domingo, 17 de junio de 2012

Una superviviente del Holocausto relata desde Caldas su historia: «Me salvé por pura suerte»

«Usando el cerebro. No hay lógica en lo que he hecho. Me salvé por pura suerte. Había gente que se ocupaba de salvar gente y decidí seguirles». Desde su casa en la localidad pontevedresa de Caldas de Reis, Ania Fuchs de Horszowski (Tarnopol, 1921) repasa su duro pasado tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial en su Polonia natal. Pese a la experiencia de haber tenido que vivir tres años confinada con otros judíos en el gueto de Lwow y de haber perdido a sus padres siendo muy joven, esta anciana de 91 años desprende hoy serenidad y optimismo.
Recibe a La Voz en su domicilio. Vestida de negro y calzada con unos zuecos rosas. Su perra Esperanza no se separa de ella. No podía tener otro nombre. Con una sonrisa y una belleza que recuerdan a las de las actrices de antes, sigue sin encontrar una respuesta a tanto sufrimiento. «No creo que haya alguien que lo entienda en el mundo entero», dice en un perfecto español tamizado por variados acentos. Ania, que se quedó viuda hace dos años, vive con su único hijo, Luis, y su nuera en la calle Juan Fuentes de Caldas. Hace dieciocho meses la familia optó por abandonar Venezuela, el país al que habían emigrado en 1948, debido a la situación de inseguridad.
«Mi esposa -explica Luis- tiene pasaporte español y nosotros polaco. Yo estoy retirado, teníamos unos ahorros y decidimos venirnos. El padre de mi esposa es de Moraña y estamos muy contentos. La gente aquí es muy amable». El viaje que hicieron en las Navidades del 2010 fue con catorce maletas, cinco perros y cuatro gatos.
Ania se ríe. Pese a sus problemas de movilidad, su salud está mejor que hace cinco años, cuando sufrió varios derrames y no conocía a su hijo. «Incluso veía fantasmas», apunta Luis. «Durante la guerra lo que no hice fue gritar. Cuando mataron a mi madre no tenía ganas de vivir y cuando la guerra terminó me quedé sin nada, diciendo "Yo no vivo"».
Ahora esta mujer sostiene que no hace nada interesante. Pero está feliz. «Veo la televisión, gracias a Dios en varios idiomas, y juego con mi perrita», comenta sentada en un sofá. «¿Qué puedo pedir de la vida? No camino bien, pero aquí estoy», añade. ¿Y qué les diría a los jóvenes que hoy con la crisis lo ven todo negro? «Que luchen, porque no hay nada que no se pueda cambiar, solo eso». Ania habla español, inglés, ruso y polaco, además de defenderse en francés y alemán. «Alemán, un poco, de comunicarme con ellos, y francés porque estuve viviendo en París 18 meses, aunque con el tiempo se me olvidó», explica.
Su peripecia vital está recogida en el libro Exilio a la vida. Sobrevivientes judíos de la Shoá, editado en el 2006 por la Unión Israelita de Caracas. El relato de esta superviviente del Holocausto nazi también protagoniza un documental producido por la Asociación Galega de Amizade con Israel (AGAI) y dirigido por Óscar Galansky.
Ania y su familia se vieron obligados a dejar la ciudad polaca de Tarnopol -hoy pertenece a Ucrania- cuando en 1939 estalló la Segunda Guerra Mundial. Se trasladó con sus padres, Jacobo y Berta, a Lwow, donde estuvieron confinados en un gueto. Cuenta que a su madre la mataron de dos disparos en enero de 1943 y que su padre murió dos meses después víctima de la fiebre tifoidea. También le perdió la pista a un novio que tuvo y con el que no pudo reencontrarse en la ciudad de Dniepropetrowsk. Poco antes de que acabara la guerra conoció por casualidad al que se convertiría en su marido, Stefan Horszowski. Cracovia, Varsovia, Lodz y Francia fueron los destinos antes de recalar en Venezuela, en abril de 1948. Para ello tuvieron que firmar un documento alegando que eran cristianos.
Fuente:lavozdegalicia. com

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