domingo, 10 de abril de 2011

Bernard Lewis: «Las tiranías árabes están condenadas»


Bernard Lewis

El destacado académico occidental especialista en Oriente Próximo ve motivos para el optimismo en las tradiciones de gobierno limitado de la cultura árabe y musulmana. Pero afirma que EE UU no debería presionar para que se celebren rápidamente unas elecciones similares a las occidentales

«¿Qué ha fallado?». Ese era el explosivo título de un libro del historiador Bernard Lewis publicado en diciembre de 2001 que trataba el declive del mundo musulmán. El libro, que ya estaba en la imprenta cuando se produjeron los atentados del 11-S, convirtió al catedrático en centro de la atención pública y su pregunta fundamental captó el interés de los estadounidenses durante una década.

Ahora, de repente, los estadounidenses dan vueltas a una nueva pregunta: ¿qué puede salir bien? Para averiguarlo, hice un peregrinaje a la casa del catedrático en Princeton, Nueva Jersey, donde vive desde 1974 cuando llegó a la facultad de Princeton desde la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de Londres.

Lewis, a quien le faltan dos meses para cumplir los 95 años, lleva escribiendo libros de historia desde antes de la Segunda Guerra Mundial. Hacia 1950, ya era un destacado especialista en el mundo árabe, y después del 11-S, el vicepresidente y los mandamases del Pentágono le llamaron a Washington por su sabiduría.

«Creo que las tiranías están condenadas», dice Lewis mientras nos sentamos junto a las ventanas de su biblioteca, abarrotada con miles de libros escritos en la docena aproximada de idiomas que domina. «La verdadera pregunta es qué llegará en su lugar».

1. La Alemania de 1918 como ejemplo

A los estadounidenses que han visto a los manifestantes en Túnez, Egipto, Irán, Libia, Bahréin y ahora Siria levantarse contra sus regímenes, les ha resultado difícil no quedarse obnubilados ante este momento revolucionario. Lewis está «encantado» con los movimientos populares y cree que EE.UU. debería hacer todo lo posible por apoyarlos. Pero advierte enérgicamente en contra de insistir en la celebración de elecciones como las occidentales en los territorios musulmanes.

«Tenemos muchas más posibilidades de establecer —me da reparo usar la palabra democracia— alguna clase de sociedad abierta y tolerante si se hace dentro de sus sistemas, de acuerdo con sus tradiciones. ¿Por qué tenemos que esperar que adopten un sistema occidental? ¿Y por qué tenemos que esperar que funcione?», pregunta.

Lewis menciona la Alemania de alrededor de 1918. «Después de la Primera Guerra Mundial, los aliados victoriosos trataron de imponer el sistema parlamentario en Alemania, donde tenían una tradición política un tanto diferente. Y la consecuencia fue que Hitler llegó al poder. Hitler llegó al poder mediante la manipulación de unas elecciones libres y justas», relata Lewis, que luchó contra los nazis en el Ejército británico. Por citar un ejemplo más reciente, fíjense en el triunfo electoral de 2006 de Hamás en Gaza.

Las elecciones, sostiene, deben ser la culminación —no el comienzo— de un proceso político gradual. Por tanto, «hacer hincapié continuamente en las elecciones, las elecciones parlamentarias de tipo occidental, es una falsa ilusión peligrosa».

2.La tradición islámica

Pero no porque el ADN cultural de los musulmanes esté predispuesto en contra de ellas; todo lo contrario. «El conjunto de la tradición islámica está claramente en contra del gobierno autocrático e irresponsable», afirma Lewis. «Existe una tradición muy arraigada —tanto histórica como legal, tanto práctica como teórica— de gobierno limitado, controlado».

Pero las elecciones de tipo occidental han tenido un éxito desigual incluso en Occidente. «Hasta en Francia, donde afirman haber inventado la libertad, van por la quinta república, y quién sabe cuántas más habrá antes de que se estabilicen definitivamente», bromea Lewis. «No creo que podamos dar por hecho que el sistema angloestadounidense de democracia sea una especie de norma mundial, un ideal mundial», afirma. En vez de eso, a los musulmanes se les debe «permitir —y por supuesto ayudar y animar— a desarrollar sus propias formas de hacer las cosas».

3. La palabra mágica: «consulta»

En otras palabras: para averiguar cómo construir unas sociedades más libres y mejores, los musulmanes no tienen que mirar al otro lado del océano. Solo tienen que mirar atrás, a su propia historia. Lewis me señala una carta escrita por el embajador de Francia en Estambul poco antes de la Revolución Francesa. El Gobierno francés estaba frustrado por lo mucho que el embajador estaba tardando en avanzar determinadas negociaciones. Por eso respondió: «Aquí no es como en Francia, donde el rey es el único señor y hace lo que le place. Aquí, el sultán tiene que consultar».

En la historia de Oriente Próximo, «consulta es la palabra mágica. Aparece una y otra vez en los textos islámicos clásicos. Se remonta a la época del Profeta», afirma Lewis.

Lo que esto significaba en la práctica era que los dirigentes políticos tenían que alcanzar acuerdos con muchos otros: los dirigentes del gremio de comerciantes, el gremio de artesanos, los escribas, los propietarios de tierras y otros por el estilo. Cada gremio elegía sus dirigentes dentro del colectivo. «Los gobernantes», dice Lewis, «incluso los grandes sultanes otomanos, tenían que consultar con estos grupos diversos para poder hacer las cosas».

No es que las sociedades de la época otomana fueran modelos de sabiduría política madisoniana. Pero el poder se compartía de tal modo que los máximos gobernantes estuviesen controlados, de modo que las comunidades árabes y musulmanas del vasto Imperio Otomano llegaron a incorporar ciertas prácticas y expectativas de gobierno limitado.

Los estadounidenses suelen pensar en el gobierno limitado desde el punto de vista de la «libertad», pero Lewis explica que esa palabra no tiene un equivalente concreto en árabe. «Libertad, liberación, significa no ser un esclavo... Libertad era un término legal y social, no era un término político. Y no se usaba como metáfora de categoría política», afirma. La palabra árabe más cercana a nuestro concepto de libertad es «justicia». «En la tradición musulmana, la justicia es el referente» del buen gobierno.

4. La «modernización» árabe

El proceso de consulta tradicional fue una víctima importante de la modernización, lo que ayuda a explicar la dudosa reputación que tiene la modernización en algunas zonas del mundo árabe y musulmán. «La modernización... hizo que el poder del Estado creciera enormemente», dice Lewis. «Y tendió a socavar, o incluso destruir, esos poderes intermedios diversos que antes habían limitado el poder del Estado». Esto fue posible gracias a la astucia de los Mubarak y los Asad, unida a «la comunicación moderna, las armas modernas y los sistemas de vigilancia y represión modernos». La consecuencia: estos autócratas acumularon «más poder del que nunca habían tenido ni siquiera los sultanes más poderosos».

Así que ¿puede el Oriente Próximo actual recuperar esta tradición y adaptarla adecuadamente? Lewis me recuerda que es historiador: las predicciones no son su fuerte. Pero el reticente sabio nos brinda algunas reflexiones.

5. Posibilidades en Túnez

Primero, Túnez tiene posibilidades reales de democratización, en gran parte debido al papel de las mujeres allí. «Que yo sepa, Túnez es el único país musulmán que tiene educación obligatoria para las chicas desde el principio hasta el final. Y en el que se pueden encontrar mujeres en todas la profesiones», añade Lewis.

«Mi impresión es que el mayor defecto del islam y la principal razón por la que se quedaron rezagados respecto a Occidente es el trato a las mujeres», prosigue. Expone el convincente argumento de que los hogares represivos allanan el camino a los gobiernos represivos. «Imagínese un niño que crece en una familia musulmana en la que la madre no tiene ningún derecho, donde está oprimida y está sometida. Eso es una preparación para una vida de despotismo y sumisión. Allana el camino hacia una sociedad autoritaria», afirma.

6. Egipto: más complejo

Egipto es un caso más complejo, según Lewis. Los manifestantes jóvenes y liberales que encabezaron la revolución en la plaza de Tahrir ya se están viendo apartados a un lado por el complejo formado por los militares y la Hermandad Musulmana. Unas elecciones precipitadas, que podrían celebrarse en septiembre sin ir más lejos, podrían llevar a la Hermandad Musulmana al poder con una victoria aplastante. Esa sería «una situación muy peligrosa», advierte. «No debemos hacernos ilusiones sobre la Hermandad Musulmana, quiénes son y lo que quieren».

Sin embargo, los analistas occidentales parecen empeñados en albergar esas ilusiones. Fíjense en su modo de tratar al jeque Yusuf Caradaui. El tremendamente popular y carismático clérigo ha dicho que Hitler «consiguió poner [a los judíos] en su sitio» y que el holocausto «fue un castigo divino contra ellos».

Pero a raíz de un sermón que el jeque Caradaui pronunció ante más de un millón de personas en El Cairo tras la expulsión de Mubarak, el periodista de «The New York Times» David D. Kirkpatrick escribió que el clérigo «tocó los temas de la democracia y el pluralismo, muy característicos de sus escritos y sermones». Kirkpatrick añadía: «Los académicos que han estudiado su obra dicen que el jeque Caradaui hace mucho que sostiene que la ley islámica respalda la idea de una democracia pluralista, multipartidista y civil».

Lewis ya conoce esta historia. Cuando se inició la revolución iraní a finales de los años setenta, el nombre del ayatolá Ruholá Jomeini empezó a aparecer en la prensa occidental. «Yo estaba en Princeton y debo admitir que nunca había oído hablar de Jomeini. ¿Quién había oído hablar de él? Así que hice lo que uno normalmente hace en este mundo mío: fui a la biblioteca de la universidad y busqué Jomeini y, efectivamente, ahí estaba».

7. El fantasma de Jomeini

Lo que estaba «ahí» era un libro llamado «El gobierno islámico» —ahora conocido como «el Mein Kampf de Jomeini»—disponible en persa y árabe. Lewis sacó ambas copias y empezó a leer. «Me quedó perfectamente claro quién era y cuáles eran sus objetivos. Y que todo lo que decía en aquella época sobre que [él] representaba un paso adelante y un avance hacia una mayor libertad era un completo disparate», recuerda Lewis.

«Traté de llamar la atención de la gente de aquí sobre esto. "The New York Times" no lo tocó. Dijeron: "No creemos que esto interese a nuestros lectores". Pero conseguimos que "The Washington Post" publicase un artículo citándolo. Y la CIA les mandó llamar inmediatamente», relata. «Al final, el mensaje logró cuajar (gracias a Jomeini)».

8. No intervenir en Irán

Ahora, gracias al prolongado jomeinismo de Teherán, el régimen es impopular y está amenazado. «Hay una fuerte oposición al régimen, dos oposiciones: la oposición dentro del régimen y la oposición contra el régimen. Y creo que, antes o después, el régimen de Irán será derrocado y surgirá algo más abierto, más democrático», afirma Lewis. «La mayoría de los patriotas iraníes está en contra del régimen. Sienten que está difamando y deshonrando a su país. Y, naturalmente, tienen razón».

El desdén de los iraníes por los mulás en el poder es la razón por la que Lewis cree que EE.UU. no debería emprender acciones militares allí. «Eso le regalaría al régimen algo que ahora mismo no posee: es decir, el patriotismo iraní», advierte.

En su opinión, la política correcta es apoyar el movimiento verde democrático, y distinguir el régimen de la ciudadanía. «Cuando el presidente Obama asumió el cargo, envió un mensaje de amistad al régimen. Eso es educado y cortés», dice Lewis en tono inexpresivo, «pero habría sido mucho mejor enviar un mensaje al pueblo de Irán».

Esperemos que el movimiento verde tenga éxito. Porque —y puede que esto resulte difícil de cuadrar con su consejo político— Lewis no cree que se pueda contener a Irán si efectivamente adquiere capacidad nuclear.

«Durante la Guerra Fría, tanto la Unión Soviética como Estados Unidos tenían armas nucleares, pero ambos sabían que era muy improbable que el otro las usase, debido a aquello que por entonces se conocía como destrucción mutua asegurada. La destrucción mutua asegurada se traducía en que cada bando sabía que si usaba un arma nuclear, el otro contraatacaría y ambos se verían arrasados. Y ese es el motivo por el que durante todo el tiempo que duró la Guerra Fría, incluso en los peores momentos, no había demasiado riesgo de que nadie usase un arma nuclear», explica Lewis.

Pero los mulás «son fanáticos religiosos con una mentalidad apocalíptica. En el islam, como en el cristianismo y el judaísmo, hay un fin de los tiempos; y ellos piensan que está empezando o ya ha empezado”. Así que “la destrucción mutuamente asegurada no es un elemento disuasorio; es un incentivo».

9. Reislamización en Turquía

Otra variable clave en la dinámica de la región es Turquía, país en el que Lewis es especialmente experto. Fue el primer occidental al que se le permitió acceder a los archivos otomanos en Estambul en 1950. Los últimos acontecimientos ocurridos allí le preocupan. «En Turquía, hay un movimiento que tiende cada vez más a la reislamización. El Gobierno la tiene como objetivo; y se ha ido apoderando, muy hábilmente, de un sector tras otro de la sociedad turca: la economía, la comunidad empresarial, la comunidad académica, los medios de comunicación. Y ahora se están haciendo con el control de la judicatura, que en el pasado ha sido el bastión del régimen republicano». Lewis piensa que, dentro de 10 años, Turquía e Irán podrían intercambiar posiciones.

10. Vigilar la propagación del fundamentalismo

De modo que, aun cuando ve a los jóvenes activistas de Oriente Próximo levantarse contra las tiranías que les han oprimido, vigila de cerca la propagación del fundamentalismo islámico. Constituye un desafío especialmente complejo porque no tiene «ningún centro político, ninguna identidad étnica... Es al mismo tiempo árabe y persa y turco y todo lo demás. Se define desde un punto de vista religioso. Y puede contar con el apoyo de personas de cualquier nacionalidad una vez que están convencidas. Eso supone una diferencia importante», afirma.

«Pienso que la lucha continuará hasta que alcancen su objetivo, o bien renuncien a él», concluye Lewis. «Por el momento, ambas cosas parecen igual de improbables».

*Weiss es director adjunto de artículos editoriales de «The Wall Street Journal».

Fuente:abc.es

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