lunes, 20 de mayo de 2013

Muerte, placer y entretenimiento en Auschwitz


El modelo de gestión creado por la SS en los campos de exterminio nazi no desapareció con la caída del régimen. Quienes elaboraron las funciones de los recursos humanos de los guardianes del Holocausto lo transmitieron a la República Federal de Alemania a través de las escuelas de administración de empresas. “Reinherdt Höhn es un buen ejemplo de estos puntos de contacto entre el mundo nazi y las políticas de gestión de la posguerra. Este jurista, que había ingresado en el NSDAO y en las SS en 1933, se convirtió en jefe de departamento del RSHA y escribió, en 1945, una obra sobre la dirección de empresas basada en el principio de jerarquización de las tareas y de participación en los objetivos”, escribe Fabrice d’Almeida en Recursos inhumanos. Guardianes de campos de concentración 1933-1945 (Alianza Editorial).
El historiador francés inició hace siete años su investigación sobre las unidades SS-Totenkopfverbände, un cuerpo de soldados nazi habitualmente ignorado por los estudios, cuya función fue la de ejecutar con celo los planes de exterminio sistematizado. Entonces un antiguo oficial americano que estuvo destinado en Alemania durante la liberación se puso en contacto con el Museo del Holocausto, en Washington. Ofrecía vender un álbum de fotografías procedentes de Auschwitz, que descubrió en Fráncfort en 1945. El ejército alemán utilizaba este tipo de álbumes para que sus soldados colocaran en ellos sus “recuerdos de guerra”.
La importancia del documento mostraba a algunos de los protagonistas de la política genocida en sus momentos de diversión y esparcimiento. Los archiveros del Museo descubrieron el nombre del propietario original: Karl Höcker, oficial de las SS. Las fotos recordaban los buenos ratos que dos suboficiales de la SS pasaban juntos, asistidos por un prisionero polaco.
Aquellas fotos plantearon una inquietante cuestión: la vida privada y los pequeños placeres de los verdugos del Holocausto. Su apariencia recordaba a un álbum familiar. Para los vasallos de Höcker, la gestión cotidiana de la muerte era una ocupación como cualquier otra, con sus horarios y sus momentos de descanso, cuyo recuerdo se deseaba conservar y compartir. “Gracias a estas distracciones los empleados de los campos de concentración mantuvieron una forma de vida en la que la violencia y el exterminio quedaban justificados a sus ojos”, explica d’Almeida.
Una casta de elite
Había que tratar por todos los medios que la vida en Auschwitz no fuera demasiado rutinaria. La vida privada de los guardianes, aun en aquella fase de violencia, “proseguía la búsqueda del goce”. Los dirigentes de los campos idearon técnicas de reafirmación y apoyo psicológico para que aquellos hombres consumaran el genocidio con la obediencia y el celo en las dimensiones que hoy conocemos. De ahí que el historiador defina a este cuerpo como “soldados ideológicos” y aclare que no eran la escoria de las fuerzas militares, sino una casta integrada en una institución que pretendía ser la elite de la sociedad alemana.
Según el estudio de d’Almeida los asesinos eran un número restringido de voluntarios entre los cerca de cuarenta mil hombres que, en 1944, trabajaban en los campos. Unos pocos cientos de ellos se dedicaban a fusilar, gasear y eliminar a los prisioneros. El guardián era vigilante y encargado de los recursos humanos que gestionaba la fuerza del trabajo de los prisioneros. “Los vigilantes eran conscientes de su papel y del exterminio que se llevaba a cabo en sus lugares de trabajo. Tampoco dudaban en torturar cuando se presentaba la ocasión”. Fueron una parte esencial y su existencia debía ser protegida con una gestión meticulosa.
La vida cotidiana de las guardianas y guardianes –que hacían en la retaguardia lo mismo que sus colegas en el frente: liquidar al enemigo- debía ser lo más agradable posible para que pudieran estar en condiciones de movilizar toda su violencia en el seno de la institución concentracionaria. Había que evitarles todo padecimiento derivado de la inactividad o la ociosidad cuando abandonaban su lugar de trabajo durante su tiempo de descanso, por breve que fuera. “En este sentido, el nazismo es el primer ejemplo de gestión de recursos inhumanos”, apunta el historiador.
Entretenimiento y bienestar
Robert Ley fue el responsable del Departamento de Entretenimientos del III Reich, Kraft durch Freude (La fuerza por la alegría) y, a fin de cuentas, quien concibió el modelo nazi de relaciones sociales. Su objetivo fue superar el antagonismo entre las clases sociales y subordinar las fuerzas de producción a la ideología. Deseaba mejorar las condiciones de trabajo para estimular la adhesión al nuevo régimen. Impulsó la apertura de cantinas en los lugares de trabajo con la excusa de mejorar la alimentación y contribuyó al desarrollo de enfermerías.
Ley incorporó los entretenimientos y las distracciones culturales al mundo de las empresas, promovió conciertos para los obreros en las fábricas e impulsó el desarrollo de deportes en los lugares de trabajo. “Su gran obra consistió en poner a disposición de las clases populares ciertos placeres que hasta entonces habían sido reservados para las elites, como los viajes de vacaciones. Robert Ley perseguía el desarrollo del Estado de bienestar”. Himmler, jefe supremo de las SS, también quería una tribu saludable que pudiera viajar, jugar, practicar deportes y tener relaciones sexuales. “Son los recursos necesarios para una higiene existencial”.  
Cuando Karl Koch llega a dirigir el campo de Buchenwald la comodidad de los guardianes crece. Procuraba satisfacer los deseos de sus hombres y acondicionaba espacios cercanos para el ocio y los entretenimientos, sobre todo para la práctica del deporte. En Dachau, Himmler reformó la búsqueda del bienestar de los miembros de las SS con una piscina para su disfrute y nuevas instalaciones para practicar deportes de equipo, especialmente el fútbol, “que apasionaba a los miembros de las SS”.
Aburrimiento, el peor enemigo
Los guardianes encarnaban el comportamiento hiperactivo por excelencia: trabajaban muchas horas y luego debían distraerse mediante actividades culturales y lúdicas. Tenían programados entretenimientos para favorecer una buena integración, para evitar a su peor enemigo: el aburrimiento y la desocupación. Deporte, música, juegos de cartas, puzles y visitas a burdeles eran parte de los ritos de socialización. “El material humano requería una constante atención”, como decía Himmler. En ese sentido, favorecieron los deportes colectivos porque veían en ellos una escuela de cohesión y de competitividad.
Había que administrar el tiempo de los empleados del exterminio para evitar que pensaran demasiado. La única evasión posible del totalitarismo era el sueño. “En los campos de concentración y exterminio, los verdugos no sólo masacraron a hombres, mujeres y niños; también mataban el tiempo”, concluye Fabrice d’Almeida.
Las SS participaron en la modernización de la gestión de las organizaciones típicas del mundo industrial y del intento de disciplinar los comportamientos. Himmler estuvo obsesionado con la racionalización de las conductas y creó un orden de jerarquías de competencias y poderes y un grupo que compartiera solidaridad entre pares. La virtud superior de un miembro de las SS no dependía de sí mismo sino de la valoración de sus superiores: su honor era su fidelidad. Ninguna tarea era deshonrosa si la habían ordenado los jefes. Como bien apunta d’Almeida, la lealtad y la fe a los superiores es un modelo que interesó a la gestión de los recursos humanos del mundo que sobrevivió a Auschwitz.  
Fuente:elconfidencial.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario