- Es hebreo, es del Talmud. Dice: "Quien salva una vida, salva al mundo entero"
El empresario alemán Oskar Schindler recibe
la inscripción tallada en un anillo de oro, regalo de los cientos de
judíos a quienes guareció del horror de las cámaras de gas y los campos
de concentración convirtiéndoles en sus peones. La Alemania de Hitler
acaba de derrumbarse y es Schindler, miembro del partido nazi, quien
emprende la huida ante la inminente llegada de las tropas aliadas. A
medianoche. Entre sollozos. Rodeado por un millar de obreros. El patrón
se lamenta con amargura y susurra al oído de su mano derecha, el
contable Itzhak Stern: "Si hubiera tenido más dinero... Malgasté tanto.
No tienes ni idea. No hice lo suficiente".
19 de agosto de 2015. La misma letanía que tortura a
Schindler resuena al otro lado del hilo telefónico. "Hemos reunido poco
más de medio millón de dólares. Es una cantidad insuficiente.
Queremos liberar al mayor número posible de personas pero el dinero no
nos llega. Necesitaríamos unos nueve millones de dólares para rescatar a
todos los secuestrados", dice angustiado el acaudalado comerciante
Steve Maman. Este judío sefardí, nacido en Casablanca (Marruecos) hace
42 años y afincado en Canadá, se ha embarcado en una aventura tan
temeraria como prometedora: arrebatar de las fauces del autodenominado Estado Islámico a las 3.000 niñas y mujeres
de la minoría yazidí, raptadas hace un año en el norte de Irak y
convertidas desde entonces en esclavas sexuales del califato. Su
campaña, que crece a diario con donaciones llegadas de medio mundo, le
ha valido el sobrenombre del Schindler judío, un apodo que rechaza
regido por la modestia.
"Me llaman el Schindler judío pero él liberó a 1.200
personas en mitad del Holocausto y en las peores circunstancias que uno
puede imaginarse. ¿Cómo puedo yo compararme con él? Estoy muy lejos de su capacidad y su legado",
replica a Crónica. Son las nueve de la noche en El Cairo, tres de la
tarde en Montreal. Maman responde veloz, saturando de palabras la línea,
como si cada segundo valiera toda una existencia. "Tengo dos empresas,
una dedicada a la iluminación y otra a la venta de coches de época y
motocicletas Harley Davidson, pero desde que empezamos la campaña dedico
todo mi tiempo a la liberación de cristianos y yazidíes. Quiero hacer
algo verdaderamente importante", arguye.
Maman, apoyado en un Porsche.
La vida no le ha tratado mal. Felizmente casado, disfruta de
una vasta descendencia -seis hijos con edades que oscilan entre los 20
meses y los 22 años- y valiosos contactos en la corte marroquí y los
palacetes del golfo Pérsico. Tiene incluso lazos remotos con nuestro
país. "Mi familia ha vivido durante muchas generaciones en Marruecos
pero sabemos que nuestro apellido procede del sur de España",
relata sin ánimo de abrir lances del pasado. Ha sido, sin embargo, el
único episodio que juró no olvidar -el Holocausto- el que le ha hecho
correr al auxilio de las víctimas del genocidio que los adláteres de Abu
Bakr al Baghdadi perpetraron el pasado verano contra los yazidíes,
seguidores de una fe vinculada al zoroastrismo que mezcla elementos de
antiguas religiones mesopotámicas con los credos cristiano y musulmán y a
los que los barbudos consideran "adoradores del diablo".
"Mi pueblo -narra Maman- padeció el Holocausto. Seis
millones de personas fueron asesinados por los nazis porque el mundo
tardó demasiado tiempo en reaccionar. Se necesitaron seis años para
socorrer a los judíos que habían sido confinados en campos de
concentración y detener su exterminio. Con los yazidíes está sucediendo
lo mismo. La comunidad internacional no está demostrando ningún interés en poner fin a los crímenes.
Por eso he decidido actuar como individuo en lugar de quedarme
esperando. Ha transcurrido un año y hasta ahora nadie ha hecho nada para
rescatar a los yazidíes y cristianos atrapados en el califato".
En busca de las almas que el IS (Estado Islámico) vendió al
mejor postor o regaló como trofeo de guerra a sus combatientes, Maman
fundó en junio la organización "Liberación de niños cristianos y
yazidíes de Irak". Lanzó una campaña de mecenazgo por internet y comenzó
a llamar a la puerta de gobiernos y donantes privados. En un par de
semanas la red ha logrado que 128 supervivientes -en su mayoría mujeres
de entre 3 y 35 años- hayan escapado a la pesadilla.
"El proceso es muy sencillo", detalla el empresario. "Recaudamos el dinero y lo enviamos a nuestro equipo en el Kurdistán iraquí (limítrofe con las tierras ocupadas por el IS), que tiene contactos dentro del califato.
Son los intermediarios quienes se encargan de negociar con los soldados
del IS y los civiles que poseen esclavos", agrega. Sobre el terreno,
una de las piezas clave del engranaje que está devolviendo la esperanza a
la diáspora yazidí es la estadounidense Amy Beam, una desarrolladora de
software jubilada que se dedica a buscar familias con parientes
desaparecidos. "Steve me telefoneó pidiéndome ayuda. Desde hace un año
visito los campos de refugiados en Turquía y el norte de Irak. Mi misión
es hallar a las familias que todavía tienen a miembros secuestrados por
el IS y encontrar el modo de contactar con esas personas", explica Beam
desde Dohuk, la ciudad del Kurdistán iraquí donde reside desde enero.
"Al principio todo era más sencillo. Durante los primeros
meses de cautiverio las mujeres y niñas disponían de teléfono y a
escondidas llamaban a sus parientes. Después los militantes del IS les
requisaron los aparatos y algunas consiguieron guardarse la tarjeta
telefónica. Aunque resulta cada vez menos común, se ha logrado liberar a
varias mujeres que han vuelto a comunicarse por móvil con sus seres
queridos", precisa el enlace de Maman en tierras kurdas. Hasta hace
algunos meses la única opción viable era escapar de los captores
aprovechando alguna distracción. Tres mujeres que fueron vendidas como
esclavas relataron a este diario en junio su arriesgada huida de Mosul,
la segunda ciudad de Irak en manos yihadistas desde junio de 2014.
Después de que decenas lo consiguieran, la fuga es hoy un escenario casi
imposible. "El control del IS se ha recrudecido. Aun
colocándose un niqab (prenda que cubre todo el cuerpo excepto los ojos),
las mujeres no pueden caminar solas por la calle. Sin ayuda no llegan
muy lejos", admite la estadounidense.
De esclavas a mercancía
Es en estos casos cuando la iniciativa de Maman cobra
sentido. "Mantener a una prisionera en tu casa durante todo un año es
muy complicado. Más aún si tiene que convivir con otra esposa e hijos. A
pesar de las golpizas y las amenazas, las mujeres se siguen rebelando
contra sus verdugos hasta volverse un quebradero de cabeza. Es el
momento de venderla a otros hombres. Ya no son esclavas sexuales sino mercancía.
Nuestros intermediarios las compran y están dispuestos a entregarlas a
sus familias cruzando el territorio del IS", refiere Beam.
CRÓNICA
Un equipo de colaboradores locales que permanece en el
anonimato por razones de seguridad se encarga de mediar con unos
vendedores sobre los que el bienhechor judío -interrogado por la
posibilidad de que los rescates sirvan para financiar las arcas del IS-
opta por no saber demasiado. "No tratamos con miembros del califato sino
con intermediarios. Pagamos entre 2.000 y 3.000 dólares por persona (entre 1.700 y 2.600 euros).
No nos interesa el vínculo que tienen con el IS ni queremos preguntar
qué ocurre entre ellos y los yihadistas. Son vecinos o empresarios de
Mosul que, en cualquier caso, están arriesgando su vida por salvar
otras", zanja Maman.
Una vez completada la transacción, los rehenes -acompañados
por ayudantes del empresario- atraviesan los confines del IS. A menudo
la escapada se prolonga durante nueve horas de caminata, abriéndose
camino entre sierras y dunas. Al otro lado de la frontera, en zona
segura, aguarda el reencuentro con la familia tras un año de tormentos y
extravío. "Es una ceremonia íntima pero muy emotiva. Después les
trasladamos en coche hasta una casa donde completamos el papeleo, les
fotografiamos y tomamos las huellas dactilares", comenta Beam. "A los
donantes que han proporcionado importantes sumas de dinero, más de
10.000 o 20.000 dólares, les damos una imagen como muestra del resultado
de su colaboración".
En las instantáneas proporcionadas por la campaña a este
diario, los menores rescatados sostienen un cartel que reza: "Mi nombre
es... Agradezco a (nombre del mecenas) por ayudar en mi liberación. Que
Dios te bendiga".
Las cuatro paredes que documentan el fin del calvario
escuchan también los estremecedores relatos de largos y salvajes
cautiverios, a los que Maman asiste vía Skype. "Hace unos días participé
en la entrevista con una niña recién liberada. Fue terrible. Me contó
que la habían vendido hasta en cinco ocasiones y que cada cambio de
propietario estaba marcado por una violación más brutal que la anterior.
Me dijo que había perdido a gran parte de su familia y que desconocía
su paradero. Estaba completamente traumatizada. Lo había perdido todo: la familia, la dignidad... Temí que intentara suicidarse".
El vendedor de coches
PASIÓN POR EL MOTOR. Aficionado a la Harley, compagina la venta de coches de época con su labor como conservador de una de las mayores colecciones privadas de vehículos clásicos del planeta.SUS GUÍAS. Junto a Schindler, Maman venera al británico Nicholas George Winton, que organizó el rescate de 669 niños desde Checoslovaquia antes de la II Guerra Mundial.
SU GRAN SUEÑO. "Ver que la comunidad internacional se involucra de verdad y se logra la liberación de los 3.000 yazidíes que están secuestrados dentro del califato".
La inconclusa relación de vidas redimidas por el sefardí
-"La lista es un bien absoluto. Es la vida", sostenía Itzhak Stern en La
lista de Schindler- registra desgarros similares. "Mujeres que han sido
violadas y vendidas sin tregua; sometidas a operaciones de cirugía para
reconstruirles el himen; apaleadas, deprimidas y privadas de comida. Hay incluso una niña de nueve años que ha padecido abusos sexuales tan atroces que tiene daños internos. En esa lista figuran hombres y mujeres que seguían vivos pero que, en realidad, estaban muertos".
- Es hebreo, es del Talmud. Dice: "Quien salva una vida, salva al mundo entero"
El empresario alemán Oskar Schindler recibe
la inscripción tallada en un anillo de oro, regalo de los cientos de
judíos a quienes guareció del horror de las cámaras de gas y los campos
de concentración convirtiéndoles en sus peones. La Alemania de Hitler
acaba de derrumbarse y es Schindler, miembro del partido nazi, quien
emprende la huida ante la inminente llegada de las tropas aliadas. A
medianoche. Entre sollozos. Rodeado por un millar de obreros. El patrón
se lamenta con amargura y susurra al oído de su mano derecha, el
contable Itzhak Stern: "Si hubiera tenido más dinero... Malgasté tanto.
No tienes ni idea. No hice lo suficiente".
19 de agosto de 2015. La misma letanía que tortura a
Schindler resuena al otro lado del hilo telefónico. "Hemos reunido poco
más de medio millón de dólares. Es una cantidad insuficiente.
Queremos liberar al mayor número posible de personas pero el dinero no
nos llega. Necesitaríamos unos nueve millones de dólares para rescatar a
todos los secuestrados", dice angustiado el acaudalado comerciante
Steve Maman. Este judío sefardí, nacido en Casablanca (Marruecos) hace
42 años y afincado en Canadá, se ha embarcado en una aventura tan
temeraria como prometedora: arrebatar de las fauces del autodenominado Estado Islámico a las 3.000 niñas y mujeres
de la minoría yazidí, raptadas hace un año en el norte de Irak y
convertidas desde entonces en esclavas sexuales del califato. Su
campaña, que crece a diario con donaciones llegadas de medio mundo, le
ha valido el sobrenombre del Schindler judío, un apodo que rechaza
regido por la modestia.
"Me llaman el Schindler judío pero él liberó a 1.200
personas en mitad del Holocausto y en las peores circunstancias que uno
puede imaginarse. ¿Cómo puedo yo compararme con él? Estoy muy lejos de su capacidad y su legado",
replica a Crónica. Son las nueve de la noche en El Cairo, tres de la
tarde en Montreal. Maman responde veloz, saturando de palabras la línea,
como si cada segundo valiera toda una existencia. "Tengo dos empresas,
una dedicada a la iluminación y otra a la venta de coches de época y
motocicletas Harley Davidson, pero desde que empezamos la campaña dedico
todo mi tiempo a la liberación de cristianos y yazidíes. Quiero hacer
algo verdaderamente importante", arguye.
Maman, apoyado en un Porsche.
La vida no le ha tratado mal. Felizmente casado, disfruta de
una vasta descendencia -seis hijos con edades que oscilan entre los 20
meses y los 22 años- y valiosos contactos en la corte marroquí y los
palacetes del golfo Pérsico. Tiene incluso lazos remotos con nuestro
país. "Mi familia ha vivido durante muchas generaciones en Marruecos
pero sabemos que nuestro apellido procede del sur de España",
relata sin ánimo de abrir lances del pasado. Ha sido, sin embargo, el
único episodio que juró no olvidar -el Holocausto- el que le ha hecho
correr al auxilio de las víctimas del genocidio que los adláteres de Abu
Bakr al Baghdadi perpetraron el pasado verano contra los yazidíes,
seguidores de una fe vinculada al zoroastrismo que mezcla elementos de
antiguas religiones mesopotámicas con los credos cristiano y musulmán y a
los que los barbudos consideran "adoradores del diablo".
"Mi pueblo -narra Maman- padeció el Holocausto. Seis
millones de personas fueron asesinados por los nazis porque el mundo
tardó demasiado tiempo en reaccionar. Se necesitaron seis años para
socorrer a los judíos que habían sido confinados en campos de
concentración y detener su exterminio. Con los yazidíes está sucediendo
lo mismo. La comunidad internacional no está demostrando ningún interés en poner fin a los crímenes.
Por eso he decidido actuar como individuo en lugar de quedarme
esperando. Ha transcurrido un año y hasta ahora nadie ha hecho nada para
rescatar a los yazidíes y cristianos atrapados en el califato".
En busca de las almas que el IS (Estado Islámico) vendió al
mejor postor o regaló como trofeo de guerra a sus combatientes, Maman
fundó en junio la organización "Liberación de niños cristianos y
yazidíes de Irak". Lanzó una campaña de mecenazgo por internet y comenzó
a llamar a la puerta de gobiernos y donantes privados. En un par de
semanas la red ha logrado que 128 supervivientes -en su mayoría mujeres
de entre 3 y 35 años- hayan escapado a la pesadilla.
"El proceso es muy sencillo", detalla el empresario. "Recaudamos el dinero y lo enviamos a nuestro equipo en el Kurdistán iraquí (limítrofe con las tierras ocupadas por el IS), que tiene contactos dentro del califato.
Son los intermediarios quienes se encargan de negociar con los soldados
del IS y los civiles que poseen esclavos", agrega. Sobre el terreno,
una de las piezas clave del engranaje que está devolviendo la esperanza a
la diáspora yazidí es la estadounidense Amy Beam, una desarrolladora de
software jubilada que se dedica a buscar familias con parientes
desaparecidos. "Steve me telefoneó pidiéndome ayuda. Desde hace un año
visito los campos de refugiados en Turquía y el norte de Irak. Mi misión
es hallar a las familias que todavía tienen a miembros secuestrados por
el IS y encontrar el modo de contactar con esas personas", explica Beam
desde Dohuk, la ciudad del Kurdistán iraquí donde reside desde enero.
"Al principio todo era más sencillo. Durante los primeros
meses de cautiverio las mujeres y niñas disponían de teléfono y a
escondidas llamaban a sus parientes. Después los militantes del IS les
requisaron los aparatos y algunas consiguieron guardarse la tarjeta
telefónica. Aunque resulta cada vez menos común, se ha logrado liberar a
varias mujeres que han vuelto a comunicarse por móvil con sus seres
queridos", precisa el enlace de Maman en tierras kurdas. Hasta hace
algunos meses la única opción viable era escapar de los captores
aprovechando alguna distracción. Tres mujeres que fueron vendidas como
esclavas relataron a este diario en junio su arriesgada huida de Mosul,
la segunda ciudad de Irak en manos yihadistas desde junio de 2014.
Después de que decenas lo consiguieran, la fuga es hoy un escenario casi
imposible. "El control del IS se ha recrudecido. Aun
colocándose un niqab (prenda que cubre todo el cuerpo excepto los ojos),
las mujeres no pueden caminar solas por la calle. Sin ayuda no llegan
muy lejos", admite la estadounidense.
De esclavas a mercancía
Es en estos casos cuando la iniciativa de Maman cobra
sentido. "Mantener a una prisionera en tu casa durante todo un año es
muy complicado. Más aún si tiene que convivir con otra esposa e hijos. A
pesar de las golpizas y las amenazas, las mujeres se siguen rebelando
contra sus verdugos hasta volverse un quebradero de cabeza. Es el
momento de venderla a otros hombres. Ya no son esclavas sexuales sino mercancía.
Nuestros intermediarios las compran y están dispuestos a entregarlas a
sus familias cruzando el territorio del IS", refiere Beam.
CRÓNICA
Un equipo de colaboradores locales que permanece en el
anonimato por razones de seguridad se encarga de mediar con unos
vendedores sobre los que el bienhechor judío -interrogado por la
posibilidad de que los rescates sirvan para financiar las arcas del IS-
opta por no saber demasiado. "No tratamos con miembros del califato sino
con intermediarios. Pagamos entre 2.000 y 3.000 dólares por persona (entre 1.700 y 2.600 euros).
No nos interesa el vínculo que tienen con el IS ni queremos preguntar
qué ocurre entre ellos y los yihadistas. Son vecinos o empresarios de
Mosul que, en cualquier caso, están arriesgando su vida por salvar
otras", zanja Maman.
Una vez completada la transacción, los rehenes -acompañados
por ayudantes del empresario- atraviesan los confines del IS. A menudo
la escapada se prolonga durante nueve horas de caminata, abriéndose
camino entre sierras y dunas. Al otro lado de la frontera, en zona
segura, aguarda el reencuentro con la familia tras un año de tormentos y
extravío. "Es una ceremonia íntima pero muy emotiva. Después les
trasladamos en coche hasta una casa donde completamos el papeleo, les
fotografiamos y tomamos las huellas dactilares", comenta Beam. "A los
donantes que han proporcionado importantes sumas de dinero, más de
10.000 o 20.000 dólares, les damos una imagen como muestra del resultado
de su colaboración".
En las instantáneas proporcionadas por la campaña a este
diario, los menores rescatados sostienen un cartel que reza: "Mi nombre
es... Agradezco a (nombre del mecenas) por ayudar en mi liberación. Que
Dios te bendiga".
Las cuatro paredes que documentan el fin del calvario
escuchan también los estremecedores relatos de largos y salvajes
cautiverios, a los que Maman asiste vía Skype. "Hace unos días participé
en la entrevista con una niña recién liberada. Fue terrible. Me contó
que la habían vendido hasta en cinco ocasiones y que cada cambio de
propietario estaba marcado por una violación más brutal que la anterior.
Me dijo que había perdido a gran parte de su familia y que desconocía
su paradero. Estaba completamente traumatizada. Lo había perdido todo: la familia, la dignidad... Temí que intentara suicidarse".
El vendedor de coches
PASIÓN POR EL MOTOR. Aficionado a la Harley, compagina la venta de coches de época con su labor como conservador de una de las mayores colecciones privadas de vehículos clásicos del planeta.SUS GUÍAS. Junto a Schindler, Maman venera al británico Nicholas George Winton, que organizó el rescate de 669 niños desde Checoslovaquia antes de la II Guerra Mundial.
SU GRAN SUEÑO. "Ver que la comunidad internacional se involucra de verdad y se logra la liberación de los 3.000 yazidíes que están secuestrados dentro del califato".
La inconclusa relación de vidas redimidas por el sefardí
-"La lista es un bien absoluto. Es la vida", sostenía Itzhak Stern en La
lista de Schindler- registra desgarros similares. "Mujeres que han sido
violadas y vendidas sin tregua; sometidas a operaciones de cirugía para
reconstruirles el himen; apaleadas, deprimidas y privadas de comida. Hay incluso una niña de nueve años que ha padecido abusos sexuales tan atroces que tiene daños internos. En esa lista figuran hombres y mujeres que seguían vivos pero que, en realidad, estaban muertos".
Fuente:elmundo.es