jueves, 6 de octubre de 2022

Por qué el mundo moderno es obra de los judíos - Luis Alemany

 

 

Norman Lebrecht escribe e hilvana la historia de Freud, Proust, Sarah Bernhardt, Marx y la élite que cambió la cultura, la economía y la ciencia de Europa durante el periodo 1847-1947

 

Genio y ansiedad , de Norman Lebrecht (Alianza Editorial) incluye en sus primeras páginas la historia del director de una escuela judía, una yeshivá en Vilna, que descubrió en algún momento de los años 20 que sus alumnos ya no estaban concentrados en la Torá como tal vez porque pensaban todo el tiempo en el fútbol . Aquel rabino era un hombre curioso y abierto, de modo que, para recuperar a sus pupilos, empezó a frecuentar los partidos. Después de algunos días de estudio, se dirigió a la clase: "He resuelto el problema", dijo. ¿Cuál problema? ¿Cómo? El problema del fútbol: "Que le den una pelota a cada equipo y no tendrán nada por lo que pelearse" .

"Parece que la anécdota fue real. Y, en cualquier caso, es muy significativa: ese rabino dio con una manera diferente de abordar la realidad, de cambiar el marco a una pregunta . Nadie había pensado en el fútbol como un problema. Y si lo hizo un judío, creo, fue porque hay una tradición de miles de años de cultura talmúdica que consiste, básicamente, en cambiar las preguntas", explica Lebrecht desde Londres. Y entonces empieza con su divina divagación : "Einstein hizo lo mismo que ese director de escuela. Tuvo la audacia de desafiar lo que se daba por hecho. Einstein, en realidad, se había criado como un judío asimilado, absolutamente laico. Pero, a los 11, pasó algo, no sabemos qué, y exigió a sus padres que la familia se comportara como estrictos judíos.Sus padres le siguieron el juego durante nueve meses, más bien con fastidio, hasta que se le pasó el fervor

 

Marcel Proust
Marcel Proust

Genio y ansiedad consisten en eso, en una ilación de vidas judías europeas, entre 1847 y 1947, que van conectando unas con otras y, por el camino, narran la gran revolución cultural del mundo del siglo pasado: la historia de Sarah Bernhard desemboca en la de Marcel Proust que lleva a la de Freud : después la de Freud lleva a lleva a Helena Rubinstein, la pionera de la industria cosmética de masas, y de Rubinstein pasó a los primeros banqueros de inversión y de ahí a Kafka, a Benjamin Disraeli , al inventor de los anticonceptivos, a Einstein... El libro de Lebrecht, novelista e historiador de la música clásica, es una especie de Mil y una noche hecho ensayo.

¿Cuál es la hipótesis? "Tres docenas de personas cambiaron la manera cómo vemos el mundo entre 1847 y 1947 y un tercio de ellas eran judíos. Las más iconoclastas de ellas eran judíos. ¿Cómo es posible? Si miramos la proporción de judíos en el mundo, es una frecuencia absurda .La explicación más habitual dice que la creatividad de los judíos en esa época responde a la energía liberada desde que se abrieron los guetos, pero esa hipótesis no cuadra bien cronológicamente. gran boom judío empezó más tarde, a mitad de siglo. Dos generaciones después, y en Rusia aún tardó mucho más. Tuvo que haber algo más. Creo que lo verdaderamente importante es la energía liberada en el contacto entre la genialidad y la ansiedad. Freud, Kafka, Proust... todos tenían una alarma interna, un presentimiento de la fatalidad y eso los condicionaba. Muchos de los experimentos y las tesis de Freud eran muy imprudentes, pero eso era porque él pensaba que quizá no tuviese mucho más tiempo de investigar".

Sarah Bernhardt.
Sarah Bernhardt.

Como si fueran ramificaciones de esa teoría general, el libro de Lebrecht, ofrece pequeñas claves que permiten entender a los protagonistas de su libro desde el judaísmo: "Karl Marx dedicó su vida a refutar el judaísmo, consideraba a los judíos como parásitos. Su padre se había convertido y había negado su identidad judía. Su madre, en cambio, nunca se bautizó y debió de transmitir a Marx mucha más cultura judía de lo que creemos; si lo leemos con atención nos damos cuenta de que se refería a códigos judíos muy íntimos, costumbres que sólo se pueden conocer a través de la familia. La manera de decir una bendición después de lavarse por las manos, por ejemplo, aparece en sus escritos. Eso no se aprende en los libros. Con Freud pasa algo parecido: refutó su judaísmo pero conservó entre sus tesoros más íntimos una Torá que le regaló su padre y que tenía una dedicatoria en hebreo 'para Shlomo', o sea, la versión judía del nombre Sigmund. ¿Por qué suprimió esa parte de su identidad? Ahí está la clave de la ansiedad".

Entonces, ¿nos perdemos algo los lectores gentiles de Kafka, Proust, los oyentes de Gershwin y Alkan, por no tener esos códigos? "No. La angustia es universal. Puede que un judío tena alguna ventaja para hacer un ensayo sobre la angustia en Kafka, pero el sentimiento lo entendemos todos igual. Chaim Azriel Weizmann, el primer presidente de la República de Israel, dijo que los judíos son como todos los demás humanos, sólo que más".

Sigmund Freud
Sigmund Freud

El texto de Lebrecht es tan amplio como la experiencia humana. Pasa de la piedad religiosa a la historia del capitalismo; de Wagner a Picasso, de las guerras culturales a la sexualidad. Y hay mucha sexualidad en Genio y ansiedad: Lebrecht aventura que la escandalosa Carmen de Bizet era una sevillana secretamente judía, presentada como gitana por un convencionalismo romántico; su hilo lleva hasta Sarah Bernhardt, hija de una prostituta y mujer de enésimos amantes. "Aunque en Sarah Bernhardt, el sexo es el medio y la fama es el fin. Sarah Bernhardt inventó la fama como la conocemos hoy. ¿Por qué? Porque ser famosa era su manera de protegerse. 'Soy Sarah Bernhardt, no podéis tocarme'. De nuevo, hay un trasfondo de ansiedad en esa actitud innovadora".

El tema de la sexualidad lleva entonces hasta Viena, la ciudad de Freud, pero también la de Magnus Hirschfeld. "Hirschfeld fue la primera persona, por lo que sé, que habló de la homosexualidad fuera de un marco de criminalidad. De nuevo, estamos ante judío que cambió la pregunta: ¿por qué es antinatural la homosexualidad?", explica Lebrecht. Junto a Hirschfeld y Freud, su libro identifica a otro personaje central en la revolución sexual del siglo pasado: Arthur Schnitzler, el autor de Relato soñado, una especie de Don Juan judío en la Viena de 1920. "Freud identificó la sexualidad como fuente de angustia y Schnitzler llevó a la práctica sus investigaciones con innumerables aventuras sexuales que registró en sus diarios. Fue su investigador de campo".

Albert Einstein.
Albert Einstein.

En la historia de Lebrecht, hay una ausencia obvia: España no aparece. No es culpa del autor, por supuesto. "España y Portugal son como dos agujeros en la historia de Europa. Son dos países que estuvieron fuera del progreso del mundo durante siglos, más allá de las aportaciones puntuales. Es inevitable preguntarse si eso tiene que ver con la expulsión de los judíos, hacer un poco de historia alternativa: ¿qué habría pasado si los judíos hubiesen permanecido en España y Portugal? El impacto que tuvieron los sefardís en la humanidad, ¿hubiesen cambiado la historia de España?", pregunta Lebrecht.

Y continúa: "Por cierto, fueron judíos españoles los que codificaron esas reglas, intuyo que por una influencia de Al Andalus. El judaísmo es como el islam, tiene una regla para cada cosa".

Franz Kafka.
Franz Kafka.

-La idea que me queda es que ese marco tan normativo crea relaciones de amor-odio en las personas que crecen en él. ¿Qué importa más en el éxito intelectual de los judíos? ¿Ese amor-odio o la hostilidad del mundo exterior, de los cristianos y los musulmanes?

-No es una relación de amor-odio es una relación de amor-miedo. Lo contrario del amor no es el odio sino el miedo. El miedo a perder aquello que amamos, ése es el origen de la ansiedad. La hostilidad de los gentiles no es muy importante, es una parte del paisaje que se da por hecho y que, en todo caso, puede que condicione el miedo. ¿Cómo es posible ser antisemita aún hoy? Ser antisemita en países en los que no hay judíos desde hace 80 años... Adorno decía que después de Auschwitz no era posible la poesía. Yo pensaba que después de Auschwitz no era posible el antisemitismo. Nunca en mi vida le di importancia; si alguien me decía algo ofensivo, pensaba que tenía más que ver con algún problema que esa persona tuviese conmigo, no con un factor de la cultura humana. Ahora, el antisemitismo está de vuelta; hay estadísticas, hay discursos políticos que lo demuestran. Hay algo primitivo que no sé de dónde puede venir.

Lebrecht termina con otra historia casi cómica y trágica a la vez, sacada de los años del terror: «Unos nazis encontraron a un judío en un tren y empezaron a acosarle y a humillarle. Le preguntaron: '¿De quién es la culpa del mal en el mundo, judío?'. Y el hombre les contestó: 'De los judíos'. Los nazis se pusieron muy contentos, pero el judío los interrumpió. 'De los judíos y de los ciclistas'. ¿Los ciclistas? ¿Por qué, qué han hecho los ciclistas? Y el hombre les contestó: '¿Y qué han hecho los judíos?'».

Fuente:www.elmundo.es

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