Hace ya tiempo que la 'guerra' entre Israel e Irán está en curso. Comenzó como acciones 'secretas' llevados a cabo por los servicios de inteligencia: asesinato de científicos, espionaje, virus informáticos... pero ahora el conflicto amenaza con estallar en el plano militar. Todo indica que la fase "secreta" ha terminado.
Así lo cree el Secretario de Defensa estadounidense, según manifestó el propio Leon Panetta la pasada semana. Es más que "probable" que Israel se decida a atacar militarmente al país persa en la primavera de 2012. A pesar de que Israel cuenta con uno de los Ejércitos más preparados del mundo, ¿cómo afronta un posible bombardeo en territorio iraní? ¿Puede, militarmente, atacarlo? ¿Qué probabilidades de éxito hay?
En este sentido, resulta revelador el reportaje publicado por Time, que responde de manera negativa a estas preguntas. El primer problema que se plantea es meramente estratégico y de extensión geográfica. El régimen islámico ha esparcido sus instalaciones nucleares a lo largo y ancho de todo el vasto país -tres veces superior a España- y las más importantes de ellas están bajo tierra.
Israel cuenta con un importante arsenal de bombas revienta búnkeres, que podrían penetrar el hormigón o la piedra que protege las matrices de las centrifugadoras nucleares de la planta de Natanz, 250 kilómetros al sur de Teherán. Con las GBU-28 podría llevarlo a cabo. Pero el verdadero problema continúa siendo la planta de Fordo, centro de todas las preocupaciones israelíes. Los informes aseguran que en este enclave excavado en una montaña y protegido por la defensa antiaérea -cercano a la ciudad chií de Qom- es donde verdaderamente Irán está enriqueciendo uranio a mayor escala. Y ahí no son suficientes las GBU-28. Sólo la Fuerza Aérea de Estados Unidos cuenta con el inventario militar efectivo para penetrar en ella.
Por otro lado, si Israel se decide a bombardear dichas plantas, tal y como indican los informes, no tiene a su disposición el soporte de una base cercana en la que poder repostar. El país cuenta con F-15 I Raam, F-16 de escolta, y una nutrida flota de drones (aviones no tripulados), que aguantarían el trayecto hasta Teherán desde Jerusalén (repostan cada 2.500 kilómeros, y la distancia entre ambas ciudades es de 1.600 kilómetros) pero no podrían hacerlo durante un tiempo muy prolongado.
Time señala que sería difícil que esta flota pueda repostar en el aire durante las largas semanas que duraría el conflicto, yendo y viniendo al territorio israelí. Por lo tanto, esto obligaría al país hebreo a apostar por un ataque corto y efectivo contra las instalaciones nucleares, que sólo mermaría el avance del programa nuclear iraní, pero no acabaría con él. La mayor parte de las plantas quedarían intactas. Según las fuentes consultadas por el semanario, este ataque retrasaría su avance, de ocho meses a dos años. Pero no acabaría con el problema.
Para mantener el objetivo de devastar las instalaciones nucleares iraníes, Israel debería contar con el apoyo militar de Estados Unidos, bombardeando con misiles y desde aviones. Y parece que aún así, sería necesaria una invasión por tierra para culminar la destrucción, algo que desembocaría en la guerra total, y por el momento, contaría con el rechazo norteamericano.
La respuesta de Irán
En el supuesto hipotético de que Israel bombardeara las estratégicas plantas nucleares del país persa, este respondería con misiles de largo alcance Shahab-3 contra Israel. El impacto y las consecuencias son desconocidas. Pero todo indica que, de producirse, Irán no estaría solo. Echaría mano de sus aliados para atacar territorio israelí, lo que sí pondría en serios problemas al país, dada la cercanía territorial de Líbano (desde donde atacaría Hezbolá) o de Palestina (donde Hamás ha dado sobradas muestras de poder infligir severos daños en territorio israelí). Además, no es descabellado contar con una posible contribución de Siria, que vería en un ataque de Israel a Irán la excusa perfecta para resolver sus conflictos internos apelando al antiimperialismo y la unión musulmana. Excusa que emplearían grupos terroristas ávidos de aniquilar a Israel para atacar objetivos israelíes y judíos de todo el mundo.
Por otra parte, el hipotético ataque israelí traería como primera consecuncia el cierre definitivo del Estrecho de Ormuz por parte de Irán, y el caos subsiguiente por el crudo en todo el mundo. No es descartable, incluso, que el régimen islámico tratara de ahogar las exportaciones saboteando refinerías y oleoductos en territorio saudí.
Ante estas dificultades Benhamin Netanyahu, Moshe Yaalon y Ehud Barak continúan analizando la conveniencia de la operación.
Fuente:libertaddigital.com
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