La palabra que oían los primeros judíos que llegaron a Polonia en
la Edad Media fue «Polín». En hebreo significa «el lugar donde puedes
ser feliz», así que les pareció un buen augurio y muchos se quedaron,
fundando las primeras comunidades. Durante casi siete siglos, cientos de
miles de judíos fueron polacos, compartiendo un territorio surcado por
los buenos y los malos caminos que la vida, las cosechas, las fiestas,
los conflictos y las guerras hollaban en su tierra natal. En esa tierra
ocurrió lo peor del Holocausto a manos de los nazis, pero «Polín» no fue
–y es justo diferenciarlo– el Holocausto, sino uno de sus escenarios.
Hoy esa palabra legendaria cubre por completo la fachada del nuevo Museo de Historia de los Judíos Polacos,
grabada en caracteres hebreos y romanos sobre las placas de cristal que
forman este cubo maravilloso construido por el arquitecto finés Rainer Mahlamäki. Dentro, bañado por la luz que trasluce el cristal, se esconde una gigantesca hendidura de piedra que emerge desde las plantas subterráneas y alcanza la cubierta. Es como si el Mar Rojo abierto hubiese quedado congelado,
o como si desde las cenizas enterradas del más doloroso pasado de
muerte y destrucción una enorme cicatriz se abriese camino hacia la luz
para restañar tanta vida.
El museo está en el lugar donde estuvo el gueto, frente al monolito negro que recuerda, desde 1948, a las víctimas de la represión nazi. Aquel monolito, por un capricho del destino, se hizo con piedra que el ejército alemán había traído para glorificar a Hitler.
El empeño de este gran proyecto de más de cien millones de
dólares de presupuesto, es recordar la vida y no el asesinato; demostrar
que mil años de convivencia pueden más que cuatro años de horror.
Muchos visitan en Polonia los campos de la muerte y los museos de la guerra,
y por eso este será diferente: ofrece una perspectiva más amplia. Ni
siquiera acaba su relato con el Holocausto, sino que continúa hasta el
presente. Hoy se vive una recuperación de la cultura judía en Polonia,
aunque solo vivan allí en la actualidad 20.000 judíos, de los 3,3 millones que hubo antes de 1939.
El relato, porque así cabe llamarlo, ha sido documentado durante los últimos 13 años por un equipo de 120 investigadores que
han escrutado archivos y colecciones de medio mundo para reconstruir
con objetos, testimonios y crónicas, todas las huellas que la vida de las comunidades polacas dejaron de su paso por el mundo desde hace mil años; a pesar del empeño que la guerra del III Reich puso en borrarlos.
El arquitecto Rainer Mahlamäki viajó a Israel en busca de
la paleta de colores a emplear y volvió convencido de que el proyecto
debía estar presidido por la piedra arenisca, un color propio de Jerusalén.
Y materiales naturales: madera, cobre, cristal, moldeados a veces en
formas imposibles que crean espacios maravillosos, curvos, dunas verticales y túneles cercados por la luz.
Hay 40.000 metros cuadrados para una exposición permanente
que serpentea como las calles de una judería a través del relato de los
siglos, con mapas, elementos multimedia, juegos, documentos y piezas
históricas que van desde una moneda medieval a una sinagoga. Aparte, un
gran auditorio forrado en cobre, que el tiempo hará reverdecer,
varias aulas tecnificadas, salas de proyecciones y de lectura y archivo
para investigadores, y grandes salas de muestras temporales, además de
la tienda y espacios de descanso, como en cualquier museo del mundo.
También está el parque, del que este museo de luces enfocadas al pasado y
al futuro quiere ser vecino amable.
La puesta en marcha será el 19 de abril,
aunque la inauguración oficial de este proyecto cultural, uno de los
más importantes de Europa, será en otoño. La exposición y todos los
programas educativos funcionan desde este mes, como parte de las
conmemoraciones del levantamiento del gueto de Varsovia.
La enorme empresa de crear esta institución ha sido posible gracias a
la cofinanciación pública y privada. El museo y su equipamiento a cargo
del presupuesto de administraciones en consorcio y la colección y
continuidad gracias a un gran proyecto de mecenazgo internacional en el que la comunidad judía ha tenido protagonismo.
Fuente:abc.es
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