miércoles, 21 de marzo de 2012

Miles de personas asisten en Jerusalén al funeral por las víctimas de Toulouse


Miembros de la organización de judíos ultraortodoxos voluntarios ZAKA, con los cadáveres en Jerusalén

"Myriam, desde el lugar donde estás hoy, te pido un último favor: ¡reza para que Dios dé fuerzas a papá y mamá y que puedan superar el examen más duro que existe! Por favor, Myriam...". Son las desgarradoras palabras de Avishai, el hermano de la niña asesinada en Toulouse poco antes de que su pequeño cuerpo era colocado con cuidado y dolor debajo de la tierra.

El atentado se produjo en otro país pero los israelíes lo sienten como si hubiera ocurrido en una escuela de Tel Aviv o Haifa. Francia nunca ha estado tan cerca de Israel como esta mañana en el cementerio Guivat Shaul de Jerusalén.

Con la presencia del ministro francés de Exteriores, Alain Juppé (que ha señalado que estos crímenes han "conmocionado a toda Francia), dirigentes israelíes y miles de personas, las cuatro víctimas de la sinrazón asesina de la escuela de Ozar Hatorah han sido enterrados en la ciudad que más repetían en sus salmos.

Alocuciones en francés y en hebreo. Unos pocos con voz firme. La mayoría, totalmente rota. Palabras como "Torá", "Israel", "República de Francia", "odio", "terrorismo" o "niños inocentes" se han mezclado con lágrimas y gritos ante el silencio de Jonathan (30) y tres niños, Arieh (6), Gabriel (3) y Myriam (8), tapados con una tela ritual judía.

"Mi corazón está en Jerusalén aunque es muy importante que vaya con los judíos en Francia", había dicho hace siete meses el rabino francés Jonathan Sandler a sus amigos de la academia religiosa del barrio de Kiriat Yovel. Su objetivo era enseñar la Torá y volver algún día con su familia a Jerusalén. Lo ha hecho antes de lo previsto y en un ataúd. Igual que sus hijos Arieh y Gabriel, acribillados en la escuela en la que su padre había estudiado de niño antes de emigrar a Israel.

Un crimen sin sentido

"¿Por qué? ¿Por qué?", balbucea su esposa, Eva. Embarazada, reparte las fuerzas que aún le quedan para despedirse de su marido y dos niños y agarrar con fuerza a Liora (2), la más pequeña de una familia partida por las frías balas. En su entorno recuerdan que Eva escuchó los disparos en la escuela judía, adyacente a su casa, salió y vio los cuerpos. "No quiere hablar de eso. Está destrozada", dicen. Shmuel abraza entre sollozos a su hijo Jonathan y dos nietos: "Ahora estáis en un mundo mejor".

Un drama que sólo puede entender y sentir la familia Monsonego al despedir a su hija Myriam, rematada por el terrorista. Su padre, Yaacov Monsonego, veterano director de Ozar Hatorah, es hoy un hombre hundido. Necesita la ayuda de los suyos para no desmayarse mientras se resiste a separarse del pequeño cuerpo de Myriam.

Su abuelo, uno de los rabinos más importantes del judaísmo originario de Marruecos, no consigue hablar como estaba previsto. Quiere pero no puede. "Su silencio es más poderoso que sus palabras", se excusa el rabino que dirigía el funeral.

'Odio abismal

El presidente del Parlamento israelí, Reuven Rivlin, ha gritado entre lágrimas: "En Toulouse y Jerusalén, en Buenos Aires y en Nueva York, en Itamar y en Sderot, el pueblo judío debe enfrentarse a un odio abismal. Pero esos animales salvajes movidos por el fanatismo no podrán con nosotros".

Israel, aun conmocionado, entierra a las cuatro víctimas y sigue las informaciones que llegan del edificio cerca de la escena del crimen. "Al aterrizar nos han informado de lo que sucede en Toulouse. Sinceramente no es ninguna sorpresa si se confirma que es el autor es un terrorista yihadista", afirma el rabino de la ciudad francesa, Avraham Weill. Algunos franco-israelíes decían a ELMUNDO.ES que la pista yihadista fue siempre la más creíble entre los judíos de Toulouse pese a las informaciones iniciales sobre los sospechosos neonazis.

David Dahan, dirigente de la comunidad gala en Israel, reconoce que "los judíos en Francia tienen hoy miedo e indignación".

Temores que han sido ahogados esta mañana por las omnipresentes lágrimas en Jerusalén. Una ciudad hermanada en el dolor y la rabia con Toulouse. "Vuestro dolor es nuestro dolor. Todas las confesiones han condenado este acto barbárico. Francia no se rendirá ante el terror. No pongáis en duda nuestra determinación en la lucha contra el antisemitismo", exclama Juppé.

Poco después, Avishai pediría su último favor a Myriam.

Fuente:elmundo.es

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