El régimen islámico de Alí Jamenei está empezando a pagar muy caro su enfrentamiento con la comunidad internacional acerca de su programa nuclear. La política de ocultación que el país de los ayatolás lleva desarrollando desde hace casi treinta años en materia nuclear condujo a una serie de sanciones por parte del Consejo de Seguridad de la ONU que comienzan a surtir efecto. La escasa colaboración del gobierno de Ahmadineyad con la Agencia Internacional de la Energía Atómica se tradujo en una serie de embargos y restricciones que comenzaron en 2006 y ya están haciendo una mella fundamental en la economía persa.
La Unión Europea acaba de aprobar sanciones sobre el crudo iraní que vendrán a minar aún más su ya maltrecha economía mientras Estados Unidos aprueba vetos sobre varios bancos iraníes, limitando sus capacidades de comercio internacional. Desde Teherán se utiliza un lenguaje bipolar: por un lado, aseguran que están listos para una nueva ronda de negociaciones del G5+1 sobre su programa nuclear mientras que, simultáneamente, amenazan con cerrar el Estrecho de Ormuz al tránsito de petróleo. La situación, sin embargo, se tensa por momentos, con Sarkozy y Cameron acusando al régimen de Ahmadineyad de vender armas a Siria a través de Hezbollah. Los movimientos estratégicos no se han hecho esperar, además de la quinta flota estadounidense con base en Bahrein, hace unos días llegaron a la zona del Golfo refuerzos americanos, ingleses y franceses, advirtiendo a Jamenei que el cierre del Estrecho es una línea que no debe cruzar.
Mientras tanto, en Irán, el descontento social aumenta a medida que los precios de los productos básicos crecen descontroladamente. El rial iraní se ha depreciado casi en un 80 por ciento en apenas dos meses mientras la inflación supera el 20 por ciento. Si bien la moneda se había venido depreciando en los últimos meses, los desplomes recientes parecen haberse producido por el anuncio estadounidense de penalizar a aquellas compañías que negocien con el Banco Central de Irán. Parte de la población está adquiriendo dólares o invirtiendo en oro, retirando sus ahorros de depósitos bancarios que prometen hasta el 21 por ciento de interés anual.
En las calles de Teherán ha aflorado un mercado negro de cambio de divisas que está en pleno apogeo aprovechándose de la artificial fijación de cambio por parte del gobierno. Así, el dólar se está cambiando en las calles a 18.000 riales, mientras el cambio oficial del gobierno se fija en unos 14.000. El negocio está claro, las empresas compran dólares al cambio oficial en los bancos y los venden en el mercado negro con más de un 20 por ciento de beneficios, en un ciclo sin fin. De hecho, desde hace varios días, la policía iraní ha comenzado a tomar medidas contra estos puestos ilegales de cambio.
España, por su parte, importa de Irán el 15 por ciento del crudo que consume y será uno de los principales afectados por el embargo de la Unión Europea. Sin embargo, desde las petroleras españolas y desde el propio gobierno se asegura que es posible conseguir fuentes de petróleo alternativas. Los análisis de diversas instituciones financieras desvelan escenarios con subidas del crudo entre un 20 por ciento y un 40 por ciento en caso de un conflicto bélico con Irán que, de momento, se queda en escalada retórica de acusaciones mutuas.
La situación económica de Irán comienza a ser insostenible debido a la presión internacional. Esto, unido a la pérdida de confianza del líder supremo Jameni en el presidente Ahmadineyad, puede conducir a Irán a un cambio de rumbo en su política nuclear. Sus amenazas de cerrar el Estrecho de Ormuz pueden ser los últimos coletazos de un ciclo político y los aspavientos finales del que se sabe perdido. O eso deseamos, porque si Teherán no reacciona, las sanciones no cesarán y la situación social no hará más que empeorar. Claudicar, guerra o revolución social. La pelota está en el tejado persa.
Fuente:libertaddigital.com
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