No podemos ni imaginar cómo se sienten Aviva y Noam Shalit, los padres de Gilad. No, tampoco quienes somos padres y adoramos a nuestros hijos –combinando la alegría de verlos crecer y desarrollarse con el deseo de protegerlos sin quitarles independencia y velar por su bienestar y su seguridad sin coartarlos–, tampoco nosotros podemos imaginar lo que están viviendo. |
Este fin de semana se han cumplido cinco años del secuestro de Gilad. Hace cinco años, sí, fue arrancado de su país y su familia por terroristas de Hamás, que se adentraron en territorio israelí por un túnel subterráneo que cavaron desde la vecina Gaza. A la Franja, precisamente, se llevaron a Gilad, después de matar a dos de sus compañeros de batallón y herir a otros dos.
Gilad no estaba en acción de combate, sino en un puesto fronterizo, en el lado israelí de la raya. Los terroristas no se estaban defendiendo de nada.
Hace ya más de un año y medio que se supo por última vez de Gilad; entonces, Hamás difundió una prueba de vida, una filmación en la que se veía al soldado caminar –seguro que fue una exigencia de Israel, para cerciorarse de que no estaba impedido–, con un diario en las manos –para confirmar que era una grabación reciente– y sonriendo: imagino que comprendía lo que significaría para sus padres y hermanos verlo por primera vez desde que lo secuestraron.
La sensación en Israel, a pesar de todo el tiempo transcurrido, es que Gilad está vivo. Esta es la frase que se oye a menudo en manifestaciones y actos en demanda de su liberación. "Gilad aún está vivo". El aún es clave. Es un mensaje: no se duerman, no se arriesguen a que las cosas cambien... y ya no haya a quién liberar con vida.
El llamado, claro está, es a las autoridades de Israel, para que liberen a Gilad de acuerdo con las exigencias de Hamás, que representan un altísimo precio. Hamás pide que se libere a 440 terroristas con sangre en las manos; entre ellos se cuentan los peores asesinos de los últimos años, los responsables de los peores atentados de la Intifada.
La gran pregunta a la que el gobierno de Israel debe responder es una verdadera pesadilla: ¿liberar a Gilad a cambio de todos esos terroristas asesinos? ¿Salvar a un soldado excarcelando a tantos asesinos que pueden volver a matar a mucha más gente? No es fácil... aun si se desea realmente mantener el principio de que no se abandona jamás a un soldado en el campo de batalla...
Según las últimas encuestas, una amplia mayoría de los israelíes está a favor de hacerlo.
Es cierto. Los terroristas volverán a matar. Al menos, a intentarlo. Israel tendrá que volver a intentar detenerlos. A veces lo logrará... y a veces no. Pero lo único plenamente seguro es que, si no se le libera, Gilad muere en manos de Hamás.
No queremos que nadie más corra riesgos. No queremos que vuelva a haber un atentado como el de la pizzería Sbarro de Jerusalem, o el del café Hillel de Tel Aviv, o el del restorán Maxim de Haifa. Pero tampoco queremos que Gilad se pudra en manos de esos asesinos. A él, todavía hay tiempo de salvarlo.
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