Julián Schvindlerman
"Pero cada década, mas o menos, los suecos aciertan –proseguía el rotativo norteamericano–: Alexander Solzhenitsyn en 1970, Czeslaw Milosz en 1980, Octavio Paz en 1990, V. S. Naipaul en 2001. Con precisión cronométrica, el premio de este año ha ido a parar a Mario Vargas Llosa".
Desde el otro lado del arco ideológico, el diario oficial cubano, Granma, publicó el mismo día un editorial, titulado "Nobel de Literatura, Antinobel de la ética", en el que afirmaba que lo que Vargas Llosa había construido como escritor lo había finalmente destruido "con su catadura moral, los desplantes neoliberales, la negación de sus orígenes y la obsecuencia ante los dictados del imperio". Y así como el diario estadounidense encontraba "milagroso" que el establishment literario y el comité Nobel le hubieran perdonado su apoyo a la guerra de Irak, el diario castrista sostenía: "No hay causa indigna en esta parte del mundo que M. V. LL. deje de apoyar y aplaudir".
En lo personal, creo que es un premio merecido, que hace justicia a una de las plumas más destacadas de las Letras hispanas. Al provenir de una elite sueca que castigó absurdamente a Jorge Luis Borges, negándole por despecho ideológico aquello que le correspondía por méritos literarios, uno encuentra cierto confort, una suerte de vindicación indirecta y tardía de la prosa latinoamericana políticamente conservadora. Por ser un premio muy ideologizado, controvertido y decididamente arbitrario, es especialmente refrescante apreciar que la preferencia política y la presión de grupo no siempre hacen sombra al talento y a la virtud profesional.
Sin embargo, con todo lo positivamente sorprendido que uno puede estar, es pertinente recordar que Vargas Llosa todavía retiene una credencial indispensable para ser admitido en el club progre global: siempre ha sido un acérrimo crítico de Israel.
Vargas Llosa dejó de ser izquierdista para convertirse en un crítico mundialmente famoso del régimen castrista, del populismo chavista, del peronismo kirchnerista y del autoritarismo en general. Inicialmente detractor de la guerra de Irak, luego de un viaje al país de Sadam Husein regresó a Europa como un enérgico defensor de la misma. Ha elogiado a Margaret Thatcher y a Silvio Berlusconi por sus políticas económicas liberales, y se ha hecho un nombre como escritor comprometido con la libertad. En España, donde reside, su abrazo al conservadurismo le ha llevado incluso a apoyar algo tan aberrante como las corridas de toros. En mucho el escritor peruano ha cambiado, pues, salvo en un aspecto: su mirada crítica, incluso condenatoria, del Estado de Israel ha resistido sus vaivenes ideológicos.
En 2006, luego de haber visitado en 2005 la zona por quince días junto con su hija fotógrafa (lo que, presumiblemente, convirtió a ambos en expertos en el conflicto), Vargas Llosa publicó Israel/Palestina: paz o guerra santa, libro que reúne los ocho artículos que escribió durante su visita –más otros siete anteriores– y que deja al descubierto su llamativa parcialidad. En junio de este año publicó un artículo en el diario español El País, titulado "Israel: la amistad difícil", que comenzaba con la frase "Cada día es más difícil ser amigo de Israel" y terminaba con esta exclamación: "¡Ah, si lo justos de Israel estuvieran en el poder!", que hace referencia a las estrellas del diario Haaretz Amira Hass y Gideon Levy y a figuras literarias rutilantes de la izquierda israelí como Amos Oz, David Grossman y A. B. Yehoshua. Para un neoconservador, sus modelos lucen curiosos.
A diferencia de otras personalidades famosas que abandonaron el progresismo y se acercaron al conservadurismo (Oriana Fallaci, Pilar Rahola, Alan Finkielkraut, etc.), Vargas Llosa ha retenido una visión típicamente izquierdista del conflicto palestino-israelí. Como hemos señalado más arriba, en este único asunto Vargas Llosa eligió mantener su domicilio permanente en la izquierda reaccionaria. Esto no opaca ni su talento literario, ni la sagacidad de su intelecto ni la justicia del codiciado galardón. Es, sencillamente, extraño.
En 1977 salió a la venta una suerte de novela autobiográfica de Vargas Llosa, titulada La tía Julia y el escribidor. Como es sabido, el autor se casó con su tía, a la que al cabo de unos diez años dejó por una prima suya (y sobrina de aquélla), Patricia, su mujer actual. En 1983, Julia Urquidi Illanes publicó en Bolivia su propia versión de la relación: Lo que Varguitas no dijo.
La tía Julia falleció el pasado marzo. Uno ya no le puede decir que no solamente en cuestiones sentimentales es sesgado Vargas Llosa.
Fuente:libertaddigital.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario