UN tribunal militar israelí ha declarado culpable de homicidio al
soldado de 19 años Elor Azaria. La sentencia se conocerá el próximo día
15 de enero y podría llegar a los veinte años de prisión.
El tribunal consideró probado que el terrorista palestino, que se
hallaba herido en el suelo, no suponía ya un peligro cuando Azaria le
disparó a matar a corta distancia. El terrorista había sido herido
después de acuchillar a un compañero del acusado.
La condena de un tribunal militar a un combatiente propio por una
reacción inmediata tras una acción de guerra ha generado una inmensa
polémica en Israel y dividido profundamente a la opinión pública en un
debate muy enconado como solo se puede dar en una sociedad libre,
abierta y democrática.
Son muchos los que consideran que no se puede condenar a un soldado
por matar al terrorista que hirió a su compañero y habría querido
matarlo también a él. Muchos otros reconocen que Azaria incumplió el
código militar que demanda se respete la vida del enemigo herido,
cautivo e inofensivo.
Pero piden el indulto, dadas las circunstancias atenuantes. Después
están todos los que creen necesario el cumplimiento de una condena como
dique a posibles reacciones similares en situaciones que son por
desgracia frecuentes, dada la agresividad del terrorismo árabe en
diferentes puntos de un frente de guerra israelí omnipresente. Es la
ley.
Así, más allá de la suerte del soldado Elor Azaria, Israel vuelve a dar al mundo un ejemplo inmenso de su grandeza.
Este diminuto país, rodeado de enemigos mortales que viven para
destruirlo, es capaz de mantener en estado de guerra permanente un
Estado de Derecho, una sociedad abierta y plural y una voluntad firme
mayoritaria de respeto a las reglas y los principios legados por sus
mayores fundadores del Estado en 1948.
Ahora que los países europeos, mimados durante décadas, se sumen en
la histeria, la ceguera voluntaria, la cobardía y la manipulación de sus
propias leyes con fines apaciguadores, Israel vuelve a ofrecer al mundo
una hora estelar de dignidad. Como paradigma de la sociedad civilizada
que, rodeada por la barbarie, el oscurantismo y el odio, se da leyes y
las cumple en las condiciones más adversas.
Permanentemente en guerra, con los nervios de sus defensas a flor de
piel, como lo estaban los del jovencísimo soldado Elor Azaria cuando
disparó contra el terrorista ya abatido, Israel no deja nunca de ser el
más sorprendente y glorioso Estado de Derecho.
Tiene hoy todos los problemas de una sociedad moderna, compleja,
próspera y libre surgida en un trozo de desierto convertido con
inteligencia, trabajo, valor y esperanza en un oasis fértil en todos los
campos del trabajo y la inteligencia humana.
Israel ha demostrado en las peores condiciones en menos de setenta años lo que puede hacer el ser humano en aquella región.
Ha dejado en evidencia a todos los países de su región, inmensamente
ricos, grandes y poblados. Pero ante todo deja en evidencia a las
democracias occidentales que deberían protegerlo por ser su mejor
avanzada y mayor bastión en tierras hostiles.
Pero se prestan a vergonzosos acosos contra Israel organizados por
todos sus enemigos. Con un antisemitismo que avanza como seña de
identidad de la izquierda global y en España alcanza nuevas cotas de
miseria y omnipresencia en los medios.
El pensamiento débil de la sociedad cómoda oculta las amenazas reales
en aras de una armonía falsa de la que vive y medra la política del no
pasa nada. Europa amenaza quebrarse y habrá de luchar por su
supervivencia y su alma como espacio de libertad y bienestar.
En esta lucha que no tendrá cuartel habrá de aprender mucho de Israel.
Fuente:periodistadigital.com
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