Discurso del Ministro de Relaciones Exteriores
Ante la Asamblea General de Naciones Unidas
Ministro Avigdor Lieberman.
28 de septiembre, 2010
Sr. Presidente de la Asamblea,
Estimados colegas,
Damas y caballeros:
Ayer, al arribar a Nueva York, se comunicó conmigo uno de los jefes de las organizaciones judías y me preguntó ¿cómo enfrento la presión que se ejerce hacia Israel? Por supuesto que eso es muy difícil, me dijo. Recordé un viejo chiste sobre cinco judíos que cambiaron nuestro modo de ver el mundo:
Moshe Raveinu, la ley es todo.
Yehoshua, el amor es todo.
Marx, el dinero, respondería sobre todo.
Freud, todo es sexo y
Einstein, todo es relativo.
Entonces respondí, a mi interlocutor, que todo es relativo. Por un lado, eso es, en verdad, muy difícil. Por otro, es más fácil que en el pasado ya que, ahora, contamos con una coalición y gobierno estable y el apoyo por parte de la mayoría de los ciudadanos de Israel.
Estamos dispuestos a una solución lógica y a cooperar con la comunidad internacional. Pero no estamos dispuestos a renunciar a la seguridad o a los intereses vitales del Estado de Israel.
Desde mis palabras iniciales, pretendo destacar que, en contradicción con la imagen que, en muchas ocasiones, muestran los medios internacionales, el espectro político en Israel no se divide entre los que quieren los que se oponen a la paz. Todos queremos la paz y la diferencia se centra en la pregunta sobre cómo actuar tras el objetivo de alcanzar la paz; sobre cómo llegar a la situación de seguridad y estabilidad en nuestra región. Por tanto la pregunta que se nos presenta es: ¿Por qué, durante los diecisiete años que transcurrieron desde que firmamos los Acuerdos de Oslo, no llegamos a un acuerdo integral que diera por finalizado el conflicto y la concesión, mutua, sobre futuras nuevas demandas? A pesar de los esfuerzos, por parte de excelentes personas y, a pesar de las mejores intenciones de personalidades como Itzhak Rabin, Shimon Peres, Biniamin Netanyhau, Ehud Barak, Ariel Sharon y Ehud Olmert; a pesar de los encuentros- cumbre celebrados en Camp David (entre Ehud Barak y Yasser Arafat con presencia del Presidente de Estados Unidos de entonces, Bill Clinton) y a pesar de la Cumbre de Anápolis (con presencia de Ehud Olmert y Mahmmud Abbas) aún estamos ante un pozo ciego.
De hecho, y en contrario a la idea generalizada que, el conflicto israelí-palestino es el que ocupa el foco de la inestabilidad en Medio Oriente, o que - ese conflicto- constituye el motivo de muchos otros en ésta parte del mundo, la realidad es diferente. Más del 90% de los enfrentamientos armados y las guerras en Medio Oriente, como sus víctimas desde la Segunda Guerra Mundial no es resultado del conflicto entre Israel y los palestinos y no tienen ninguna relación con el Estado de Israel sino que surgieron a partir de los conflictos entre musulmanes o en los países árabes entre sí.
La guerra de Irán-Irak, la guerra del Golfo, las guerras entre el norte y sur de Yemen, las masacres perpetradas en la ciudad de Hama en Siria y las guerras en Argelia y Líbano, son solo algunos ejemplos tomados de una lista mucho más larga.
La segunda explicación, al tan largo enfrentamiento entre Israel y los palestinos, que obtuvo gran popularidad, es el que impone las raíces del problema en lo que llama “la ocupación”; es decir en las localidades establecidas en los territorios de Judea y Samaria y en los propios colonos. Según ese pensamiento solo el establecimiento de un estado palestino independiente, en Judea y Samaria y Gaza, podrá representar una garantía a la paz en la región. Alcanza con citar algunas evidencias conocidas por todos a fin de cuestionar esa concepción errónea: primero, Judea y Samaria estuvieron bajo control árabe durante diecinueve años (1948 hasta 1967). En ese período de tiempo nadie trabajó a favor del establecimiento de un estado palestino. Los acuerdos de paz - con Egipto y Jordania- se concretaron a pesar de Judea y Samaria. Y. también lo contrario es correcto: Desalojamos veintiún prósperas localidades desde Gush Katif y desconectamos a más de 10.000 colonos de sus hogares y de sus localidades y todo lo que obtuvimos fue el fortalecimiento del gobierno de Hamas y los lanzamientos de miles de misiles a Sderot y el sur de Israel.
Otro argumento sostiene que la cuestión palestina impide la creación de un ámbito internacional firme contra Irán. Ese argumento no solo es equivocado sino irresponsable. Del mismo modo puede afirmarse que, la cuestión palestina, impide la acción contra Corea del Norte, la lucha contra los piratas en Somalia, una acción para la solución a la crisis humanitaria en Sudán o un exitoso enfrentamiento con el desafío de Afganistán.
Al igual que la Revolución de Khomenei no tuvo ninguna vinculación con la cuestión palestina, la decisión iraní de desarrollar armas atómicas no tuvo ninguna relación con el conflicto palestino.En nombre de la verdad, la relación de Irán con el conflicto israelí-palestino es todo lo contrario. Irán puede sobrevivir sin Hamas, la Jihad Islámica o Hezbollah pero, las organizaciones terroristas, no pueden subsistir sin Irán.
Con esa ayuda Irán puede frustrar, en cualquier momento, todo acuerdo entre Israel y los palestinos o entre Israel y Líbano.
Por ello, en el marco de un acuerdo estable con los palestinos que se ocupe de las verdaderas raíces del conflicto y sea sostenible en el tiempo, debe entenderse que, en principio, debe resolverse el problema iraní. Hay que ocuparse de las raíces del problema y no de sus señales.
Por supuesto que hay otros temas que obligan a una solución y la solución del problema iraní no es una condición suficiente para terminar con el conflicto entre Israel y los palestinos. Pero, el meollo del problema iraní es una de las condiciones necesarias para la solución del conflicto entre Israel y los palestinos.
En el intento por responder, al conflicto entre Israel y los palestinos, debemos enfrentarnos a problemas de dos tipos: emotivos y prácticos. Por tanto la solución debe llevarse a cabo en dos etapas. Los problemas emotivos son, en primer lugar, la ausencia absoluta de confianza entre las partes y temas como Jerusalén, el reconocimiento de Israel como estado nacional del pueblo judío y el problema de los refugiados. En esas condiciones, podremos concentrarnos en un acuerdo intermedio a largo plazo, por un período de, solo, algunas décadas.
Debe surgir una nueva generación que puedan crear confianza mutua y no influenciada por provocaciones o mensajes extremistas.
A fin de llegar a un acuerdo estable, debemos comprender que, el primer obstáculo práctico, para el alcance de un acuerdo es la fricción entre los dos pueblos. Como en cualquier otra parte del mundo, cuando existen dos pueblos, dos religiones y dos lenguas, que elevan demandas contrarias sobre la misma porción de tierra, surgen roces y enfrentamientos. Es posible nombrar ejemplos de conflictos étnicos a lo largo del mundo que prueban ese argumento: en los Balcanes, el Cáucaso, África, el Lejano Oriente o Medio Oriente. Cuando se logra crear una situación de separación eficaz entre dos poblaciones, los enfrentamientos se evitaron, resolvieron o desarrollaron en medida significativa. Alcanza con mencionar los ejemplos de la República de la ex Yugoslavia, la partición de Checoslovaquia o la independencia de Timor Oriental.
Por ello, el principio rector para alcanzar un acuerdo estable no es territorios a cambio de paz, sino intercambio de territorios poblados.
Espero que mis palabras sean entendidas con claridad: no me refiero a traspasos de población sino correr los límites, dejando al descubierto, del mejor modo, la realidad demográfica.
Damas y caballeros,
Los temas presentados no representan una visión fantasiosa y generan menos divisiones de lo que muchos piensan. De hecho, esa idea según la cual la inadecuación entre las líneas fronterizas y las regiones pobladas constituye una receta certera de conflictos es, desde siempre, una trivialidad conocida por todos en el mundo académico. Expertos líderes y respetables institutos de investigación naturalizaron el término “Right Sizing the State”, determinación aplicada de los límites del país, a fin de expresar la idea que debe generarse un equilibrio justo entre estado y pueblo con el objetivo de garantizar la paz. No se trata de una política sujeta a diferencias sino de una verdad empírica.
Sin embargo, más allá de la verdad empírica, está la verdad histórica: transcurrieron casi 4000 años de presencia del pueblo judío en la Tierra de Israel y del desarrollo de sus tesoros morales y espirituales que aportaron al florecimiento de Occidente.
2000 años de Diáspora, períodos de conquista y gobierno extranjero de los bizantinos, árabes, otomanos y otros, no lograron, y no lograrán nunca, desconectar la poderosa vinculación, inalterable, entre el pueblo judío y su tierra.
La pregunta sobre la Tierra de Israel no se relaciona solo con el sitio donde nos hallamos. La Tierra de Israel se vincula a nuestra esencia.
Para finalizar mis palabras, deseo recordar a todos los presentes en la sala, que la cita que decora la Explanada de Naciones Unidas fuera de éste edificio, fue dicha en Jerusalén hace 3000 años, por nuestro Profeta Isaías. De las espadas forjarán arados; de las lanzas, podaderas".
Inspirados en la profunda sabiduría escondida en esas palabras, oremos porque el camino, que conduce a la paz verdadera, según la visión del Profeta Isaías, oriente a los dos pueblos, hacia el establecimiento de dos estados nacionales que vivan uno junto al otro, en paz y seguridad.
Muchas gracias.
Fuente:amizadeconisrael.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario