miércoles, 20 de marzo de 2013

Por qué viaja Obama ahora a Israel - José Antonio Gurpegui


Uno de los discursos más celebrados y referenciados durante el primer mandato de Barack Obama fue el pronunciado el 4 de junio de 2009 en la Universidad de El Cairo. Su título. “A New Beginning” (“Un nuevo comienzo”), sintetizaba magistralmente la intencionalidad de sus palabras. Abogaba por un acercamiento diplomático al mundo árabe, “tendiendo la mano” en lugar de utilizar la fuerza, en un intento de mostrar que los Estados Unidos no eran “enemigos del mundo árabe”. Una intervención, en definitiva, muy en línea con los que habían sido sus novedosas propuestas electorales admitiendo el derecho de los palestinos a tener un estado propio, cuestionando los asentamientos israelíes en la franja ocupada, y abogando por el diálogo con Irán para resolver el conflicto de su industria nuclear.
Cuatro años han pasado desde entonces y poco o nada ha cambiado la situación global. Entonces, muchos pensamos que Obama podría impulsar la solución final que solventaría de una vez por todas el conflicto. Pero todo sigue igual. En su primera legislatura, Obama no llegó a pisar suelo israelí pese a que Netanyahu fue uno de los primeros mandatarios en ser recibido en la Casa Blanca (18/5/09); las relaciones entre las dos naciones fueron más frías que nunca en su historia; nunca hubo “química” entre ambos mandatarios y las negociaciones iniciadas en el encuentro de Camp David en el 2000 parecen encontrarse en un callejón sin salida. Ni tan siquiera la persuasiva Hillary Clinton logró que el gobierno israelí moviese un ápice sus planteamientos iniciales, el proceso se interrumpió definitivamente en el 2010 cuando se asentaron nuevos colonos en la franja de Gaza.
Barack Obama realiza su primer viaje oficial en la segunda legislatura a Israel desde postulados mucho más realistas y pragmáticos. Se trata, en sí mismo, de un gesto que viene a reafirmar su inequívoca alianza con el estado judío, puesta de manifiesto en la votación de la ONU el pasado noviembre, oponiéndose al nuevo estatus de Palestina en la organización. Pero más allá de lo simbólico inherente a cualquier gesto -entre los muchos de esta visita visitará el panteón del líder sionista Theodor Herzi- el por qué de esta visita sigue siendo motivo de análisis y reflexión política. 
Thomas Friedman en su columna del New York Times “Mr. Obama goes to Israel” afirmaba la semana pasada que para la diplomacia norteamericana el conflicto palestino-israelí es actualmente más “hobby” que necesidad; como con cualquier “hobby” el tiempo que le dedicas depende de tu “estado de ánimo”. Otros analistas enmarcan el viaje en un mero cumplimiento de su promesa electoral y, en general, las expectativas respecto a un posible acuerdo de paz son prácticamente nulas. El perfil que el propio presidente concede a este viaje es más bien bajo, pues se trataría, como declaró a la televisión israelí, de “volver a conectar con los israelíes”. Si el prisma de análisis es el proceso de paz entre palestinos y judíos, la visita del presidente resulta banal y propia de un “turista” como también se refirió a él Friedman.
No es ése, entiendo, el tema que principalmente ocupa y preocupa en estos momentos a Obama; la auténtica dimensión del viaje parece ir más allá y superar este asunto. La resolución en el corto-medio plazo del enfrentamiento entre palestinos y judíos se antoja difícil cuando no imposible. Durante la última década, el histórico conflicto ha sido parcialmente eclipsado por los graves acontecimientos en otras naciones árabes –Irán, Irak, Afganistán, Pakistán…- y más recientemente por Siria o las acciones de Al-Qaeda en el Sáhel. Ha perdido, en definitiva, el valor estratégico que podía tener en la resolución del conflicto occidente-mundo árabe que alcanzó su máxima expresión el 11-S. 
Más allá de la guerra en Siria, que también ocupará buena parte de las conversaciones, el asunto capital será Irán. Tal como declaró  Obama, Ahmadineyad podría disponer de armamento nuclear en poco más de un año. ¿Qué hará Israel cuando el supuesto sea realidad? ¿Y qué harán los Estados Unidos? “Todas las opciones están sobre la mesa”, ha dicho Obama; y en su discurso de bienvenida Netanyahu ha agradecido el decidido apoyo de Estados Unidos para que Israel se defienda ante cualquier “amenaza”. Y entrecomillo “amenaza” porque ya no se habla de “ataque” como en ocasiones anteriores… un peligroso cambio semántico de impredecibles consecuencias.
Ambos deberán reaccionar ante la “amenaza” nuclear de manera conjunta y tal vez aislada, pues la participación de las naciones europeas, tras la experiencia de Irak, en una intervención bélica ante el potencial peligro nuclear iraní resulta más que cuestionable. El desgaste de diez años de guerra – paradójicamente el inicio del viaje coincidió con el décimo aniversario del inicio de la guerra en Irak- sin que se hayan alcanzado los resultados pretendidos y a un coste en vidas y recursos infinitamente superior  al estimado, ha propiciado la retirada de las tropas norteamericanas. Los Estados Unidos necesitan, más que nunca, un aliado fiel, exactamente lo mismo que Israel. Nada fortalece más una alianza que la defensa de intereses comunes.
Fuente:elconfidencial.com

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