Jerusalén domina desde hace siglos no sólo la atención de las innumerables potencias políticas y religiosas que han ido reclamando la hipotética parte que supuestamente les correspondía de ella, sino la de todo miembro de cualquiera de las tres tradiciones culturales y religiosas monoteístas –judaísmo, cristianismo e islam– que la consideran parte de su patrimonio. |
"Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me seque la mano derecha; que se me pegue la lengua al paladar, si no me acuerdo de ti, si no te pongo, Jerusalén, en la cumbre de mi alegría". El autor del salmo 137, que narra los sentimientos del pueblo hebreo deportado en Babilonia, seguramente nunca imaginó que sus palabras serían las más fervientemente vividas y practicadas a lo largo de toda la historia. Ni judíos, ni cristianos ni musulmanes han dejado de tener presente a la ciudad santa a lo largo de tantos siglos de reivindicaciones, guerras, treguas, pactos, traiciones, construcciones y profanaciones. Ninguna mano se ha secado y ninguna lengua ha quedado pegada al paladar de nadie, aunque en ocasiones habría sido más que deseable. Todos, de una manera u otra, se han pronunciado sobre Jerusalén y todos han actuado en ella.
Simon Sebag Montefiore ha sido uno de los últimos en escribir sobre la ciudad santa. No podemos decir "el último" porque seguramente desde la aparición de este libro, hace pocos meses, se hayan seguido publicando innumerables artículos periodísticos, arqueológicos, históricos y teológicos sobre ella. No es que Jerusalén esté actualmente de moda, es que nunca ha dejado de estarlo. Pues bien, la monografía de SSM es probablemente el mejor estudio que se ha hecho sobre Jerusalén en mucho tiempo. Presenta cronológicamente la historia de la ciudad desde el momento en que aparecen las primeras referencias históricas, o al menos las primeras fuentes escritas creíbles, contemporáneas del rey David, hasta la reciente –aunque en Oriente Medio la noción de tiempo nunca ha sido algo que realmente importe– Guerra de los Seis Días. Al cuerpo de la obra le precede, por una parte, un prólogo explicativo en el que se insiste continuamente sobre la prudencia con la que se ha de afrontar el estudio y la lectura de un tema tan sensible como éste; y le sucede, por otra, un epílogo en el que, alejado del estilo de crónica predominante en el resto del volumen, el autor realiza un análisis más personal y político de los últimos años y de las perspectivas que se presentan.
Al lector, haya estado o no allí, le parecerá ir leyendo una historia familiar, porque Jerusalén forma parte innata de nuestra cultura. Los reyes de las monarquías hebreas, los jefes de las diferentes dinastías asirias, egipcias, griegas, romanas, árabes, otomanas, europeas..., todos han pasado por allí y han dejado su huella más o menos marcada. Todos han construido esa Jerusalén que hoy se nos presenta demasiado cargada de historia y muy desprovista, como siempre, de un presente y de un futuro estables.
El libro está dividido en nueve partes principales, que reflejan los períodos históricos que han marcado el carácter de la ciudad: judaísmo, cristianismo, paganismo, islam, cruzadas, mamelucos, otomanos, imperio y sionismo. Junto a esta historia oficial, que ve a la propia Jerusalén como parte integrante de proyectos políticos o religiosos de diferentes imperios, el autor presenta muchos datos sobre otros protagonistas más desconocidos pero igualmente importantes y decisivos. Numerosos aspectos de la vida cotidiana, la más real si se quiere, enriquecen el libro y lo convierten en una verdadera biografía. Hay aquí abundante información, bien distribuida y sobre todo bien documentada. A las breves aunque numerosas notas explicativas a pie de página se añaden más de cien páginas de bibliografía, setenta de ellas dedicadas a indicar las fuentes consultadas al abordar cada uno de los temas tratados a lo largo de toda la narración. Lástima que la edición española no esté a la altura del original: al precio excesivo e injustificado se añaden no pocos errores de traducción y de edición –la transliteración, por ejemplo, de algunos nombres y términos hebreos y árabes hiere la vista–.
Con todo, insisto: se trata de una óptima monografía de lectura más que recomendable, que permitirá a quien a ella se acerque disfrutar de este patrimonio común que es Jerusalén. Conocer con más detalle la ciudad que ha estado presente en la mente y en el corazón de millones de personas a lo largo de los siglos. Entender la santidad del lugar y al mismo tiempo su excesiva humanidad. Quiénes la han verdaderamente amado, protegido y venerado; quiénes la han mancillado, manipulado y desvirtuado.
El juicio de cada lector, al igual que el de este reseñador, será subjetivo, como no podía ser menos. Habrá quienes encuentren motivos para justificar su simpatía, su indiferencia o su animadversión por uno u otro grupo religioso, político o social. Podrá, quizás, crear o modificar su posición sobre el actual conflicto que padece la ciudad y emitir un juicio, también personal, sobre las causas del mismo y sus posibles soluciones. Podrá hacer todo esto porque habrá leído un libro bastante equilibrado, que no esconde las vergüenzas de ningún grupo religioso, de ninguna raza y de ningún movimiento político, antiguo o contemporáneo.
SIMON SEBAG MONTEFIORE: JERUSALÉN. LA BIOGRAFÍA. Crítica (Barcelona), 2011, 853 páginas.
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