Prisión de Akko donde fue ejecutado Dov Gruner
"No os reconozco autoridad alguna para juzgarme. Este tribunal carece de toda base legal, pues lo ha nombrado una autoridad que carece de base legal.
Habéis venido a Eretz Israel en virtud de un compromiso que asumisteis ante todas las naciones del mundo para reparar la mayor iniquidad que se cometiera en los anales de la humanidad contra cualquier nación: la iniquidad de la expulsión de Israel de su tierra y su transformación en víctima perpetua de persecuciones y matanzas incesantes. Este compromiso, y solo este compromiso, ha sido la base legal y moral de vuestra presencia en este país. Pero vosotros lo habéis violado impúdicamente con fuerza bruta y astucia satánica. Habéis convertido vuestro compromiso en una tira de papel a la que hicisteis trizas. Aunque no lo habéis dicho, habéis realizado lo que dijera en tiempos pasados el canciller alemán Bethmann Hollweg: "¿Qué es un tratado internacional? Una tira de papel. ¿Hemos de acatar eso?". En general, habéis aprendido mucho de los alemanes. Y quizás sea justamente al revés, quizás hayan aprendido los alemanes de vosotros. De todos modos, os identificáis con ellos totalmente en una cosa: en la aspiración de exterminar a nuestro pueblo.
Porque sabéis perfectamente que el robo de este país y la clausura de sus puertas equivale a un sangriento atentado permanente contra la vida de millones de hombres, mujeres y niños, hijos de mi pueblo. Vosotros nos quitáis nuestra libertad, nuestro derecho a la felicidad. Pues vuestro régimen tiránico, tiránico en lo mas espantoso del término, provocó que día y noche se nos presentaran las imágenes de los cuadros pavorosos, no sólo de los hornos crematorios y los campamentos de exterminio, sino también de los campamentos de refugiados en los que viven o agonizan decenas de miles de supervivientes, hermanos nuestros de aquél terrible masacre, hambrientos, tiñosos, humillados, abatidos, sin que tampoco a ellos les permitáis entrar en su patria, condenándolos a morir en la maldita Diáspora, al igual que condenasteis a millones de nuestros connacionales a ser cruelmente asesinados en Europa.
Y sin embargo, o precisamente por esto mismo, habéis resuelto convertir a este país en una base militar vuestra -en una de las numerosas bases militares que tenéis alrededor del globo- y robárselo al pequeño pueblo que no dispone de otro espacio de tierra en el mundo fuera de éste, dado a él por Dios y la historia, santificado por la sangre de sus hijos de generación en generación, fructificado por la sangre y el sudor de sus donatarios. Bendecido por nuestros padres espirituales que salieron de la pequeña aldea de Modiin para rebelarse contra el gran Imperio que se había jactado de que impondría a la tierra de los profetas tanto su fuerza como su espíritu. Nuestros padres espirituales salieron de las cuevas de las rocas en los días de otro Imperio expansionista y se erigieron con la cabeza levantada en la guerra contra sus huestes ocupantes, monumentos eternos lo atestiguan: Masada y Iodéfet. Nuestros padres espirituales duermen su sueño eterno en las ruinas de Beitar; ellos son los rebeldes de Bar Kojba y los discípulos de Rabi Akiva que juntaron en una unión indomable el libro y la espada. Ellos sirven de ejemplo a la nueva alma hebrea renacida.
Mas nuestros hermanos espirituales se encontrarán no sólo en este país sino también en todos los países, más allá de los mares, detrás de las montañas, en el pasado y en el presente. Sus rastros os llevarán a las Termópilas griegas y a vuestro Runnymede, al campo serbio de Kosovo y al Yorktown norteamericano, a la bastilla francesa y a los mil voluntarios de Garibaldi, a los guerrilleros de Yugoslavia y al "maqui" de Francia, a los combatientes de la Grecia nueva y a los valientes irlandeses liderados por Michael Collins; en todo país y en toda época encontraréis a aquellos a quienes tenemos el orgullo de llamar hermanos en armas y hermanos de fe. No os sorprendáis, pues, si aprendemos como hermanos de espíritu no sólo a acusar a un régimen opresor, sino también a combatirlo en armas.
Por supuesto, no hemos salido con el corazón liviano a la lucha. Sabemos que el camino es difícil y numerosos los sacrificios que ofrendaremos. Nos duele por esos sacrificios. En la última generación ha dado el pueblo judío sangre en tanta cantidad como no la dio ninguna nación ni pueblo en la historia. Por eso toda gota de sangre hebrea vale hoy mil veces más. Y fuera de eso, ya os he dicho que pertenecemos a la familia de la resistencia internacional, universal y humana. Hay una sola línea de tragedia en el camino de esta familia. Ella se sirve, se ve obligada a servirse, de la fuerza. Pero en realidad, ella no hace sino despreciar la fuerza física. Nuestra organización de combate, al igual que toda nuestra familia, cree que el hombre no ha sido creado para matar a su prójimo, sino para continuar, junto con él, la obra del Creador. El Creador instituyó, en los seis días del Génesis, los fundamentos del mundo, y el resto -el descubrimiento del fuego y el descubrimiento de la energía atómica- se lo dejó a quien había sido creado a su imagen, al hombre. Un mundo de justicia, un mundo de fraternidad, un mundo de paz, un mundo de ayuda recíproca y comprensión recíproca; tal es el mundo que soñaron nuestros padres y hermanos espirituales; tal es el mundo cuyo establecimiento y participación de nuestro pueblo en él queremos también nosotros, y acaso especialmente nosotros, porque fuimos educados en el seno de la Torá hebrea, de la tradición y la visión de los profetas. Sin embargo, e incluso quizá gracias a ello, han peleado todos los deseosos de libertad en el mundo y peleamos también nosotros con las armas en la mano. Es verdad que el hombre no ha sido creado para matar, pero tampoco ha sido creado para que se lo mate; es verdad que el hombre no ha sido creado para oprimir; pero tampoco ha sido creado para que se lo oprima. Y si alguien se levanta para matarte o provocar que se te mate; si se levanta alguien para oprimirte; levantate y pelea contra él; pelea contra él con los mismos instrumentos que él utiliza contra ti; hierro contra hierro, fuerza contra fuerza, cerebro contra cerebro, sangre contra sangre. Tal es el mandamiento supremo, mandamiento moral, mandamiento humano, mandamiento divino que sostendremos hasta el día de nuestra independencia y aún después de ella si fuera necesario.
Vosotros os habéis burlado o habéis querido burlarlos en vuestra soberbia de la promesa divina, lo mismo que habéis pisoteado altaneramente el pacto internacional que firmasteis con nuestro pueblo y los pueblos del mundo. De la base legal de vuestra autoridad, no ha quedado, pues, absolutamente nada, y sólo un fundamento existe de la misma autoridad: fuerza física injustificable, la bayoneta y el terror disfrazados de "leyes" que los dueños de la bayoneta redactan, publican e imponen, en contra de los derechos fundamentales del hombre, en contra de la voluntad de la población local, en contra del pacto internacional.Y cuando la autoridad existente en cualquier país no es legal, cuando se convierte en una autoridad opresora y tiránica, sus habitantes tienen el derecho -más aún, el deber- de luchar contra esa autoridad y derribarla. Esto lo hace la juventud hebrea, esto lo hará hasta que salgáis de este país y lo entreguéis a su dueño legítimo: el pueblo de Israel. Porque habréis de saber esto: no hay fuerza en el mundo que pueda cortar el lazo entre el pueblo de Israel y su país único. Y a quien intente cortarlo, se le cercenará la mano y la maldición de Dios pesará sobre él a perpetuidad."
Habéis venido a Eretz Israel en virtud de un compromiso que asumisteis ante todas las naciones del mundo para reparar la mayor iniquidad que se cometiera en los anales de la humanidad contra cualquier nación: la iniquidad de la expulsión de Israel de su tierra y su transformación en víctima perpetua de persecuciones y matanzas incesantes. Este compromiso, y solo este compromiso, ha sido la base legal y moral de vuestra presencia en este país. Pero vosotros lo habéis violado impúdicamente con fuerza bruta y astucia satánica. Habéis convertido vuestro compromiso en una tira de papel a la que hicisteis trizas. Aunque no lo habéis dicho, habéis realizado lo que dijera en tiempos pasados el canciller alemán Bethmann Hollweg: "¿Qué es un tratado internacional? Una tira de papel. ¿Hemos de acatar eso?". En general, habéis aprendido mucho de los alemanes. Y quizás sea justamente al revés, quizás hayan aprendido los alemanes de vosotros. De todos modos, os identificáis con ellos totalmente en una cosa: en la aspiración de exterminar a nuestro pueblo.
Porque sabéis perfectamente que el robo de este país y la clausura de sus puertas equivale a un sangriento atentado permanente contra la vida de millones de hombres, mujeres y niños, hijos de mi pueblo. Vosotros nos quitáis nuestra libertad, nuestro derecho a la felicidad. Pues vuestro régimen tiránico, tiránico en lo mas espantoso del término, provocó que día y noche se nos presentaran las imágenes de los cuadros pavorosos, no sólo de los hornos crematorios y los campamentos de exterminio, sino también de los campamentos de refugiados en los que viven o agonizan decenas de miles de supervivientes, hermanos nuestros de aquél terrible masacre, hambrientos, tiñosos, humillados, abatidos, sin que tampoco a ellos les permitáis entrar en su patria, condenándolos a morir en la maldita Diáspora, al igual que condenasteis a millones de nuestros connacionales a ser cruelmente asesinados en Europa.
Y sin embargo, o precisamente por esto mismo, habéis resuelto convertir a este país en una base militar vuestra -en una de las numerosas bases militares que tenéis alrededor del globo- y robárselo al pequeño pueblo que no dispone de otro espacio de tierra en el mundo fuera de éste, dado a él por Dios y la historia, santificado por la sangre de sus hijos de generación en generación, fructificado por la sangre y el sudor de sus donatarios. Bendecido por nuestros padres espirituales que salieron de la pequeña aldea de Modiin para rebelarse contra el gran Imperio que se había jactado de que impondría a la tierra de los profetas tanto su fuerza como su espíritu. Nuestros padres espirituales salieron de las cuevas de las rocas en los días de otro Imperio expansionista y se erigieron con la cabeza levantada en la guerra contra sus huestes ocupantes, monumentos eternos lo atestiguan: Masada y Iodéfet. Nuestros padres espirituales duermen su sueño eterno en las ruinas de Beitar; ellos son los rebeldes de Bar Kojba y los discípulos de Rabi Akiva que juntaron en una unión indomable el libro y la espada. Ellos sirven de ejemplo a la nueva alma hebrea renacida.
Mas nuestros hermanos espirituales se encontrarán no sólo en este país sino también en todos los países, más allá de los mares, detrás de las montañas, en el pasado y en el presente. Sus rastros os llevarán a las Termópilas griegas y a vuestro Runnymede, al campo serbio de Kosovo y al Yorktown norteamericano, a la bastilla francesa y a los mil voluntarios de Garibaldi, a los guerrilleros de Yugoslavia y al "maqui" de Francia, a los combatientes de la Grecia nueva y a los valientes irlandeses liderados por Michael Collins; en todo país y en toda época encontraréis a aquellos a quienes tenemos el orgullo de llamar hermanos en armas y hermanos de fe. No os sorprendáis, pues, si aprendemos como hermanos de espíritu no sólo a acusar a un régimen opresor, sino también a combatirlo en armas.
Por supuesto, no hemos salido con el corazón liviano a la lucha. Sabemos que el camino es difícil y numerosos los sacrificios que ofrendaremos. Nos duele por esos sacrificios. En la última generación ha dado el pueblo judío sangre en tanta cantidad como no la dio ninguna nación ni pueblo en la historia. Por eso toda gota de sangre hebrea vale hoy mil veces más. Y fuera de eso, ya os he dicho que pertenecemos a la familia de la resistencia internacional, universal y humana. Hay una sola línea de tragedia en el camino de esta familia. Ella se sirve, se ve obligada a servirse, de la fuerza. Pero en realidad, ella no hace sino despreciar la fuerza física. Nuestra organización de combate, al igual que toda nuestra familia, cree que el hombre no ha sido creado para matar a su prójimo, sino para continuar, junto con él, la obra del Creador. El Creador instituyó, en los seis días del Génesis, los fundamentos del mundo, y el resto -el descubrimiento del fuego y el descubrimiento de la energía atómica- se lo dejó a quien había sido creado a su imagen, al hombre. Un mundo de justicia, un mundo de fraternidad, un mundo de paz, un mundo de ayuda recíproca y comprensión recíproca; tal es el mundo que soñaron nuestros padres y hermanos espirituales; tal es el mundo cuyo establecimiento y participación de nuestro pueblo en él queremos también nosotros, y acaso especialmente nosotros, porque fuimos educados en el seno de la Torá hebrea, de la tradición y la visión de los profetas. Sin embargo, e incluso quizá gracias a ello, han peleado todos los deseosos de libertad en el mundo y peleamos también nosotros con las armas en la mano. Es verdad que el hombre no ha sido creado para matar, pero tampoco ha sido creado para que se lo mate; es verdad que el hombre no ha sido creado para oprimir; pero tampoco ha sido creado para que se lo oprima. Y si alguien se levanta para matarte o provocar que se te mate; si se levanta alguien para oprimirte; levantate y pelea contra él; pelea contra él con los mismos instrumentos que él utiliza contra ti; hierro contra hierro, fuerza contra fuerza, cerebro contra cerebro, sangre contra sangre. Tal es el mandamiento supremo, mandamiento moral, mandamiento humano, mandamiento divino que sostendremos hasta el día de nuestra independencia y aún después de ella si fuera necesario.
Vosotros os habéis burlado o habéis querido burlarlos en vuestra soberbia de la promesa divina, lo mismo que habéis pisoteado altaneramente el pacto internacional que firmasteis con nuestro pueblo y los pueblos del mundo. De la base legal de vuestra autoridad, no ha quedado, pues, absolutamente nada, y sólo un fundamento existe de la misma autoridad: fuerza física injustificable, la bayoneta y el terror disfrazados de "leyes" que los dueños de la bayoneta redactan, publican e imponen, en contra de los derechos fundamentales del hombre, en contra de la voluntad de la población local, en contra del pacto internacional.Y cuando la autoridad existente en cualquier país no es legal, cuando se convierte en una autoridad opresora y tiránica, sus habitantes tienen el derecho -más aún, el deber- de luchar contra esa autoridad y derribarla. Esto lo hace la juventud hebrea, esto lo hará hasta que salgáis de este país y lo entreguéis a su dueño legítimo: el pueblo de Israel. Porque habréis de saber esto: no hay fuerza en el mundo que pueda cortar el lazo entre el pueblo de Israel y su país único. Y a quien intente cortarlo, se le cercenará la mano y la maldición de Dios pesará sobre él a perpetuidad."
Fuente:Wikipedia
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