martes, 13 de diciembre de 2011

Egipto: militares e islamistas, de la mano - Daniel Pipes y Cynthia Farahat

Según el comité electoral, la Hermandad Musulmana recibió el 37% de los votos en la primera vuelta de las elecciones egipcias; los salafistas, que llevan un programa islamista todavía más extremo, obtuvieron el 24%; así que juntos sumaron un estupefaciente 61% del voto.

Ese dato sobrecogedor suscita dos interrogantes: 1) ¿fue un proceso limpio o amañado?; 2) ¿van a dominar Egipto los islamistas?

¿Limpio o amañado?

Nadie se tomaba en serio las elecciones en la URSS, con el inevitable 99% de votos comunistas; y aunque el proceso electoral y los resultados egipcios son menos clamorosos, merecen ser contemplados con parejo escepticismo. El juego es más sutil, pero sigue siendo un juego, y así es como se juega:

– La Hermandad Musulmana (fundada en 1928) y la junta militar (en el poder desde 1952) tienen ideologías paralelas y un largo historial de amor-odio. Durante todo este tiempo, han cooperado de forma intermitente en el seno de un sistema autocrático controlado por la ley islámica (la sharia) y en la opresión de los elementos más seculares y liberales.

En esta línea, Anuar Sadat, Hosni Mubarak y ahora Mohamed Tantawi dieron aire a los islamistas para... obtener de Occidente apoyo, armas y dinero. Cuando George W. Bush presionó a Mubarak para que hiciera una apertura política, el rais egipcio respondió permitiendo que la Hermandad Musulmana obtuviera 88 escaños en el Parlamento; el objetivo era que Washington asumiera esta ecuación: democracia = islamismo en el poder. La aparente debilidad de los elementos no islamistas indujo a Occidente a no insistir más en la apertura política. (Por cierto: Un examen detenido de los comicios del año 2005 muestra que el régimen ayudó a los islamistas a hacerse con ese 20% de escaños).

Hoy, Tantawi y su Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA) libran la misma vieja batalla:

­– Han salido a la luz informaciones de fraude electoral.

– En cuanto al CSFA, ha ofrecido a los islamistas (según Safuat Hijazi, una de sus más prominentes personalidades) un "acuerdo": compartirá con ellos el poder a condición de que miren para otro lado en lo relacionado con la corrupción.

– En estos comicios, el ejército ha subvencionado tanto a la Hermandad Musulmana como a los salafistas. Marc Ginsburg ha informado de un fondo reservado que permitió comprar votos a cientos de delegaciones locales islamistas. Ginsburg habla de un emisario de la junta militar que se reunió en secreto con representantes de la Hermandad Musulmana y con otros movimientos de corte islamista el pasado abril "para abrir cuentas bancarias 'de acción política local' desde las que canalizar una línea de apoyo clandestino en forma de dinero y bienes".

Otros dictadores de Oriente Próximo, como el presidente yemení o el presidente de la Autoridad Palestina, juegan al mismo doble juego: simulan ser moderados, antiislamistas, aliados occidentales, pero en realidad cooperan con los islamistas y reprimen a los auténticos moderados. Hasta los tiranos antioccidentales, como el sirio Asad o el libio Gadafi, han adoptado esta estrategia.

¿Dominar Egipto?

Si el Ejército conspira con los islamistas para permanecer en el poder, obviamente es el Ejército, y no los islamistas, quien tiene el control último. Esta es la idea central que los analistas suelen pasan por alto: los recientes resultados electorales permiten al Ejército seguir en el poder. Como destaca acertadamente Mohamed el Baradei, "ahora mismo todo está en manos del CSFA".

Si los islamistas controlan el Parlamento (no está claro: los militares todavía podrían decidir su porcentaje en futuras rondas electorales de un proceso electoral inusualmente complejo, susceptible de manipulación), adquirirán ciertos privilegios y pondrán el país aún más en la senda de la sharia –en cualquier caso, hasta donde permita el CSFA–. Este estado de cosas sigue la línea de islamización soterrada desde que los militares se hicieron con el poder en 1952.

¿Qué pasa con Occidente? En primer lugar, hay que presionar al CSFA para que erija la sociedad civil que tiene por fuerza que preceder a la democracia real, para que los egipcios modernos y moderados tengan la oportunidad de expresarse. En segundo lugar, hay que cortar inmediatamente la ayuda económica a El Cairo. Es de todo punto inaceptable que el contribuyente occidental pague la islamización de Egipto. Los fondos sólo deberán volver al país cuando el Gobierno permita organizarse y expresarse con total libertad a los musulmanes laicos, a los liberales, a los coptos, etcétera. En tercer lugar, hay que oponerse a la Hermandad Musulmana y a los salafistas: sean menos o más extremistas, los islamistas son nuestros peores enemigos.

www.danielpipes.org

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