Esa cifra impactante de sólo 9.000 la dio el presidente de la Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela (CAIV), Salomón Cohen Botbol, en septiembre de 2010. Junto con tres poderosas razones: las pésimas perspectivas económicas del país, sus pavorosos niveles de criminalidad y el virulento antisemitismo del Espadón de Barinas, tan amigacho él del tarado Ahmadineyad.
La Venezuela chavista es uno de los países más corruptos del mundo y el más corrupto de Iberoamérica; uno de los menos libres del mundo en términos económicos, sólo superado en la región por su hermana mayor, la Cuba de los infames Castro; uno de los peores países del mundo para invertir –y de nuevo aquí el peor de su clase americana–. No es de extrañar, por tanto, que se le fuguen los cerebros, sobre todo a Colombia y Estados Unidos, el colmo de los colmos para el mamarracho bolivariano.
Durante un viaje reciente a Bogotá [escribe Matthew Fishbane en un extraordinario reportaje para el muy recomendable Tablet Magazine] (...) descubrí que las zonas más acomodadas de la ciudad estaban repletas de una suerte de super-refugiados. [Éstos] eran principalmente venezolanos ricos que dejaban atrás una situación cada vez más caótica en su país natal: ejecutivos del sector petrolero expulsados a patadas durante la nacionalización, industriales frustrados por la corrupción y el entorno hostil a los negocios, emprendedores exitosos (...) desplazados por una oligarquía de nuevo cuño y estilo ruso leal al presidente (...) Esos transterrados, muchos de ellos judíos, llegaron a la capital de Colombia y prosperaron porque tenían cualidades extraordinarias y valiosas conexiones internacionales (...)
En cuanto a la inseguridad, los números son tan sobrecogedores que ni siquiera parecen falsos. ¿A quién se le iba a ocurrir inventarse en 2007 que Caracas era estadísticamente más peligrosa que la Bagdad en guerra? En 2008 Foreign Policy la catalogó como "la ciudad más peligrosa del mundo", con 130 asesinatos por cada 100.000 habitantes, tasa estupefaciente que algunos expertos consideraban se quedaba corta y situaban en 160/100.000 y que Fishbane empuja hasta un abracadabrante 200/100.000 en su reportaje de hace un par de semanas. El 7 de enero Globovisión informaba de que el número de muertes violentas en la capital del país ascendía a 119 en lo que iba de año. Un dato espeluznante más: según el Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV), en los doce primeros años de chavismo (1998-2010) Venezuela registró 123.091 homicidios, de los que 100.045 quedaron impunes, tal y como refirió en su momento el director del OVV, Roberto Briceño, a los periodistas españoles Juan Pablo Cardenal y Heriberto Araújo. De acuerdo con el OVV, 2011 fue "el año más violento" de la historia venezolana, con 19.336 asesinatos (14.786 más de los registrados en 1998) y una tasa de 67/100.000. En 2006-08, la tasa española de homicidios fue de 1,02/100.000.
Por último pero no en último lugar, el antisemitismo chavista, vociferante y violento. En 2004 y 2007 las fuerzas de seguridad (¡sic en el país de las tremebundas estadísticas de arriba!) asaltaron Hebraica, una de las más importantes instituciones socioculturales de la comunidad judía venezolana. En busca de armas y de vínculos con el Mossad israelí. Nada encontraron. (Por cierto, el asalto de 2007 coincidió con la celebración del referéndum por la reforma constitucional en el que Chávez mordió el polvo). En 2009 la CAIV denunció 200 ataques antisemitas, el más notorio de los cuales fue la profanación de la principal sinagoga caraqueña, por la que fueron detenidos siete policías. Ese mismo año Chávez rompió relaciones diplomáticas con Israel, al que acusó de "asesino y genocida" por su campaña antiterrorista Plomo Fundido sobre Gaza. En 2010, luego del asalto israelí al buque pseudopacifista Mavi Marmara, el Gorila Rojo volvió a condenar –"desde el fondo de mi alma y de mis vísceras"– al Estado hebreo: "¡Maldito seas, Estado de Israel! ¡Maldito seas! ¡Terrorista! ¡Asesino!". Ese mismo año, la Organización de Estados Americanos (OEA) alertó de las amenazas que se podrían cerner "sobre la vida y la integridad física" de los judíos venezolanos. Ese mismo año, el número de judíos venezolanos que hizo aliá se incrementó espectacularmente: un 280% con respecto a 2009.
En 2011, la periodista Cristina González leyó pasajes de los Protocolos de los Sabios de Sión en su programa de la Radio Nacional de Venezuela. En 2012, Matthew Fishbane se hizo con un ejemplar en español de esa basura antisemita a las meras puertas del Palacio de Miraflores ("después de regatear un rato, por menos de una tercera parte de los 35 bolívares" que le pedían).
"Es una lástima: Venezuela es un país que nunca tuvo la menor resistencia religiosa a los judíos. Por el contrario: ha habido tolerancia y simpatía", le refirió años atrás el intelectual venezolano Ibsen Martínez a su colega mexicano Enrique Krauze, biógrafo de Hugo el Golpista. "Chávez no sabe lo que está removiendo allí". "Quizá sí lo sabe", opuso Krauze. "Y por eso lo hace" (v. El poder y el delirio, pp. 112-113).
Chávez, tremendo tumor maligno que socava la libertad en buena parte de Hispanoamérica, es un antisemita de los de ahora (esa manera suya de singularizar a Israel hace de éste un Estado paria, apestado, el judío de entre las naciones) y de los de antes, por eso brama contra "los descendientes de los que mataron a Cristo" y quiere su país libre de judíos, Judenrein, como lo quería su mentor Norberto Ceresole, argentino, el totalitario perfecto: fachoso carapintada, negacionista del Holocausto y discípulo del nazi Karl Haushofer, fue igualmente montonero y miembro de la Academia de Ciencias de la URSS; y representante de Hezbolá en Madrid. Lo dicho, el totalitario perfecto. Entre sus obras se cuentan Terrorismo fundamentalista judío, donde "relanzó la teoría de una conspiración judía internacional activamente empeñada en dominar Latinoamérica", y Caudillo, ejército, pueblo, donde el prota es su querido Hugo el Conquistador y se dice que en la actualidad, en Hispanoamérica, "una verdadera revolución sólo puede realizarse uniendo tres elementos: caudillo, Ejército y pueblo", según sintetiza Krause en El poder y el delirio (pp. 88 y 111). Qué parecido suena eso al Ein Volk, ein Reich, ein Führer de la Alemania nazi. Por cierto, "si Hitler y Mussolini hubieran triunfado, eso hubiera sido una gran ventaja para países como los nuestros", confesó el tipejo a Antonio Garrido, autor de Mi amigo Chávez. Conversaciones con Norberto Ceresole.
Ceresole, felizmente muerto, no podrá ver cumplido el sueño de su caudillo. ¿Quizá sí el abominable Ahmadineyad en su próxima visita a la República Bolivariana? Una razón más para que los venezolanos lo manden al basurero de la historia en las elecciones del próximo 7 de octubre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario