jueves, 19 de febrero de 2015

Ser judío en Malmoe - Santiago Navajas


Malmoe es una paradisiaca localidad de la civilizada Suecia. Elegida en cuarto lugar entre lasciudades verdes de Europa, cuenta con una orquesta sinfónica y una universidad, una surtida programación de ópera y teatro, y su equipo de fútbol ha ganado varias veces la liga nacional. Con varias galerías de arte, a veces se la denomina la Ciudad Sueca del Arte. Por otra parte, es el principal puerto nórdico para la importación de coches. ¿Qué más se puede pedir? Malmoe representa la perfección escandinava, con su avanzado Estado de Bienestar y su sociedad culta y tolerante. Salvo que seas judío.
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La sinagoga de Malmoe se erigió en 1903. Pero de un tiempo a esta parte lo que más la carecteriza son los apedreamientos de que es objeto. Esto al menos es lo que nos cuenta el periodista sueco Peter Ljunggren en el documental Judehatet i Malmö ("Odio al judío en Malmoe"), en el que se pasea por la ciudad tocado con una kipá y luciendo una estrella de David. A ver qué pasa. Y lo que pasa es que es acosado, insultado y amenazado.
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Como suele suceder, el antisemitismo se disfraza de antisionismo y está muy vinculado a inmigrantes musulmanes de Oriente Medio. Lo que sirve de excusa para la salida del armario del antisemitismo autóctono.
A través de las experiencias de los judíos que han sufrido acoso, el documental nos ofrece una situación pavorosa, que está llevando al éxodo judío de la ciudad, en la que lo peor, sin embargo, no son las amenazas de muerte, los insultos étnicos y las alusiones a Hitler y Auschwitz que tienen que soportar en sus vidas diarias los hebreos, sino la sensación de impotencia y desamparo cuando no hay ningún castigo ni correctivo para los ofensores. La impunidad que protege a los antisemitas se pone de manifiesto en el caso de una profesora que tuvo que dejar de impartir clase porque la dirección del instituto en el que trabajaba hacía caso omiso de las vejaciones que tenía que soportar por parte de algunos de sus alumnos, que jamás recibieron una amonestación, un apercibimiento, un castigo. En Suecia si le dices a un profesor "bastardo" se te cae el pelo, pero si le llamas "bastardo judío" entonces harán la vista gorda en aras del multiculturalismo, el tercermundismo y lo-que-Israel-le-está-haciendo-a-Palestina.
¿Podría ser todo mero victimismo judío? ¿Quizás estamos ante una posible exageración de una presunta conspiración judeo-masónica-marxista? Para despejar las dudas Ljunggren luce la kipá y la estrella de David por las calles de Malmoe. A ver qué pasa. Y lo que pasa es que efectivamente tiene que soportar comentarios, insultos y amenazas más o menos veladas: "Judío de mierda", "Judío diabólico", "Os vamos a matar a todos".
Afortunadamente, hay también un atisbo para la esperanza. Un musulmán, Siavosh Derakhti, trabaja para la armonía entre judíos y musulmanes en Suecia denunciando el antisemitismo que se expande entre los más brutos y resentidos de la comunidad islámica.
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Al final del documental se pregunta a dos políticas, del Gobierno y la oposición locales, si siendo judío se puede estar tranquilamente en Malmoe. La respuesta de ambas es que no. Lo que es especialmente preocupante porque el problema no reside tanto en los racistas y xenófobos sino en aquellos que pudiendo implantar una tolerancia cero contra todas estas conductas hacen todo lo contrario. Así, el anterior alcalde, el izquierdista Reepalu, acusó a los judíos de la violencia que padecían porque no habían condenado "los crímenes israelíes en Gaza". Lo que supone convertirse en cómplice pasivo del antisemitismo desde la hipócrita solidaridad con Palestina.
Fuente:libertaddigital.com

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