lo salvó la intervención de Leo Stern, legendario judío que vivió y murió en Barcelona, y que era capaz de negociar con el diablo, si se le ponía a tiro. Finalmente, Rubin fue a parar a Londres. Lo cuento, pese a mi resistencia a resumir historias bien relatadas para no aguar la fiesta al lector, porque en realidad hubo unas cuantas historias de judíos que se aliaron al fascismo, o se dijeron fascistas, como opción frente al comunismo. Fue una gran desilusión para él que su amado Mussolini aprobara las leyes raciales.

Además de veintitrés historias y la introducción, La penúltima frontera lleva un prólogo de Josep Calvet, autor de Las montañas de la libertad (Alianza, 2010), precisamente sobre el paso de los Pirineos en procura de la salvación en España. Este prólogo tiene el mérito del recuento de los archivos españoles que funcionan y los que no funcionan, cuando no han desaparecido. También nos revela que las obras de referencia sobre el tema se deben a historiadores franceses, Emilienne Eychenne y Robert Belot.

Hay que leer y conservar este libro. Será una fuente durante muchos años y abre un camino de investigación.

ROSA SALA ROSE: LA PENÚLTIMA FRONTERA. FUGITIVOS DEL NAZISMO EN ESPAÑA. Papel de Liar (Barcelona), 2011, 265 páginas.

Fuente:libertaddigital.com www.vazquezrial.com www.izquierdareaccionaria.com

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