miércoles, 5 de septiembre de 2012

40 años de la masacre de los Juegos Olímpicos de Munich 1972

La inquietante imagen de un terrorista que, ataviado con un pasamontañas, se asoma por el balcón de una de las residencias de la villa olímpica de Munich, donde un comando palestino denominado «Septiembre Negro» mantiene retenidos a once miembros de la delegación olímpica israelí, quedó grabada en la historia del olimpismo y en la retina de toda una generación.
La terrorífica instantánea del sujeto, que parece tranquilo, comprobando que todo sigue en su perverso orden, contrasta con la angustia metros más abajo donde, el jefe de la policía Manfred Schreiber y el máximo responsable de la delegación olímpica egipcia, Ahmed Touni, apoyados por los embajadores de Túnez y Libia, ofrecen a los secuestradores una cantidad ilimitada de dinero si ponen fin al secuestro.
Hoy, día en el que se cumplen 40 años de esas dramáticas horas que conmocionaron al mundo, Alemania ha recordado a las víctimas en un acto conmemorativo celebrado en el aeropuerto militar de Fürstenfeldbruck, donde fallecieron 15 de los 17 muertos. Han asistido al homenaje familiares de diez de los once miembros del equipo olímpico israelí fallecidos en el atentado y siete supervivientes, así como otros representantes del mundo de la política y el deporte, acompañados por el ministro del Interior alemán, Hans-Peter Friedrich, y el primer ministro de Baviera, Horst Seehofer.
La fatídica jordana comenzaba a las cuatro y media de la mañana del 5 septiembre de 1972. Ocho palestinos, miembros del grupo terrorista «Septiembre Negro», que hacía menos de un año había matado al Primer Ministro de Jordania, Wasfi Tall, saltaron la verja de la villa olímpica, hay quien dice, ayudados por atletas estadounidenses, que les confundieron con compañeros que venían de juerga. Armados con fusiles AK-47 y granadas, que esconden en bolsas de deporte, el comando se introdujo en el 31 de la calle Connolly, sede de la delegación israelí. Accedieron a ella sin ningún tipo de impedimento, la organización apenas gastó dos millones de dólares en seguridad.
El ruido de los asaltantes al entrar en las dependencias alertó al entrenador del equipo de halterofilia, Moshe Weinberger, que se despertó y dio la voz de alarma a sus compañeros. Gracias a la confusión del momento, nueve atletas lograron escapar, quedando otros ocho miembros de la delegación secuestrados en el edificio. Weinberger intentó atacar a los terroristas con un cuchillo de fruta y el levantador de pesas Josef Romano le robó el arma a uno de ellos, recibiendo posteriormente un disparo, ambos fallecieron en su heroico intento. Cuando se permitió a la Cruz Roja acceder al edificio, esta encontró al entrenador sin vida y no consiguió acceder a Romano, que se desangró ante la impotencia de sus compañeros.
Alrededor de las cinco de la mañana «Septiembre Negro» dio un ultimátum a la Policía: exigían la liberación de 200 presos palestinos en cárceles israelíes antes de las nueve de la mañana. Ultimátum que se extendería varias veces hasta llegar a las 17:00. A lo largo de la mañana se presentaron en la villa el ministro del Interior alemán Hans-Dietrich Genscher y el embajador israelí, que comunicó que su gobierno no negociaría con los terroristas. La organización de los juegos no decidió interrumpirlos hasta las tres de la tarde.
Más tarde, a las cuatro, la negociación, con el ministro Genscher al frente dio un giro radical: Los terroristas piden volar a El Cairo. Son trasladados junto con los rehenes en dos helicópteros, al aeródromo militar de Fürstenfeldbruck, donde las fuerzas de seguridad alemanas les han tendido una trampa. Una vez en la base aérea, cuatro terroristas bajan armados con ametralladoras de los helicópteros y, tras comprobar que el avión de Lufthansa que ha de llevarlos a El Cairo está vacío, vuelven a los helicópteros donde son tiroteados por francotiradores de la Policía, un agente fallece fruto del intercambio de disparos. Los terroristas se atrincheran en los helicópteros hasta las doce de la noche cuando uno de ellos salta desde el interior de uno de los aparatos dejando dentro una granada. Cinco terroristas son abatidos y tres detenidos, ninguno de los rehenes sobrevive. Pese a la ola de peticiones para cancelar el evento olímpico, a la mañana siguiente se celebró un acto de homenaje a los atletas israelíes en el Estadio Olímpico tras el cual los juegos continuaron con el programa previsto.
Fuente:abc.es

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