Su tono de voz es pausado. Su mensaje rotundo. A diferencia de los políticos, piensa unos segundos antes de contestar. La gloria del Nobel no le ha cambiado. Sólo le ha sacado del laboratorio. El cansancio en su cara contrasta con el brillo de su corbata emulando el modelo atómico de los cuasicristales. Tras casi 30 años intentando convencer al mundo de la ciencia sobre su descubrimiento de los cuasicristales, ahora debe demostrar al resto que es una persona normal. Desde las 11.14 del miércoles cuando una llamada de Suecia le informó que había ganado el Premio Nobel de Química, el profesor israelí Dan Shechtman (70) no para.
Entrevistas con la prensa, reunión con el primer ministro Benjamín Netanyahu que incluyó clase particular con pizarra (no sé por qué pero me inclino a pensar que la decisión de grabar y difundir las imágenes no fue del científico del Instituto Technion) o la correspondencia con sus colegas es parte de las actividades a las que debe acostumbrarse.
“España, Oh España”, nos dice Shechtman al inicio. “Sé que hacen un buen trabajo allí sobre los cuasicristales. He estado varias veces en España, me encanta Barcelona, Madrid, Toledo... Y por supuesto, el Prado que es uno de los que mejores museos del mundo”, señala.
Shechtman y su corbata de cuasicristales (Sal Emergui)
Tras llegar a la cima, ¿qué? “Me imagino que seguiré trabajando y quizás sea enviado de buena voluntad. Viajaré a muchos países, espero que también a España”, contesta a ELMUNDO.ES.
Le pido un consejo de Nobel para un novel que desea triunfar en el laboratorio. Sus recomendaciones empiezan y acaban en su propio caso. El de alguien que fue boicoteado por la mayoría de la comunidad científica. Alguien que aún recuerda cómo Linus Pauling (dos veces Premio Nobel) se reía de su teoría afirmando que “Shechtman dice tonterías. No hay cuasicristales sino cuasicientíficos”.
“Hay que ser experto en algo para triunfar. Especializarse y conocer muy bien tu terreno”, empieza aconsejando mientras uno piensa en los tertulianos que hablan de todos los terrenos.
“Cuando investigas en la ciencia, debes primero buscar algo que sea nuevo y luego saberlo explicar. Estar convencidos de que lo que has encontrado es nuevo. Sólo así puedes convencer al resto. Debes saber que te encontrarás con una gran oposición ya que lo nuevo siempre provoca recelo. Es cuando debes demostrar tu determinación”.
Le preguntan con frecuencia el secreto de que Israel, con menos de ocho millones de habitantes tenga 10 Premios Nobel y que 200 judíos hayan obtenido el galardón de un total de 820 desde su creación en 1901. Shechtman el papel universal del científico: “En la comunidad científica nunca preguntamos el origen o religión de un compañero. Nunca pregunto estas cosas porque me da absolutamente igual. Por supuesto saben que soy de Israel y judío pero no tiene ninguna importancia”.
En un encuentro con periodistas extranjeros, afirmó no querer hablar de política. “Sólo hablo de lo que sé, de la ciencia”, comenta destacando que su profesión está por encima de todo. “Yo por ejemplo me llevo muy bien con científicos turcos y nos enviamos correos de forma diaria, independientemente que los dos países tengan unas relaciones menos amistosas que las nuestras”.
(Foto: AP)
A Shechtman le duele aún la reducción de la ayuda estatal a la Educación Superior en la última década. “Me sentí personalmente humillado ante esta falta de apoyo a las universidades. Afortunadamente ahora el ministro de Educación otorga más recursos”, afirma. Según él, “el sistema universitario en Israel es excelente pero los colegios no tanto”.
“La educación empieza en la guardería. Es difícil educar a los padres pero es fácil educar a los niños”, sentencia antes de dar la clave: “Necesitamos profesores brillantes que enseñen y eduquen. Para eso hay que pagarles bien. Un profesor en Israel no puede sostener una familia”. Aún recuerda a su maestro en el colegio. Éste, tras enterarse que su alumno es Premio Nobel, respondió hace unos días: “Dan era un buen alumno pero no el más brillante”.
“Tiene razón. Yo era un buen estudiante pero nada más. Mi profesor nos enseñaba y ayudaba. Un día me llamó a la pizarra para ver si podía conectar varios elementos. Lo conseguí. Con su fuerte acento iraquí, me dijo: ´Dan sabe de física´. Para él quizás fue una frase más pero yo, 60 años después, aún la recuerdo. La clave es tener excelentes profesores que sepan motivar a los alumnos”.
Shechtman seduce no sólo por sus conocimientos y cuasicristales sino también por su sinceridad. ¿Donará el premio de 1.5 millones de dólares a la educación y ciencia? “Sí, lo donaré a la educación, básicamente la de mis nietos”. Tiene nueve.
Fuente:elmundo.es / Sal Emergui
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