Norman Lebrecht escribe e hilvana la historia de Freud, Proust, Sarah
Bernhardt, Marx y la élite que cambió la cultura, la economía y la
ciencia de Europa durante el periodo 1847-1947
Genio y ansiedad , de Norman Lebrecht (Alianza Editorial) incluye
en sus primeras páginas la historia del director de una escuela judía,
una yeshivá en Vilna, que descubrió en algún momento de los años 20 que
sus alumnos ya no estaban concentrados en la Torá como tal vez porque
pensaban todo el tiempo en el fútbol . Aquel rabino era un hombre
curioso y abierto, de modo que, para recuperar a sus pupilos, empezó a
frecuentar los partidos. Después de algunos días de estudio, se dirigió a
la clase: "He resuelto el problema", dijo. ¿Cuál problema? ¿Cómo? El
problema del fútbol: "Que le den una pelota a cada equipo y no tendrán
nada por lo que pelearse" .
"Parece que la
anécdota fue real. Y, en cualquier caso, es muy significativa: ese
rabino dio con una manera diferente de abordar la realidad, de cambiar el marco a una pregunta
. Nadie había pensado en el fútbol como un problema. Y si lo hizo un
judío, creo, fue porque hay una tradición de miles de años de cultura
talmúdica que consiste, básicamente, en cambiar las preguntas", explica
Lebrecht desde Londres. Y entonces empieza con su divina divagación :
"Einstein hizo lo mismo que ese director de escuela. Tuvo la audacia de
desafiar lo que se daba por hecho. Einstein, en realidad, se había
criado como un judío asimilado, absolutamente laico. Pero, a los 11,
pasó algo, no sabemos qué, y exigió a sus padres que la familia se
comportara como estrictos judíos.Sus padres le siguieron el juego durante nueve meses, más bien con fastidio, hasta que se le pasó el fervor
Genio y ansiedad consisten
en eso, en una ilación de vidas judías europeas, entre 1847 y 1947, que
van conectando unas con otras y, por el camino, narran la gran
revolución cultural del mundo del siglo pasado: la historia de Sarah
Bernhard desemboca en la de Marcel Proust que lleva a la de Freud :
después la de Freud lleva a lleva a Helena Rubinstein, la pionera de la
industria cosmética de masas, y de Rubinstein pasó a los primeros
banqueros de inversión y de ahí a Kafka, a Benjamin Disraeli , al
inventor de los anticonceptivos, a Einstein... El libro de Lebrecht,
novelista e historiador de la música clásica, es una especie de Mil y
una noche hecho ensayo.
¿Cuál es la
hipótesis? "Tres docenas de personas cambiaron la manera cómo vemos el
mundo entre 1847 y 1947 y un tercio de ellas eran judíos. Las más
iconoclastas de ellas eran judíos. ¿Cómo es posible? Si miramos la
proporción de judíos en el mundo, es una frecuencia absurda .La
explicación más habitual dice que la creatividad de los judíos en esa
época responde a la energía liberada desde que se abrieron los guetos,
pero esa hipótesis no cuadra bien cronológicamente. gran boom judío
empezó más tarde, a mitad de siglo. Dos generaciones después, y en Rusia
aún tardó mucho más. Tuvo que haber algo más. Creo que lo verdaderamente importante es la energía liberada en el contacto entre la genialidad y la ansiedad. Freud, Kafka, Proust... todos tenían una alarma interna, un presentimiento de la fatalidad y
eso los condicionaba. Muchos de los experimentos y las tesis de Freud
eran muy imprudentes, pero eso era porque él pensaba que quizá no
tuviese mucho más tiempo de investigar".
Como
si fueran ramificaciones de esa teoría general, el libro de Lebrecht,
ofrece pequeñas claves que permiten entender a los protagonistas de su
libro desde el judaísmo: "Karl Marx dedicó su vida a refutar el
judaísmo, consideraba a los judíos como parásitos. Su padre se había
convertido y había negado su identidad judía. Su madre, en cambio, nunca
se bautizó y debió de transmitir a Marx mucha más cultura judía de lo
que creemos; si lo leemos con atención nos damos cuenta de que se
refería a códigos judíos muy íntimos, costumbres que
sólo se pueden conocer a través de la familia. La manera de decir una
bendición después de lavarse por las manos, por ejemplo, aparece en sus
escritos. Eso no se aprende en los libros. Con Freud pasa algo parecido:
refutó su judaísmo pero conservó entre sus tesoros más íntimos una Torá
que le regaló su padre y que tenía una dedicatoria en hebreo 'para
Shlomo', o sea, la versión judía del nombre Sigmund. ¿Por qué suprimió esa parte de su identidad? Ahí está la clave de la ansiedad".
Entonces,
¿nos perdemos algo los lectores gentiles de Kafka, Proust, los oyentes
de Gershwin y Alkan, por no tener esos códigos? "No. La angustia
es universal. Puede que un judío tena alguna ventaja para hacer un
ensayo sobre la angustia en Kafka, pero el sentimiento lo entendemos
todos igual. Chaim Azriel Weizmann, el primer presidente de la
República de Israel, dijo que los judíos son como todos los demás
humanos, sólo que más".
El
texto de Lebrecht es tan amplio como la experiencia humana. Pasa de la
piedad religiosa a la historia del capitalismo; de Wagner a Picasso, de
las guerras culturales a la sexualidad. Y hay mucha sexualidad en Genio y ansiedad: Lebrecht aventura que la escandalosa Carmen de Bizet era una sevillana secretamente judía,
presentada como gitana por un convencionalismo romántico; su hilo lleva
hasta Sarah Bernhardt, hija de una prostituta y mujer de enésimos
amantes. "Aunque en Sarah Bernhardt, el sexo es el medio y la fama es el
fin. Sarah Bernhardt inventó la fama como la conocemos hoy.
¿Por qué? Porque ser famosa era su manera de protegerse. 'Soy Sarah
Bernhardt, no podéis tocarme'. De nuevo, hay un trasfondo de ansiedad en esa actitud innovadora".
El
tema de la sexualidad lleva entonces hasta Viena, la ciudad de Freud,
pero también la de Magnus Hirschfeld. "Hirschfeld fue la primera
persona, por lo que sé, que habló de la homosexualidad fuera de un marco
de criminalidad. De nuevo, estamos ante judío que cambió la pregunta: ¿por qué es antinatural la homosexualidad?",
explica Lebrecht. Junto a Hirschfeld y Freud, su libro identifica a
otro personaje central en la revolución sexual del siglo pasado: Arthur
Schnitzler, el autor de Relato soñado, una especie de Don Juan
judío en la Viena de 1920. "Freud identificó la sexualidad como fuente
de angustia y Schnitzler llevó a la práctica sus investigaciones con
innumerables aventuras sexuales que registró en sus diarios. Fue su
investigador de campo".
En
la historia de Lebrecht, hay una ausencia obvia: España no aparece. No
es culpa del autor, por supuesto. "España y Portugal son como dos
agujeros en la historia de Europa. Son dos países que estuvieron fuera
del progreso del mundo durante siglos, más allá de las aportaciones
puntuales. Es inevitable preguntarse si eso tiene que ver con la expulsión de los judíos,
hacer un poco de historia alternativa: ¿qué habría pasado si los judíos
hubiesen permanecido en España y Portugal? El impacto que tuvieron los
sefardís en la humanidad, ¿hubiesen cambiado la historia de España?",
pregunta Lebrecht.
Y continúa: "Por cierto, fueron judíos españoles los que codificaron esas reglas, intuyo que por una influencia de Al Andalus. El judaísmo es como el islam, tiene una regla para cada cosa".
-La
idea que me queda es que ese marco tan normativo crea relaciones de
amor-odio en las personas que crecen en él. ¿Qué importa más en el éxito
intelectual de los judíos? ¿Ese amor-odio o la hostilidad del mundo exterior, de los cristianos y los musulmanes?
-No
es una relación de amor-odio es una relación de amor-miedo. Lo
contrario del amor no es el odio sino el miedo. El miedo a perder
aquello que amamos, ése es el origen de la ansiedad. La hostilidad de los gentiles no es muy importante, es una parte del paisaje que se da por hecho y
que, en todo caso, puede que condicione el miedo. ¿Cómo es posible ser
antisemita aún hoy? Ser antisemita en países en los que no hay judíos
desde hace 80 años... Adorno decía que después de Auschwitz no era
posible la poesía. Yo pensaba que después de Auschwitz no era posible el
antisemitismo. Nunca en mi vida le di importancia; si alguien me decía
algo ofensivo, pensaba que tenía más que ver con algún problema que esa
persona tuviese conmigo, no con un factor de la cultura humana. Ahora,
el antisemitismo está de vuelta; hay estadísticas, hay discursos
políticos que lo demuestran. Hay algo primitivo que no sé de dónde puede
venir.
Lebrecht termina con otra historia casi
cómica y trágica a la vez, sacada de los años del terror: «Unos nazis
encontraron a un judío en un tren y empezaron a acosarle y a humillarle.
Le preguntaron: '¿De quién es la culpa del mal en el mundo, judío?'. Y
el hombre les contestó: 'De los judíos'. Los nazis se pusieron muy contentos, pero el judío los interrumpió.
'De los judíos y de los ciclistas'. ¿Los ciclistas? ¿Por qué, qué han
hecho los ciclistas? Y el hombre les contestó: '¿Y qué han hecho los
judíos?'».
Fuente:www.elmundo.es