Oskar Schindler fue un empresario alemán que salvó a unos 1.200 judíos del Holocausto. Su modus operandi consistía en contratarlos para una fábrica de artículos situada en Polonia que abastecía al ejército nazi durante la Segunda Guerra Mundial. La gran pantalla se encargaría de llevarlo a la fama a través de la laureada película «La lista de Schindler», dirigida por Steven Spielberg. Pero el de Schindler no es el único caso de altruismo durante este terrible periodo de la historia. En el blog «Rescoldos en la Trébede» podemos leer la increíble hazaña de Arturo Castellanos, un diplomático salvadoreño que salvó a unos 40.000 judíos del exterminio nazi.
Castellanos murió hace 34 años sumido en la pobreza; su historia permanecía en el olvido hasta que en 1999 el historiador Carlos Cañas-Dinarte encontró copia de unos reveladores documentos en los archivos nacionales de San Salvador y se ordenó una investigación que concluyó con la concesión del título de «Justo entre las Naciones» por Yad Vashem en 2010.
José Arturo Castellanos Contreras, ése era su nombre completo, ocupó una de las jefaturas del Estado Mayor en su país hasta que el gobierno de Maximiliano Hernández Martínez lo envió a Europa en los años treinta con la misión de comprar armas. De aquel viaje no regresó porque Hernández Martínez lo veía como un rival político y prefirió nombrarlo cónsul general en Liverpool, Inglaterra. Después fue designado diplomático en Hamburgo y finalmente acabó en Ginebra, donde se hizo amigo del empresario húngaro Gyorgy Mandl, pieza fundamental de esta historia.
Mandl tenía ascendencia judía y para protegerlo de la amenaza nazi, Castellanos lo nombró primer secretario del consulado asignándole nacionalidad salvadoreña. Este fue el comienzo de un largo e intenso proceso de expedición de salvoconductos que se extendió a otros miles de húngaros de confesión judía, que de otra forma habrían acabado en campos de concentración alemanes.
Fuente:abc.es
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