¿Por qué se produjo la guerra Israel-Gaza? Principalmente, por la ocupación, dijeron Hamás y muchos otros en los medios.
¿Qué ocupación? Hace siete años, a la vista del mundo
entero, Israel salió de Gaza. Desmanteló todos y cada uno de los
asentamientos, retiró a todos y cada uno de sus soldados, evacuó a todos
los judíos y no dejó nada ni a nadie tras de sí. Salvo los invernaderos
en que los colonos producían frutas y verduras para la exportación: ahí
se quedaron, intactos, para ayudar a la economía de Gaza, pero fueron
arrasados en cuanto los palestinos se hicieron con el control del
territorio.
Israel declaró entonces internacional su frontera con Gaza, lo que
significa que renuncia a cualquier reclamación sobre el territorio y que
lo considera una entidad independiente.
En efecto: Israel había creado el primer Estado palestino de la historia,
algo que nunca concedieron los correligionarios musulmanes: ni los
turcos otomanos ni los egipcios que ocuparon brutalmente Gaza durante
dos décadas, antes de ser expulsados por Israel en la Guerra de los Seis
Días (1967).
Israel no quería nada más que vivir en paz con esa entidad palestina
independiente. Después de todo, el mundo le había exigido incesantemente
que intercambiara paz por territorios. Israel renunció a la tierra pero no obtuvo paz alguna.
Los palestinos de Gaza no correspondieron sino que votaron a Hamás, que
enseguida dio un golpe de estado y convirtió su Palestina libre en un
campamento desde el que librar la guerra contra Israel.
Y guerra ha habido desde entonces. Interrumpida de vez en cuando por treguas ocasionales. Pero para Hamás una tregua –hudna– no es sino una táctica para fortalecerse con vistas al próximo enfrentamiento.
Nunca pretendió la paz.
¿Pero por qué, si Gaza ya no padece ocupación alguna?
Porque Hamás considera que todo Israel es territorio ocupado.
Que Israel es ilegítimo, un cáncer, un crimen contra la humanidad, por
citar a los líderes del principal padrino y proveedor de armas de la
referida organización terrorista palestina, Irán.
El objetivo abiertamente declarado de Hamás es "liberar" –es decir,
destruir– Tel Aviv y el resto del Israel pre 1967. De hecho, esa es la raison d'être de Hamás.
En un primer momento, Hamás mató judíos mediante campañas de atentados suicida. Después de que Israel construyera una barrera prácticamente impenetrable, recurrió al lanzamiento indiscriminado de proyectiles contra civiles en zonas populosas.
¿Qué esperaba sacar Hamás de esta última andanada de ataques, que
empezó con el lanzamiento de unos 150 cohetes sobre territorio israelí?
Pues traducir los avances estratégicos que había conseguido
recientemente en un nuevo statu quo con Israel, más favorable a sus intereses.
La cuestión es como sigue. El nuevo poderío de Hamás descansa sobre dos pilares. El primero de ellos son sus nuevos proyectiles, sobre todo los Fajr 5,
contrabandeados desde Irán y que pueden alcanzare Tel Aviv,
Jerusalén... y, en definitiva, la mitad de la población israelí. El
segundo tiene que ver con los cambios registrados en el panorama
regional: como consecuencia de la Primavera Árabe y la regresión islamista que padece Turquía, Hamás ahora cuenta con el patrocinio y apoyo de importantes Estados del Medio Oriente.
Durante 60 años, la no árabe Turquía fue un fiable aliado de Israel. El giro funesto dado por el premier islamista, Recep Erdogán,
alcanzó su apogeo el otro día, cuando calificó a Israel de Estado
terrorista. En cuanto a Egipto, hoy en día está en manos de la propia
matriz de Hamás, la Hermandad Musulmana. A todo esto, en su reciente visita a Gaza el emir de Qatar prometió un desembolso de 400 millones de dólares.
El objetivo de Hamás era garantizarse que no sufrirán
nuevos ataques ni su cúpula dirigente, ni sus arsenales, ni sus
plataformas de lanzamiento ni el resto de los componentes de su
infraestructura terrorista. El levantamiento del bloqueo militar israelí
permitiría la entrada masiva de armas nuevas y todavía
más letales. En otras palabras: lo que quería Hamás era inmunidad e
inviolabilidad, para que llegado el momento pueda reanudar la guerra en
unas condiciones aun más favorables.
Otra hudna más, sí; si bien ésta pergeñada por Egipto y
Turquía, potencias regionales a las que Israel debe cuidarse de ofender.
Un nuevo paréntesis, hasta que la Gaza de Hamás se convierta en la versión meridional del Líbano de Hezbolá, que con sus 50.000 proyectiles de origen sirio e iraní puede disuadir cualquier ataque preventivo de Israel.
En el alto el fuego del pasado día 21, Israel parece haberse resistido
exitosamente a tales exigencias, si bien puede que haya ciertos cambios,
cosméticos, en el embargo sobre la Franja. Así pues, ante cualquier
choque futuro, Israel seguirá partiendo con ventaja. Israel ha vuelto a defenderse exitosamente.
Pero habrá una nueva ronda de hostilidades, tan seguro como que tras la noche viene un nuevo día. Hamás se encargará de que así sea.
© The Washington Post Writers Group
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Fuente:libertaddigital.com
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