Malmoe es una paradisiaca localidad de la civilizada Suecia. Elegida en cuarto lugar entre lasciudades verdes
de Europa, cuenta con una orquesta sinfónica y una universidad, una
surtida programación de ópera y teatro, y su equipo de fútbol ha ganado
varias veces la liga nacional. Con varias galerías de arte, a veces se
la denomina la Ciudad Sueca del Arte. Por otra parte, es el principal
puerto nórdico para la importación de coches. ¿Qué más se puede pedir?
Malmoe representa la perfección escandinava, con su avanzado Estado de
Bienestar y su sociedad culta y tolerante. Salvo que seas judío.
La sinagoga de Malmoe se erigió en 1903. Pero de un tiempo a esta
parte lo que más la carecteriza son los apedreamientos de que es objeto.
Esto al menos es lo que nos cuenta el periodista sueco Peter Ljunggren
en el documental Judehatet i Malmö
("Odio al judío en Malmoe"), en el que se pasea por la ciudad tocado
con una kipá y luciendo una estrella de David. A ver qué pasa. Y lo que
pasa es que es acosado, insultado y amenazado.
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Como suele suceder, el antisemitismo se disfraza de antisionismo y está muy vinculado a inmigrantes musulmanes de Oriente Medio. Lo que sirve de excusa para la salida del armario del antisemitismo autóctono.
A través de las experiencias de los judíos que han sufrido acoso, el
documental nos ofrece una situación pavorosa, que está llevando al éxodo judío de la ciudad,
en la que lo peor, sin embargo, no son las amenazas de muerte, los
insultos étnicos y las alusiones a Hitler y Auschwitz que tienen que
soportar en sus vidas diarias los hebreos, sino la sensación de
impotencia y desamparo cuando no hay ningún castigo ni correctivo para
los ofensores. La impunidad que protege a los antisemitas se pone de
manifiesto en el caso de una profesora que tuvo que dejar de impartir
clase porque la dirección del instituto en el que trabajaba hacía caso
omiso de las vejaciones que tenía que soportar por parte de algunos de
sus alumnos, que jamás recibieron una amonestación, un apercibimiento,
un castigo. En Suecia si le dices a un profesor "bastardo" se te cae el
pelo, pero si le llamas "bastardo judío" entonces harán la vista gorda
en aras del multiculturalismo, el tercermundismo y
lo-que-Israel-le-está-haciendo-a-Palestina.
¿Podría ser todo mero victimismo judío? ¿Quizás estamos ante una
posible exageración de una presunta conspiración
judeo-masónica-marxista? Para despejar las dudas Ljunggren luce la kipá y
la estrella de David por las calles de Malmoe. A ver qué pasa. Y lo que
pasa es que efectivamente tiene que soportar comentarios, insultos y
amenazas más o menos veladas: "Judío de mierda", "Judío diabólico", "Os vamos a matar a todos".
Afortunadamente, hay también un atisbo para la esperanza. Un musulmán, Siavosh Derakhti, trabaja para la armonía entre judíos y musulmanes en Suecia denunciando el antisemitismo que se expande entre los más brutos y resentidos de la comunidad islámica.
Al final del documental se pregunta a dos políticas, del Gobierno y
la oposición locales, si siendo judío se puede estar tranquilamente en
Malmoe. La respuesta de ambas es que no. Lo que es especialmente
preocupante porque el problema no reside tanto en los racistas y
xenófobos sino en aquellos que pudiendo implantar una tolerancia cero
contra todas estas conductas hacen todo lo contrario. Así, el anterior
alcalde, el izquierdista Reepalu, acusó a los judíos de la violencia que
padecían porque no habían condenado "los crímenes israelíes en Gaza". Lo que supone convertirse en cómplice pasivo del antisemitismo desde la hipócrita solidaridad con Palestina.
Fuente:libertaddigital.com
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