David Safier (Bremen, 1966) ha
arrancado las sonrisas de lectores de todo el mundo. Solo en Alemania ha
vendido cuatro millones de ejemplares. Pero decidió cambiar
completamente de registro en 28 días, que se desarrolla durante
el levantamiento del gueto de Varsovia de 1943. Mira, la protagonista,
es una joven de 16 años que malvive gracias al estraperlo de alimentos y
que se une a la resistencia. «Tenía tantas ganas de escribir esta
historia que me prohibí pensar en mis lectores más fieles», asegura.
-¿A qué se debe este cambio radical del humor al horror?
-Quería escribir esta historia desde hacía veinte
años. En 1992, cuando era un joven periodista, me pidieron que
pronunciara un discurso sobre el levantamiento del gueto de Varsovia en
la catedral de Bremen. Leí mucho sobre el tema y me fascinó, porque en
ese acontecimiento se puede ver lo peor y lo mejor de lo que es capaz el
ser humano, la mayor grandeza y la mayor cobardía. Cientos de personas
dieron lo mejor de sí mismas, incluso la vida, para que otras se
salvaran, pero algunas se salvaron a costa de entregar a los nazis a sus
propios padres o a sus hijos. La pregunta esencial de esta novela es
¿qué tipo de persona quieres ser, como te comportarías en una situación
así?
-Entre lo peor estaban también los policías judíos que colaboraban con los nazis.
-La policía judía ayudaba a los nazis a mantener el
orden en el gueto y luego colaboró en las deportaciones. Para los
jóvenes judíos era una oportunidad para ganar dinero y, además, pensaban
que de esa manera lograrían seguir vivos. Algunos policías judíos
entregaron a sus propios padres para sobrevivir. Pero es importante
tener en cuenta que incluso los policías judíos eran víctimas de los
nazis.
-Acabaron matando a muchos de ellos.
-Sí, muchos fueron asesinados y algunos cambiaron de
bando y se unieron a la resistencia porque no podían asimilar lo que
estaban haciendo. Es una parte muy importante de la historia del gueto y
por eso hice que el hermano de la protagonista fuera policía.
-Una de las preguntas que se han hecho es por qué los judíos opusieron en general poca resistencia.
-Existe esa imagen de que se dejaron llevar a los
campos de exterminio como animales al matadero, pero espero que los
lectores reconsideren esa idea cuando lean el libro, que cuenta esta
lucha de David contra Goliat, de 1.200 jóvenes judíos que resistieron
durante 28 días a un enemigo brutalmente superior. En primer lugar, los
judíos no se podían imaginar lo que iba a pasar. Incluso para los
miembros de la resistencia en el verano de 1942 la existencia de los
campos de exterminio era inimaginable. En segundo lugar, los nazis nunca
dijeron vamos a mataros a todos. Jugaron la carta de la esperanza. Los
judíos pensaron que algunos podían morir, pero nosotros sobreviviremos.
Los nazis actuaron de manera muy pérfida, cambiaban las reglas
continuamente, en un momento decían que los que tuvieran determinados
papeles podían vivir y a las dos semanas decían que no servían. Los
miembros de la resistencia no decidieron levantarse hasta que perdieron
toda esperanza y comprendieron que el plan era matarlos a todos y que
tan solo estaba en su mano decidir cómo querían morir.
-El tema también le atrajo por su propia experiencia familiar.
-Mi padre sufrió la persecución nazi, escapó de
Austria en 1938, se fue a Palestina y luego a Israel. Mi abuelo fue
asesinado en Buchenwald en 1940, mi abuela murió en el gueto de Lodz, en
Polonia. Fue una experiencia traumática para la familia, que todavía me
influye hoy. En casa nunca se hablaba de eso.
-¿Escribir esta novela ha tenido una función terapéutica para usted?
-Sí, aunque no la escribí por motivos terapéuticos,
pero me ayudó a entender algunos miedos que tengo. Antes de escribirla
tenía pesadillas sobre persecuciones tres o cuatro veces a la semana.
Ahora tengo muchas menos, solo dos o tres al mes. Escribir esta novela
me ha hecho reflexionar también sobre mi herencia judía. He entendido
que la definición de lo que soy no está solo en mis manos.
-¿Le resultó más difícil escribir esta novela que las anteriores?
-Hay dos categorías de dificultad. Si nos referimos
al proceso de escritura es mucho más difícil escribir humor, pero
emocionalmente ha sido mucho más intenso escribir este libro.
-Por sus antecedentes como novelista de humor
se podría haber pensado que abordaría este tema como, por ejemplo, hizo
Roberto Benigni en La vida es bella, pero ha seguido un camino realista.
-Leer sobre el gueto de Varsovia para documentarme
fue una experiencia muy emocional, eran hechos muy dramáticos. Decidí
centrarme en las emociones, el drama y el suspense. Jamás pensé
abordarlo como una comedia, ni me lo planteé. Pero descubrí que se
representaban obras de teatro en el gueto, entre ellas algunas comedias,
antes por supuesto de que se iniciaran las deportaciones masivas. Me
chocó mucho que, bajo esas circunstancias, se escribieran y
representaran comedias.
-¿Qué mensaje tiene su libro?
-No hay un mensaje moral definido. Lo que muestra es
un espectro muy amplio de distintas reacciones y comportamientos
humanos. Los hubo heroicos como el del pedagogo Janusz Korczak, que
decidió morir, a pesar de que podía haberse salvado, para acompañar a
los niños de su orfanato hasta el final. No juzgo, no digo si es bueno o
no tomar las armas, si esto o aquello está bien o mal, sino que dejo
que lo haga el lector.
-Usted ha dicho que en Alemania se enseña lo
que fue el Holocausto ya en las escuelas, pero no desde el punto de
vista de las emociones, de cómo afectó a seres humanos concretos.
-Esa es mi impresión. Seguramente habrá profesores
que lo hagan de una forma diferente, pero como norma general se estudian
los hechos, cómo fueron asesinados los judíos, cómo y cuándo lo
hicieron los nazis. Cuando yo estudiaba sí había un libro que trasladaba
cómo la gente se sentía en esa época, Cuando Hitler robó el conejo rosa,
hoy no hay ninguno parecido que muestre la parte emocional. En todas
las historias que nos enseñan sobre esa época los sentimientos pasan a
un segundo plano, en mi novela lo más importante es la experiencia
emotiva de los personajes.
-¿Quedan historias del holocausto por contar?
-Aún quedan muchas historias del Holocausto
interesantes y fascinantes por contar, que dan otras perspectivas de
los acontecimientos. Le voy a poner ejemplo, una historia sobre la que
he escrito un guion para una película. En 1933 había un joven boxeador
gitano que boxeaba al estilo de Mohamed Alí y tenía mucho éxito con las
mujeres. Disputó el campeonato nacional alemán y, aunque había ganado
claramente a los puntos, los nazis no estaban dispuestos a permitir que
un gitano fuera el campeón de Alemania y decidieron dar la victoria al
oponente. Todo el estadio se rebeló y obligó a los nazis a darle el
título. Al final se lo dieron, pero un día después recibió una carta en
la que le informaban de que ya no era el campeón y tenía que repetir el
combate, dentro de seis semanas, con otro boxeador de una categoría
superior y, además, le decían que su estilo de boxear era antialemán y
tenía que cambiarlo. Sabía que iba a perder el combate, pero lo que hizo
fue pintarse todo el cuerpo y la cara de blanco, teñirse de rubio y
peleó el estilo alemán. Perdió en el séptimo asalto, aunque estuvo a
punto de ganar, pero puso en evidencia a los nazis. Es una historia real
muy interesante porque se ha hablado mucho de los judíos y mucho menos
de los gitanos, que también fueron víctimas del Holocausto. Es una
historia que habla de integridad personal.
-¿Cómo acabó su historia?
-Estaba casado con una alemana y tenía un hijo
pequeño. A pesar de que los amaba mucho, comprendió que si seguía con
ellos los ponía en riesgo y tuvo que abandonarlos. Fue obligado a luchar
en el ejército alemán hasta que acabó en un campo de concentración.
Allí le obligaron a boxear contra los oficiales de las SS y tenía que
perder. Murió en 1944. Parece ser que fue ejecutado después de que
tratara de escapar.
Fuente:Lavozdegalicia.es
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