¿Quiénes son los judíos, esos singulares individuos que vienen siendo el centro de atención de la humanidad desde hace casi 6.000 años, y que, pese a las adversidades que han sufrido, han contribuido al desarrollo humano como ningún otro pueblo? |
Desde la refundación de Israel, el significado de ser judío ha tomado un nuevo cariz, puesto que hay israelíes que no son judíos y hay millones de judíos que no son israelíes. Esa unión étnico-religiosa que caracterizó a la nación israelita de la diáspora está tomando un nuevo rumbo.
Existe, evidentemente, un factor genético, transmitido ancestralmente. Desde la perspectiva talmúdica, para ser judío hay que nacer de madre judía. Pero el judaísmo también acepta la conversión; de hecho, grandes rabinos, exégetas y místicos fueron conversos, o descendientes de conversos: por ejemplo, el rabí Akiva. De manera que los judíos por elección son tan judíos como los que lo son desde la cuna.
No existe pueblo que se haya mezclado más con los demás. Hace 3.000 años había tantos judíos como chinos. Considerando todas las masacres y desgracias padecidas por los judíos, más aquellas que afectaron a la humanidad en general, debería haber por lo menos 300 millones de judíos; pero su número apenas llega a los trece millones: y es que la mayoría se diluyó en otras culturas.
Siendo un grupo tan reducido, su significativa relevancia es desproporcionada. Es su influencia en ámbitos como el cultural y el científico lo que hace que parezca que los judíos son más de los que de hecho son.
Muchos europeos tienen sangre judía. Sus mismos apellidos son una revelación ineludible. El Schwartz alemán y el Suárez español son apellidos que comparten su origen judío.
La controversia acerca de quién sea judío ha llevado también a la pregunta opuesta: ¿quién no lo es? Tanto la una como la otra han dado lugar a incontables argumentos, estudios, observaciones y revelaciones.
En una entrevista de Luis Amiguet a Sergio Della Pergola, profesor de Demografía Judía de la Universidad de Jerusalén, para La Vanguardia de Barcelona se descubren datos novedosos acerca del presente y el futuro del pueblo judío.
"Cada vez hay menos judíos en el mundo, y son más viejos", afirma Della Pergola, un judío italiano que emigró a Israel. De acuerdo con el profesor, "judío es quien se reconoce judío".
Esta definición, que difiere de la talmúdica, es la que acabará predominando; entre otras cosas, porque, recordemos, existen judíos antisemitas como Noam Chomsky y judíos antiisraelíes como George Soros y David Axelrod. A su vez, existen israelíes que reniegan de todo vínculo religioso con el judaísmo, y hay judíos ultra-ortodoxos, como los miembros de Neturei Karta, que no reconocen la existencia de Israel. En contraparte, existen gentiles sionistas que se sienten identificados con los judíos y con Israel. Y, claro, están los israelíes no judíos: cristianos, musulmanes, budistas o ateos, que forman parte activa de la sociedad israelí.
En Israel se convierten anualmente al judaísmo unas 1.500 personas. La cifra no parece significativa, pero no olvidemos que el judaísmo no hace proselitismo. Quien quiera hacerse judío será bienvenido, pero que nadie espere que el rabino vaya a ir a buscarle. La convicción, para ser legítima, tiene que brotar de uno mismo. Y la conversión implica observancia plena de las leyes y costumbres judías.
Las tergiversaciones acerca de quién sea judío, o qué sea serlo, surgen del hecho de que, en los últimos dos mil años, quienes definían lo judío eran los no judíos. Hoy, en cambio, tal y como explica Della Pergola, son los propios judíos quienes dirimen la cuestión.
Hay judíos de padre y madre judíos que no se consideran judíos. Según la ley mosaica, son cien por ciento judíos, pero están en su derecho de elegir lo que quieren ser. Sea como fuere, no deja de ser irónico el que tanto los judíos como los judeófobos los consideren judíos. Hitler no perdonó a nadie con ascendencia judía hasta la quinta generación.
La tasa de crecimiento de la población judía es negativa; y en Israel, por cada cuatro niños árabes nacen 2,7 judíos. La idea de los musulmanes es dominar Israel y el mundo a través del crecimiento demográfico. Para 2020, uno de cada tres austríacos será musulmán. Austria, la cuna de Hitler y de la mayoría de los jerarcas nazis que clamaban por la supremacía aria, será de las primeras en caer bajo el dominio étnico-religioso árabe.
Demografía, identidad y territorio son los tres vectores que definen el futuro de un pueblo. La globalización económica es imparable, pero los vientos de la identidad soplan en muy otras direcciones: cada vez somos y necesitamos más a nuestro grupo, dice Della Pergola. De ahí que el número de judíos ortodoxos y tradicionalistas esté aumentando tanto en Israel como en el resto del mundo.
© Diario de América
Existe, evidentemente, un factor genético, transmitido ancestralmente. Desde la perspectiva talmúdica, para ser judío hay que nacer de madre judía. Pero el judaísmo también acepta la conversión; de hecho, grandes rabinos, exégetas y místicos fueron conversos, o descendientes de conversos: por ejemplo, el rabí Akiva. De manera que los judíos por elección son tan judíos como los que lo son desde la cuna.
No existe pueblo que se haya mezclado más con los demás. Hace 3.000 años había tantos judíos como chinos. Considerando todas las masacres y desgracias padecidas por los judíos, más aquellas que afectaron a la humanidad en general, debería haber por lo menos 300 millones de judíos; pero su número apenas llega a los trece millones: y es que la mayoría se diluyó en otras culturas.
Siendo un grupo tan reducido, su significativa relevancia es desproporcionada. Es su influencia en ámbitos como el cultural y el científico lo que hace que parezca que los judíos son más de los que de hecho son.
Muchos europeos tienen sangre judía. Sus mismos apellidos son una revelación ineludible. El Schwartz alemán y el Suárez español son apellidos que comparten su origen judío.
La controversia acerca de quién sea judío ha llevado también a la pregunta opuesta: ¿quién no lo es? Tanto la una como la otra han dado lugar a incontables argumentos, estudios, observaciones y revelaciones.
En una entrevista de Luis Amiguet a Sergio Della Pergola, profesor de Demografía Judía de la Universidad de Jerusalén, para La Vanguardia de Barcelona se descubren datos novedosos acerca del presente y el futuro del pueblo judío.
"Cada vez hay menos judíos en el mundo, y son más viejos", afirma Della Pergola, un judío italiano que emigró a Israel. De acuerdo con el profesor, "judío es quien se reconoce judío".
Esta definición, que difiere de la talmúdica, es la que acabará predominando; entre otras cosas, porque, recordemos, existen judíos antisemitas como Noam Chomsky y judíos antiisraelíes como George Soros y David Axelrod. A su vez, existen israelíes que reniegan de todo vínculo religioso con el judaísmo, y hay judíos ultra-ortodoxos, como los miembros de Neturei Karta, que no reconocen la existencia de Israel. En contraparte, existen gentiles sionistas que se sienten identificados con los judíos y con Israel. Y, claro, están los israelíes no judíos: cristianos, musulmanes, budistas o ateos, que forman parte activa de la sociedad israelí.
En Israel se convierten anualmente al judaísmo unas 1.500 personas. La cifra no parece significativa, pero no olvidemos que el judaísmo no hace proselitismo. Quien quiera hacerse judío será bienvenido, pero que nadie espere que el rabino vaya a ir a buscarle. La convicción, para ser legítima, tiene que brotar de uno mismo. Y la conversión implica observancia plena de las leyes y costumbres judías.
Las tergiversaciones acerca de quién sea judío, o qué sea serlo, surgen del hecho de que, en los últimos dos mil años, quienes definían lo judío eran los no judíos. Hoy, en cambio, tal y como explica Della Pergola, son los propios judíos quienes dirimen la cuestión.
Hay judíos de padre y madre judíos que no se consideran judíos. Según la ley mosaica, son cien por ciento judíos, pero están en su derecho de elegir lo que quieren ser. Sea como fuere, no deja de ser irónico el que tanto los judíos como los judeófobos los consideren judíos. Hitler no perdonó a nadie con ascendencia judía hasta la quinta generación.
La tasa de crecimiento de la población judía es negativa; y en Israel, por cada cuatro niños árabes nacen 2,7 judíos. La idea de los musulmanes es dominar Israel y el mundo a través del crecimiento demográfico. Para 2020, uno de cada tres austríacos será musulmán. Austria, la cuna de Hitler y de la mayoría de los jerarcas nazis que clamaban por la supremacía aria, será de las primeras en caer bajo el dominio étnico-religioso árabe.
Demografía, identidad y territorio son los tres vectores que definen el futuro de un pueblo. La globalización económica es imparable, pero los vientos de la identidad soplan en muy otras direcciones: cada vez somos y necesitamos más a nuestro grupo, dice Della Pergola. De ahí que el número de judíos ortodoxos y tradicionalistas esté aumentando tanto en Israel como en el resto del mundo.
© Diario de América
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