Decir que "hablando se entiende la gente" tiene la misma categoría
ontológica que "too er mundo e güeno". Unas veces sí y otras no. Pero a
pesar de su relativismo esencial la profunda máxima está en la base de
la muy extendida ilusión diplomática. No desde luego en la vida personal
de cada uno, pero en las aparentemente mucho más sencillas relaciones
entre los estados todo se resuelve si se negocia con el suficiente
tesón. Esta idílica ingenuidad ha sido desmentida innumerables veces,
entre ellas la clásica de Federico II de Prusia: "Diplomacia sin
ejércitos es como música sin instrumentos". Puede que los ayatolas
iraníes no conozcan esta específica formulación pero se saben de memoria
su contenido y lo han aplicado con fervor y minuciosidad en sus
relaciones con Occidente a propósito de su programa nuclear.
Siempre han negado su carácter militar y siempre han impedido a la
Agencia Internacional de Energía Atómica realizar las inspecciones
necesarias para verificarlo. La Agencia tiene el derecho y la obligación
de llevar a cabo esas comprobaciones. Irán es firmante del Tratado de
No Proliferación nuclear, que permite el desarrollo de tecnología
atómica para usos civiles, con absoluta renuncia de los militares. El
citado organismo vienés de Naciones Unidas es el encargado de vigilar el
cumplimiento del tratado. Corea del Norte lo violó y lo abandonó. Irán
no lo ha hecho nunca, pero su actitud y actividades conocidas no dejan
lugar alguno a la duda razonable. Si su programa fuera puramente civil
todo lo que sabemos a ciencia cierta que hacen para desarrollarlo e
impedir luego la verificación, así como el elevado precio que pagan por
ello, carecería por completo de sentido.
A lo largo de diez años de esfuerzos negociadores se les ha ofrecido
toda clase de ayudas para un programa civil y de incentivos económicos y
políticos de todo tipo, pero la respuesta final ha sido siempre un
rotundo no. Han alentado las ilusiones de los ilusos y han proporcionado
coartadas a los que no estaban dispuestos a hacer sonar los únicos
instrumentos audibles desde Teherán. Empleadas a fondo, las sanciones, a
veces, pueden conseguir parecidos resultados con menos riesgos, pero en
Europa había desgana y en Rusia y China cerrada oposición a todo lo que
rebasase un poco el nivel de la cortés reconvención y el castigo
simbólico.
Obama llegó al poder con el bagaje intelectual del firme creyente en la
sabiduría del "too er mundo e güeno" y "hablando se entiende la gente".
No escatimó las buenas palabras y miró hacia otro lado cuando el
régimen islámico robó unas elecciones en el verano del 2009 y mantuvo lo
así adquirido con puño de acero.
La nueva ronda que se acaba de iniciar en Estambul es un juego de
tiempos, mucho más cortos que los anteriores. Obama lo necesita para
ganar sus elecciones, los ayatolas para coronar sus esfuerzos y los
israelíes ven con desesperación como se les acaba el de impedírselo.
Todos malos presagios.
Fuente:libertaddigital.com
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