A los cuatro años, Omer Yankelevitch
vivía en un ambiente laico en su Tel Aviv natal. Treinta y siete años
después, es la primera ministra ultraortodoxa en la historia de Israel.
Una transformación que su familia no imaginaba entonces ni hace escasos
meses cuando el líder de su partido, Benny Gantz, aún era el gran rival del primer ministro en funciones, Benjamin Netanyahu.
Ni siquiera cuando Gantz tomó la decisión de pactar un Gobierno de
unidad. No porque no fuera amplio -36 ministros- sino porque
Yankelevitch ocupaba el puesto 23 en la lista del bloque centrista Azul y
Blanco.
Pero es un número engañoso porque desde el punto de
vista de Gantz, esta elegante abogada se encuentra en una posición más
elevada debido a que es una de sus personas más allegadas siendo parte
del equipo fundacional de su partido que posteriormente se integró en Azul y Blanco a finales del 2018.
Más de 500 días de bloqueo político finalizaron el domingo cuando los ministros tomaron posesión comprometiéndose a respetar las leyes del Parlamento. Yankelevitch añadió que lo haría también "con la ayuda de Dios".
Y de Gantz, su gran mentor. Si hay algo que irrita, con razón, a la nueva ministra es el aluvión de rumores
que desde hace meses inundan las redes sociales sobre su supuesta
relación amorosa con el ex jefe del Ejército. "Se trata de un malvado
chisme. Benny Gantz y yo trabajamos juntos, nuestras familias son amigas
y tenemos relaciones laborales y de amistad. Admito que no es agradable
escuchar estos rumores y ser señalada como objetivo y a veces tengo
noches en blanco pero he aprendido a afrontarlo", afirmó Yankelevitch en
el diario 'Yediot Ajaronot'.
Según ella, atacarla es una forma
de intentar dañar a Gantz. A la pregunta de si paga un precio por su
apariencia física, contesta: "No lo sé ni me ocupo de ello. Es
lamentable que una mujer de un sector minoritario logre un avance y deba
pagar peajes ya que además puede disuadir a otras mujeres que vengan
detrás de mí. En lugar de reforzar a una mujer que ha hecho un largo y
complejo camino, se la debilita. Es doblemente lamentable que a veces
esto lo hagan otras mujeres".
Omer Yankelevitch |
De la bohemia al temor de Dios
Cuando
tenía cinco años, su padre, Yaacov, un actor de teatro yidish (idioma
de los judíos ashkenazíes de Europa Central y del Este) y su madre, Adi,
una enfermera en un psiquiátrico, empezaron un proceso espiritual que
acabó en una vida muy devota. De ser parte de la bohemia de Tel Aviv, su familia se convirtió en 'jaredí' (temerosa de Dios) trasladándose a la localidad vecina de Bnei Brak con clara mayoría religiosa.
Educada
con la 'halajá' (ley religiosa judía) como elemento básico y como
muchas mujeres de las nuevas generaciones de su sector, Yankelevitch no
dudó en tener una carrera como tampoco duda ahora en alentar a sus
hijos a estudiar y trabajar en lo que desean sin dar la espalda a su fe.
Tras estudiar en seminarios religiosos en Israel y Gran Bretaña y dar clases de hebreo en Moscú, se licenció en la Universidad de Cambridge.
De vuelta en Israel, se graduó en Derecho en cursos específicos para
su sector donde se respeta la separación de alumnos y alumnas. Según
ella, se trata de una norma aceptaba por las chicas y no es
discriminatoria tal y como denuncian organizaciones feministas
israelíes.
"La marginación de mujeres es condenable y contra lo
que yo he luchado siempre pero la separación de género no lo es. Los que
luchan contra el estudio de mujeres y hombres por separado en el sector
'jaredí' dañan a la mujer ya que evitan que avance, tenga formación y
desarrolle una carrera", se justifica Yankelevitch sobre uno de los
debates en una sociedad dividida en grandes grupos y temas cardinales
como la religión y el Estado. Permitir al sector
ultraortodoxo (un 12% de la población israelí) seguir sus normas a
rajatabla para fomentar su integración laboral y académica o imponer
límites en la esfera pública para garantizar valores universales.
Rompiendo estereotipos
Esta moderna ultraortodoxa tampoco escapó de la crítica de muchos en su sector que no ven con buenos ojos que una mujer muy religiosa sea diputada en una Knésset donde los dos partidos ultraortodoxos
no incluyen mujeres en sus listas. El contraste entre sus diputados y
Yankelevitch reflejan los enormes matices en un sector que sin embargo
parece homogéneo desde la distancia social y lejanía visual.
Entre
el 2006 y 2015, Yankelevitch ejerció de ayudante legal del juez Ram
Winograd y fue muy activa en asuntos sociales centrándose en la ayuda a
mujeres religiosas. En una actividad de su asociación conoció a Gantz.
En
el último año marcado por tres elecciones, su nombre solía aparecer en
las quinielas políticas como la jugadora que cambiará de equipo para dar
a Netanyahu la mayoría (61 diputados) sin necesidad de pactar con Gantz
y darle media legislatura al frente del Ejecutivo. Pero Yankelevitch
permaneció fiel a Gantz, que al final se llevó medio equipo de Azul y
Blanco a la aventura con Netanyahu bajo el pretexto del coronavirus.
La
rumorología indica la existencia de una comprometedora información
sobre ella y Gantz como forma de chantajearle. "Si se me pudiera
chantajear no hubiera entrado en política. Omer Yankelevitch hizo
actividades parlamentarias fantásticas y será una magnífica ministra de
la Diáspora. Es y seguirá siendo una amiga cercana. No permitiré que
este chismorreo barato me influya", responde Gantz a Uvda (Canal 12).
Yankelevitch
vive en un barrio de corte ultraortodoxo anglosajón en Beit Shemesh
(cerca de Jerusalén) con su marido Yaron, nacido en EEUU, y sus cinco
hijos. Uno de ellos es soldado, lo que desafía otro estereotipo en un sector que se resiste de forma amplia a servir en el Ejército en detrimento de los estudios de la Torá.
Aunque su función ministerial se centrará en la relación con la Diáspora judía, formada por casi ocho millones,
Yankelevitch no renuncia a la acción social "para crear nuevos puentes y
oportunidades". La suya ha llegado de forma inesperada.
Fuente:elmundo.es
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