martes, 18 de octubre de 2011

Guilad Shalit y 1.027 terroristas, libres. ¿Se ha hecho lo correcto? - Mario Noya

Todo Israel celebra el regreso a casa del soldado Guilad Shalit, secuestrado hace más de cinco años por la organización terrorista Hamás. Todo Israel teme las consecuencias: 1.027 terroristas de la peor especie vuelven a estar sueltos. Todo Israel opina: ¿se ha hecho lo correcto?

Las encuestas dicen que sí, que el 69% de los israelíes apoya el intercambio de un inocente por 1.027 culpables. Israel no es país para indiferentes o timoratos, de ahí que el no sabe/no contesta sea equiparable al error muestral: un 5%; el 26% restante se opone al trato. Las encuestas revelan, además, que los israelíes creen que el acuerdo que celebran va a repercutir negativamente en la seguridad nacional; y que, para buena parte de la ciudadanía, el primer ministro Netanyahu no ha obrado por convicción sino forzado por la presión popular (35%) o para debilitar a la Autoridad Palestina de Mahmud Abbás (35%).

¿Qué dicen los partidarios del pacto con el diablo islamista que devasta Gaza? Que el pacto es malo, sí; pero que la alternativa sería peor. Steve Linde, director del conservador Jerusalem Post:

Shalit podría convertirse en otro Ron Arad, el piloto que desapareció en 1986 y del que nada se sabe desde entonces. O podría ser asesinado por sus captores, como ya ocurrió con otros soldados secuestrados en el pasado.

Linde sabe que no es justo que tanto asesino quede libre, y entiende que haya voces que pongan el grito en el cielo –"voces que deberíamos escuchar y no juzgar"–, pero aboga por que prime lo que juzga crucial e inolvidable:

Israel y las Fuerzas de Defensa de Israel [IDF] no abandonan a los soldados, a los prisioneros, a los ciudadanos israelíes, dondequiera que se encuentren.

En parecidos términos se expresa Ari Shavit en el progresista Haaretz: el acuerdo es una "rendición" de Israel ante el terror, un espaldarazo a los "extremistas" en Palestina y en todo el mundo árabe, e "incrementará el riesgo de que más soldados israelíes sean secuestrados en un futuro no muy lejano"; pero

el principal activo de Israel en términos humanos y de seguridad es el sentimiento de responsabilidad mutua que liga a sus ciudadanos y soldados. Sin ese sentimiento, no tiene sentido vivir aquí.

Guilad Shalit patrullaba la frontera de Israel con Gaza para defender a sus compatriotas de los enemigos de Israel cobijados en Gaza. La responsabilidad mutua, en un país de larguísimo y durísimo servicio militar, en un país fundado para que ningún judío vuelva a experimentar situaciones de desamparo extremo, exige que se pague tan oneroso precio por ese soldado que es la encarnación del homo qualunque israelí, viene a decir Shavit.

Su próxima puesta en libertad representará no sólo la liberación de un cautivo, sino la salvación de una vida y el retorno a casa de un hijo. La liberación de Shalit será la realización de la solidaridad israelí.

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El periodista Yossi Klein Halevi ha escrito un artículo extraordinario, conmovedor, sobre cómo ha vivido el caso Shalit. "En los últimos cinco años he intentado no pensar en Guilad Shalit", cruzaba de acera cuando pasaba por la tienda de campaña que sus padres, "incapaces para la indignidad", instalaron junto a la residencia del primer ministro para recordarle que su hijo estaba sometido a un cautiverio inhumano por cumplir con su deber como soldado israelí. Y me sentía culpable, porque no sólo no hice nada por la campaña de los Shalit, sino que me opuse a que se llegara a acuerdo alguno que supusiera la puesta en libertad de terroristas con las manos manchadas de sangre: "Israel no tiene pena de muerte, y entonces perderíamos la disuasión penitenciaria: si el acuerdo se produce, cualquier terrorista potencial sabrá que su liberación será sólo cuestión de tiempo, en cuanto se llegue a un nuevo acuerdo sobre el próximo israelí secuestrado".

El caso Shalit me corroía porque, en última instancia, cualquier debate al respecto acababa en el mismo punto: tu hijo. Y resulta que mi hijo ha servido en la misma unidad que el soldado Guilad Shalit. Un padre debe hacer todo lo posible por salvar a su hijo, y un primer ministro de un país asediado como Israel debe resistir las presiones emocionales de los padres de los hijos cautivos y asegurar la seguridad nacional. Soy padre. Soy israelí. Los intercambios son victorias de los terroristas. Pero "al oponerme a la liberación masiva de terroristas por [la vida de] Guilad, sentía que estaba traicionando a mi hijo", que sirvió en la misma unidad que Guilad y que podría haber corrido la misma suerte.

El intercambio, finalmente, se ha producido.

La victoria de Hamás refleja la crisis árabe. El mundo árabe tiene un desafío por delante: pasar de una cultura que santifica el honor a una que santifique la dignidad. El honor tiene que ver con el orgullo; la dignidad, con el valor del ser humano. Hamás puede que haya conservado su honor, pero Israel ha afirmado la dignidad de la vida humana.

(Aquí en España, Sostres escribía: "Mientras la barbarie islamista usa a sus mujeres y a sus mártires de escudos humanos y de mártires, el ejército de Israel protege la vida de cada uno de sus hijos, mujeres y soldados; y la protege hasta el final, hasta las últimas consecuencias, yéndoles a buscar allí donde se encuentren". Mucho más discutible es el título de ese post: "Uno contra mil". Porque ese mil es un número matrioshka: encierra en su interior la vida de los israelíes asesinados por los liberados, y si éstos vuelven a matar será a su vez encerrado por otro superior, conformado por las nuevas vidas segadas).

El intercambio, finalmente, se ha producido.

Pese a todas las ansiedades que me genera el acuerdo, no siento ambivalencia en este momento, sólo gratitud y alivio. Gratitud por vivir en un país cuyos duros líderes no pueden resistir la presión emocional de los padres de un soldado. Y alivio porque ya no tengo que seguir eligiendo entre el bienestar de mi país y el de mi hijo.

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Los detractores del acuerdo también se han expresado con brillantez y contundencia. Stewart Weiss asume que, en la historia judía, la alegría y la pena están machihembradas (por eso el Día de los Caídos se celebra siempre la víspera del Día de la Independencia, en las bodas se rompe un vaso de cristal, en la Pascua se comen hierbas amargas...), y conoce las razones-lenitivo, las explicaciones que remiten a las tradiciones judías, pero las rechaza, porque "los clichés no salvan vidas, y los aforismos no refuerzan la seguridad".

Hay un límite para la misericordia; el Talmud sabiamente nos enseña que la misericordia errada es, en realidad, abyecta crueldad.

Cuando liberamos a monstruos sanguinarios que han acribillado a bebitos en sus cunas, o volado restaurantes como el Sbarro o cafés como el Moment cuando estaban llenos de gente, mostramos crueldad hacia las víctimas tanto de esos actos como de la siguiente matanza que seguro se va a perpetrar.

Si los terroristas ríen, nosotros debemos llorar, clama Weiss, director del Jewish Outreach Center de Raanana y cuyo hijo murió hace nueve años combatiendo en Nablús a Hamás.

Durante la shiva [semana de duelo], el comandante en jefe de Ari, teniente general (en la reserva) Moshé Yaalón –uno de los tres miembros del Gobierno que se han mantenido firmes y votado contra el "intercambio" de prisioneros–, nos prometió que las IDF harían todo lo posible por llevar a los asesinos de nuestro hijo ante la justicia. Afortunadamente, dos de los tres miembros de la célula terrorista fueron localizados y eliminados; el tercero fue finalmente puesto a disposición judicial hace tres años y condenado a 27 de prisión. ¿Por qué razón, Dios no lo quiera, habría de ser puesto en libertad, después de destrozar a nuestra familia?

Weiss lanza como un reto más preguntas; incluida la fundamental, de la que se desprenden tantas: y ahora qué.

¿Haremos saber de una vez que nunca más cederemos a las demandas de los terroristas? ¿Fijaremos cadenas perpetuas sin posibilidad de revisión, con independencia de las circunstancias? ¿Tomaremos en consideración la aplicación de la pena de muerte para los crímenes más odiosos? ¿Dejaremos de mimar a los terroristas y les despojaremos de los privilegios que ellos niegan a nuestros presos? Y, sobre todo, ¿reconoceremos que estamos en guerra, que nos enfrentamos a un enemigo cruel, bárbaro y muy motivado, dispuesto a hacer lo que sea para erradicarnos de la faz de la Tierra?

También en el Jerusalem Post apareció la durísima denuncia de Caroline B. Glick. También ella niega que la tradición sancione componendas como la que ha devuelto la libertad a Guilad y provocado el frenesí entre la contenta barbarie. No, señor primer ministro: no todo vale para lograr la pidyon shevuim, la redención de los cautivos; los sabios lo dejan meridianamente claro: el rescate no puede llevar aparejado el asesinato de otros judíos.

El acuerdo –como sus predecesores– no está en línea con la tradición judía. De hecho, es contrario a la tradición judía. Incluso en nuestras más oscuras e impotentes horas del gueto y el exilio, nuestros líderes no se avinieron a pagar por una vida el precio de otra vida. El judaísmo ha rechazado siempre los sacrificios humanos.

Luego de ensalzar el sacrificio –no hay contradicción: éste es voluntario– de la familia Netanyahu "en la lucha por la libertad judía", Glick arremete contra el premier, al que sin duda tiene por irresponsable pero del que no sabe si ha actuado así por debilidad o por un oportunismo tan estúpido como temerario.

Con la junta militar egipcia masacrando abiertamente a los cristianos y los Hermanos Musulmanes convirtiéndose rápidamente en la fuerza política dominante, Egipto está en trance de ser un hogar mucho más confortable [que Siria] para Hamás.

En los últimos meses, los líderes de Hamás en Damasco afrontan un dilema. Si permanecen en Siria, pierden credibilidad [y es que, en este tiempo, Bachar Asad ha asesinado palestinos a mansalva]. Si parten, quedan expuestos ante Israel.

De acuerdo con Channel 2, a cambio de Shalit, aparte de la liberación de un millar de asesinos, Netanyahu habría acordado vía libre para que los jefes de Hamás huyan hacia Egipto. Lo cual haría del acuerdo algo aún peor de lo que parece.

Glick tiene encendidas todas las alertas al ver cómo ha gestionado la crisis Netanyahu, que no sólo no ha aprovechado la situación para decapitar a Hamás, sino que ha "garantizado" el recrudecimiento de la "guerra terrorista" que dicha organización libra contra los civiles israelíes. Atrás quedaron los días, escribe furiosa la periodista –que también carga contra los medios por su "campaña de cinco años para forzar a los líderes israelíes a capitular ante Hamás"–, en que el primer ministro afirmaba que la renuncia a la liberación de terroristas era "una de las más importantes medidas" en la lucha contra el terrorismo. Lo afirmaba en un libro titulado, precisamente, Combatir el terrorismo, y que vio la luz en 1995, cuando su autor no presidía el Gobierno israelí, sino que se encontraba en la oposición. El párrafo que sigue está tomado de la misma obra:

La liberación de prisioneros no hace sino envalentonar a los terroristas, al darles la sensación de que, si son atrapados, su condena será breve. Peor aún: al hacer pensar a los jefes terroristas que sus demandas serán atendidas, alienta, precisamente, el chantaje terrorista que se supone pretende combatirse.

Israel necesita un líder así, sentencia Glick; pero, "en vista de su (...) rendición abyecta ante el terrorismo", parece que ese Netanyahu ni está ni se le espera; en su lugar estaría este otro que habría firmado "un pacto con sangre judía".

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No es fácil escribir esta nota, que paso antes de publicar a varios amigos. "Sí, es un tema difícil", me responde uno de ellos, israelí. "Terrible. La lista de liberados es un bestiario".

Mi amigo israelí, como Klein Halevi tiene hijos y como Klein Halevi se opuso a un intercambio como el que va a llevarse a cabo; pero él se sigue mostrando contrario "(por ahora)". Porque "no hay ninguna medida seria que eleve el precio que paguen los terroristas en el futuro si secuestran a un soldado o ciudadano israelí".

–Estaba pensando poner un párrafo más, sobre el Estado de Derecho, que es una de las cosas que elevan a Israel por encima de sus enemigos. Si lo quebranta, por muy buenas que sean las intenciones, se debilita y rebaja. Un abrazo fuerte.

–Estoy de acuerdo, es importantísimo. Sobre este punto es interesante analizar la liberación de los terroristas que son ciudadanos israelíes, es increíble!!! Mientras que hay israelíes (judíos) por los que ni Hamás ni ningún otro grupo terrorista han pedido, que asesinaron a un palestino aquí y a otro allá, y que están condenados a decenas de años, los israelíes (árabes) con auspicio de Hamás, luego de matar a decenas de personas van a salir como si nada. ¿Es que el gobierno no está preocupado por las repercusiones que tenga el hecho de que Hamás tenga éxito en mediar y liberar ciudadanos israelíes? Y si es así, ¿no pudo negarse a esta demanda? ¿Y la soberanía y el Estado de Derecho?

No es fácil. Muy difícil. Terrible.

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Hamás: es una "victoria histórica". "Hezbolá saluda el acuerdo sobre los prisioneros [sic] como una victoria de la 'resistencia'". Hamás: "No será el último soldado que secuestremos".

MARIO NOYA, jefe de Suplementos de LIBERTAD DIGITAL.

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