La gente prefiere recordar antes que imaginar. La memoria funciona con cosas que nos resultan familiares; la imaginación funciona con lo desconocido. La imaginación puede ser aterradora porque exige que nos atrevamos a abandonar aquello que nos es familiar. |
Las semillas de un nuevo Israel crecieron en la imaginación de un pueblo en el exilio. El exilio duró mucho tiempo, casi dos mil años, y dejó al pueblo judío con una oración y sin país. Aun así, esa continua oración alimentó su esperanza y su vínculo con la tierra de sus antepasados.
Con la creación del Estado de Israel, esta gran oración fue sembrada en una tierra pequeña. El suelo era árido y el entorno, hostil. En nuestro ancestral viaje desde Egipto a Israel, cruzamos un gran desierto y en tiempos recientes regresamos a casa, donde había de esperarnos otro desierto. Tuvimos que reinventarnos. Éramos un pueblo pobre regresando a una tierra pobre, así que tuvimos que descubrir las riquezas de la escasez.
El único capital del que disponíamos era el humano. La tierra árida no producía ganancias financieras, sino pioneros voluntariosos que se conformaban con poco. Estos inventaron nuevas formas de vivir: donde antes no había nada, crearon los kibutzim, los moshavim, los pueblos y las comunidades. Trabajaron y excavaron la tierra con enorme autoexigencia. Pero también soñaron e innovaron.
Eran idealistas e intelectuales; eligieron cultivar la tierra con sus propias manos. Cuando descubrieron que la tierra no era fértil y que no disponían de suficiente agua, recurrieron a la inventiva y a la tecnología.
El kibutz se convirtió en una incubadora y el agricultor en un científico. La alta tecnología en Israel nació con la agricultura. Aunque disponía de poca tierra y casi nada de agua, Israel se convirtió en un líder agrícola. La agricultura es considerada como el paradigma de la baja tecnología. Sin embargo, el 95% del secreto de la increíble productividad agrícola de Israel reside en la tecnología.
La hostilidad del entorno no disminuyó. El Estado de Israel fue atacado siete veces en sus primeros sesenta y dos años de existencia y fue objeto de exhaustivos embargos diplomáticos y económicos. No recibió ayuda de tropas extranjeras. La única manera de afrontar la superioridad cuantitativa de las armas de sus atacantes sería aventajarles en coraje y tecnología.
Israel produjo creatividad, no en proporción a su tamaño, sino al de los peligros a los que se enfrentaba. Esta creatividad aplicada a temas de seguridad sirvió asimismo para cimentar la industria civil. El desarrollo militar tiene a menudo un doble objetivo. La aeronáutica, por ejemplo, puede aplicarse tanto a la industria civil como a la militar. El Ejército, en colaboración con la industria civil, se convirtió en una incubadora tecnológica que permitió a mucha gente joven trabajar con equipos sofisticados y adquirir experiencia en puestos directivos.
Israel siempre será un país pequeño en cuanto a su territorio y población. Por esa razón, nunca llegará ser un gran mercado o a desarrollar una industria muy grande. Pero mientras ser un país más grande tiene la ventaja de la cantidad, ser uno pequeño proporciona la oportunidad de especializarse en la calidad. La única opción que tenía Israel era buscar la calidad basada en la creatividad.
El primer ministro israelí, David Ben Gurion, dijo: "Todos los expertos lo son en lo que fue, pero no hay expertos en lo que será". Para convertirse en un experto del futuro es necesario tener más visión que experiencia.
Creo que la próxima década será la más sorprendente hasta la fecha en el campo de la ciencia y la industria, debido a tres avances simultáneos:
El primero es el auge de la inteligencia artificial. La capacidad de un ordenador se ha multiplicado por un millón en los últimos veinticinco años.
El segundo es la oleada de descubrimientos científicos producto del creciente número de científicos en el mundo –principalmente en la India y en China– combinado con los avances tecnológicos.
El tercero es la llegada de la nanotecnología, que nos permitirá descifrar el cerebro humano: la creación más increíble del cosmos. Esto revelará el potencial humano, abrirá los sistemas de comunicaciones y provocará cambios sociales que no podemos ni imaginar.
Por sí solos, estos tres cambios nos permitirán ser testigos de fenómenos más allá de nuestros horizontes presentes. Podremos prevenir o curar enfermedades, salvar inimaginables obstáculos, llegar más lejos en el espacio exterior y a lo más profundo de los océanos. Puede incluso que lleguemos a descifrar el misterio más insondable: el código de la existencia del hombre y el secreto de la creatividad humana.
Israel se prepara ahora para este gran viaje, apoyando a otros viajeros y aceptando su ayuda.
El libro que tienen entre manos, Start-Up Nation, es una auténtica revelación. Debería ser considerado como un informe sobre la historia de Israel, un país que es, en sí mismo, una perpetua start-up. Dan Senor y Saul Singer cuentan la historia de personas que desafiaron lo establecido, que se enfrentaron a la norma, que crearon el "secreto israelí" y que convirtieron a su país en un centro indispensable de investigación y desarrollo para las más importantes compañías tecnológicas del mundo.
A las puertas de esta década dinámica y emocionante, Israel sigue trabajando por contribuir a esta nueva era de descubrimientos. En los próximos años, Israel reafirmará su compromiso con un mañana mejor, su disposición a asumir riesgos y su afán de superación. Confiamos en que afrontando estos nuevos retos no solo contribuyamos a la paz en la región, sino también a cumplir los deseos de la humanidad de salud, prosperidad y libertad para todos, en todas partes.
NOTA: Este texto es el prólogo que ha escrito el presidente de Israel a la edición española de START-UP NATION, que acaba de salir a la venta bajo los auspicios del JBC y de ACOM, con cuyo presidente, ÁNGEL MAS, conversará MARIO NOYA este sábado en Ld Libros.
Fuente:libertaddigital.com
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