Casa de Israel - בית ישראל


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No olvidamos las terribles persecuciones a las que fue sometido el pueblo judío a través de los siglos , que culminaron con la tragedia de La Shoá .
Queremos tambien poner en valor y reconocer la fundamental e imprescindible aportación de este pueblo y de la Instrucción de La Torá , en la creación de las bases sobre las que se sustenta la Civilización Occidental.

"... עמך עמי ואלהיך אלהי ..."

lunes, 26 de septiembre de 2022

El milagro de Israel para pasar de país desértico a que sobre agua (y 3): el riego por goteo y reciclarlo (casi) todo - Carmelo Jordá


 La visión original de los fundadores de Israel era la de un país con un carácter marcadamente agrícola. De alguna forma, muchos entendieron que para volver a la Tierra Prometida era necesario volver a la tierra en sí y las oleadas sionistas de la primera mitad del siglo XX llenaron el país de colonias dedicadas a la agricultura: los famosos kibutz.

El milagro de Israel para pasar de país desértico a que sobre el agua (1): política e infraestructuras

Afortunadamente, los kibutz ya no son lo que eran: la inmensa mayoría de ellos superaron hace décadas la ideología y la organización socialistas en la que se basaban. También la agricultura ha dejado de ser una pieza central de la economía israelí –los propios kibutz invirtieron en otros campos y crearon empresas de muchos tipos– pero a pesar de que su aportación al PIB sea pequeña, sigue siendo un sector básico para Israel por varias razones: la seguridad alimentaria en un país enclavado en un entorno tradicionalmente hostil, cierto orgullo nacional vinculado a esos pioneros sionistas y, por último pero no menos importante, los desarrollos tecnológicos y empresariales que han nacido de la agricultura y ahora se exportan a todo el mundo.

Pero, ¿y el agua?

Todo lo anterior está muy bien pero sería imposible de no contar con un suministro abundante, constante y fiable de agua, y más en un lugar como Israel, en buena parte desértico y con altas temperaturas durante muchos meses del año.

El milagro del agua en Israel (2): eficacia, ahorro y desaladoras

Dos estrategias se han desarrollado paralelamente para conseguir que no faltase el líquido elemento en el campo israelí: una, como siempre, el ahorro, del que hablaremos más adelante; la segunda quizá sea todavía más llamativa, es el uso masivo de agua reciclada: Israel reutiliza nada más y nada menos que el 85% de sus aguas residuales y para hacernos una idea de lo que esto supone hay que decir que en España ese porcentaje está entre el siete y el diez por ciento y, atención, pese a la distancia sideral que nos separa del país hebreo somos el líder europeo y segundos en el mundo en la materia.

Y la mayor parte de este agua reciclada se destina a la agricultura, así que aproximadamente el 90% de los riegos agrícolas en el país se hacen gracias a residuos que de otra forma habrían ido a parar al mar.

Tratamiento masivo: Shafdan

El mejor sitio para conocer esa ingente capacidad de reciclar agua es la planta de tratamiento de Shafdan, al sur de Tel Aviv. Allí llegan las aguas residuales de unos tres millones de personas que viven en el centro del país.

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La planta de tratamiento de aguas residuales de Shafdan | C.Jordá

A través de las dunas que cubren la zona dos grandes tuberías llevan hasta el interior de la planta lo que hasta no hace tanto era un engorroso residuo y ahora es un valioso recurso. Las instalaciones son propiedad de Mekorot, la empresa pública del agua israelí, y su portavoz Lior Gutman nos explica junto a los grandes depósitos que, para poder usarse en la agricultura, la purificación del agua tiene que pasar por tres estadios y que, aunque no lo hacen, técnicamente serían capaces de someterla a un cuarto que la haría apta incluso para el consumo humano.

Parte del proceso se desarrolla en unas instalaciones cerradas en las que se retiran los residuos sólidos, después, pasando de unos tanques a otros ya a cielo abierto el agua va depurándose hasta que es posible devolverla al sistema –obviamente, en un circuito diferente al del agua destinada al consumo doméstico– y distribuirla por todo Israel.

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Depósitos para generar biogás | C.Jordá

La planta de Shafdan cuenta también con unos grandes depósitos en los que a partir de los peores residuos se genera biogás, con lo que se reduce el consumo energético de las instalaciones.

En contra de lo que podría pensarse, Shafdan no es un lugar desagradable: en un día con viento suave el olor sólo se nota cuando estamos literalmente encima de las aguas residuales y no hay mucho más ruido que un operario que cortaba el césped con una especie de cochecito que conducía como lo habría hecho el mismo Fernando Alonso. Pero así, casi sin que uno se dé cuenta, millones y millones de litros de agua se van recuperando para un segundo uso, para un nuevo ciclo vital.

De la diálisis a los residuos del ganado

En algunos puntos de Israel la capacidad para depurar agua y darle una nueva vida alcanza un notable virtuosismo y se logra con soluciones tan brillantes como sorprendentes. Es lo que ocurre en los Altos del Golan, a tiro de piedra –aproximadamente a un kilómetro– de la frontera con Siria, en una planta de depuración que tiene que hacerse cargo de los residuos que generan las ganaderías de vacuno de los alrededores.

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Mino Negrini, de NUF Filtration | C.Jordá

"Aquí tratamos las aguas residuales producidas por 5.000 personas y 5.000 vacas –nos dice Mino Negrini, CEO de NUF Filtration– el equivalente sería tratar las de una ciudad de 150.000 personas". Para poder reciclar estos residuos de la ganadería es necesario un tratamiento "de muy alto nivel", porque las vacas no sólo producen muchos desperdicios sino que estos están "llenos de materia orgánica".

La solución no puede ser más ingeniosa: reutilizar los filtros médicos que se usan en los tratamientos de diálisis y que, obviamente, sólo pueden emplearse una vez. NUF Filtration los recupera hospital por hospital y los esteriliza para poder volver a usarlos: "Son el mejor filtro disponible en el mundo, al fin y al cabo imitan al mejor filtro del mundo que es el riñón".

Su eficacia es tal que permite retener "toda, y recalco el toda, la contaminación microbiológica y todas las partículas en suspensión, lo único que lo atraviesa es el agua y la sal". El proceso se realiza sin usar ningún producto químico y los filtros se pueden limpiar y usarse durante bastantes años y, encima, son realmente baratos: los hospitales están deshacerse de esos residuos que para ellos son difíciles de gestionar.

El agua puede usarse para regar cualquier tipo de cultivo y es perfectamente transparente e inodora, aunque conserva un color amarillento fruto de alguno de los residuos generados por las vacas. Una vez tratada, se almacena temporalmente en un estanque junto a planta sobre el que vemos la puesta de sol en una tarde agradable y ventosa, fresca en las alturas del Golán, un lugar quizá inesperado para una idea realmente insólita.

El rapidísimo ciclo del agua

Esta planta en un extremo del país nos muestra como el ciclo de vida de prácticamente toda el agua que se usa en Israel es doble: al primer paso por el circuito doméstico le sigue el tratamiento y reciclado y, tras este, el reaprovechamiento agrícola que luego extraerá todo el valor de cada una de las gotas.

Un dato curioso es la rapidez con la que todo ocurre: en sólo cuatro cinco horas el agua captada por una de las plantas desaladoras en el Mediterráneo habrá llegado a un hogar israelí y, tras ser usada y desechada por el desagüe, sólo tardará unos tres días en superar todo el proceso de purificación y regar, a través de un eficiente sistema por goteo, un campo agrícola en cualquier parte del país.

Otra vez el ahorro… y la tecnología

Precisamente, el riego por goteo y el ahorro de agua que supone son el otro elemento esencial en lo que ha logrado el sector agrícola israelí, que usando estas técnicas avanzadas para la gestión de los campos obtiene resultados muy superiores en cantidad y calidad con mucha menos agua.

De nuevo, una comparación con lo que ocurre en nuestro país nos servirá mejor que nada para entender la magnitud del ahorro: el sector agrícola en España consume casi 15.500 hectómetros cúbicos al año, con los que genera el 2,7% del PIB de nuestro país, es decir, unos 32.500 millones de euros.

Por su parte, el campo israelí consume unas trece veces menos agua, 1,2 hectómetros cúbicos, con los que logra un resultado económico que supone un 2,4% del PIB total del país hebreo: unos 9.900 millones de euros. Es decir, que con sólo un 7,9% del agua que usamos en España para la agricultura, en Israel se genera un sector agrícola que es casi un tercio del español.

Los inventores del riego por goteo

El mejor lugar para conocer la historia y el presente de esta tecnología es la factoría en el kibutz Magal de Netafim, la empresa que lo inventó. Allí nos recibe Gal Yarden, presidente de la división de la compañía para Europa, Oriente Medio y África, que nos cuenta como el negocio que nació en otro kibutz cercano en 1965 emplea ahora a 5.000 trabajadores en todo el mundo –entre otras muchas cosas tienen una fábrica en Ribarroja de Turia, muy cerca de Valencia– y factura 1.100 millones al año.

Yarden nos cita algunos casos de éxito: cultivos de arroz en Italia que han usado un 70% menos de agua y un 30% de nutrientes para obtener un cereal de la misma calidad y con menos emisiones de CO2; o en Grecia, donde no sólo se ha gastado un 68% menos de agua sino que se ha logrado hacer crecer el arroz en laderas.

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Riego por goteo en Netafim | C.Jordá

Y es que la tecnología de irrigación por goteo se ha desarrollado tanto que ahora permite no sólo regar la planta en cuestión, sino entregarle de la forma más eficaz posible todos los nutrientes que necesita, sin desperdiciar nada. En algunas ocasiones la producción prácticamente se dobla y el directivo de Netafim nos asegura que normalmente bastan entre un año y medio y tres para amortizar la inversión.

La empresa se compromete a facilitar a los agricultores una solución completa que no es sólo las tuberías, sino los equipos para controlar todo el proceso, los filtros para que el agua no tenga ninguna impureza que pueda dañar los dosificadores… Mientras visitamos la pequeña granja experimental que tiene Netafim junto a la fábrica uno de los expertos de la firma nos explica lo que son capaces de conseguir, más allá de mejorar la producción: "Se puede hacer crecer cualquier cultivo, en cualquier suelo y sea cual sea el clima".

Una frase que es un involuntario pero inmejorable resumen del empeño con el que Israel ha logrado salir adelante pese a tenerlo todo en contra: los vecinos, el territorio y hasta un clima que podría haber privado al país de lo más básico: el agua y ese pequeño gesto que damos por sentado, pero que en realidad es casi un gran milagro: abrir el grifo y disponer de agua para beber.

Fuente : www.libertaddigital.com

- Seguir leyendo: https://www.libremercado.com/2022-09-26/sequia-milagro-israel-para-pasar-de-pais-desertico-a-que-sobre-agua-y-3-el-riego-por-goteo-y-reciclarlo-casi-todo-6936265/

domingo, 25 de septiembre de 2022

El milagro de Israel para pasar de país desértico a que sobre agua (2): eficacia, ahorro y desaladoras - Carmelo Jordá


 

Parte de las instalaciones de la planta y una tranquila playa que en verano toman los bañistas. | C.Jordá

 

Los israelíes han convivido prácticamente toda su historia con el miedo a quedarse sin agua. Tanto es así como que algunos de los espacios arqueológicos más sorprendentes de Jerusalén son, precisamente, infraestructuras que hace ya casi 3.000 años se construyeron para poder tener agua en la ciudad tres veces santa.

No debe sorprendernos, por tanto, que dentro de sus costumbres, su cultura, y también en la educación que se da a los niños desde sus primeros años en el colegio, la convicción de que es necesario ahorrar y consumir sólo lo necesario sea una constante.

El milagro de Israel para pasar de país desértico a que sobre el agua (1): política e infraestructuras

Además, agresivas campañas publicitarias y unas tarifas que reflejan el coste real del agua han logrado ahorros importantes en los últimos años. Sin embargo estas no son la únicas medidas que reducen el consumo: la empresa nacional que controla buena parte de la gestión del líquido elemento en todo el país, Mekorot, presume de que en sus cañerías se pierde sólo un 3% de agua debido a fugas, un porcentaje que en el conjunto del país se eleva al 7% debido a que las redes de las empresas municipales son menos eficientes, pero que aun así está muy por debajo de lo que suele ocurrir en la mayoría de los países desarrollados. En España, por ejemplo, el porcentaje de agua que se pierde en la red, la llamada "no registrada", porque se pierde antes de llegar al contador, está en el 25% del total.

El gran cambio: las desaladoras

No obstante, es evidente que los ahorros son muy importantes, pero que el gran cambio en la disponibilidad de agua en Israel llegó a partir de 2005 y lo produjo la puesta en marcha de la primera planta de desalinización de agua marina, Ascalón, que desde entonces provee a la red de 90 hectómetros cúbicos al año de agua dulce perfecta para el consumo en los hogares.

En estos últimos 15 años la apuesta del país por el agua del mar desalinizada se ha multiplicado: en la actualidad son cinco las plantas que operan en la costa mediterránea: a la ya citada en Ascalón se han sumado Ashdod, Palmachin, Sorek y Hadera. Entre todas proporcionan casi 600 hectómetros cúbicos cada año, es decir, una séptima parte del total de agua que se suministra en España, en un país que tiene una quinta parte de los habitantes que el nuestro.

Otras dos cifras nos pueden ayudar a entender la magnitud del programa de desalinización israelí: en estos momentos España obtiene con sus mayores desaladoras un total de unos 515 hectómetros cúbicos, casi 100 menos que Israel y, además, para ello necesita doce plantas en lugar de cinco.

Y eso no es todo: tal y como explicaba en un encuentro con periodistas europeos en Tel Aviv Olga Slepner, en 2023 está prevista la puesta en marcha de otra desaladora en Sorek, que con una capacidad de 200 hectómetros cúbicos será la mayor del país. En 2025 llegará otra más, esta en el oeste de Galilea. Cuando las siete estén en marcha, Israel proporcionará el 100% del agua del grifo que consumirán sus ciudadanos por este método que ya hoy supone el 85% del agua que beben y con la que se asean los israelíes.

Así es una desaladora: el ejemplo de Hadera

Para saber más de esta tecnología visitamos la planta de Hadera, situada a unos 30 kilómetros al norte de Tel Aviv, no lejos de la histórica ciudad de Cesarea y sus ruinas romanas entre las que, por cierto, hay un bellísimo acueducto romano en plena playa que nos recuerda que eso de la ingeniería hidráulica viene de muy atrás.

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Hadera está al lado de una planta de generación eléctrica, la Orot Rabin, que es, curiosamente, la muestra de otro de los grandes procesos que vive el país: tras descubrir unos grandes yacimientos de gas natural no muy lejos de la costa esta energía se está imponiendo a todas las demás y, allí como en otros muchos lugares, está sustituyendo al viejo carbón, mucho más contaminante.

Las desaladoras israelíes son otro ejemplo de cómo, aunque el agua sea un sector completamente intervenido, la colaboración entre el Estado y el sector privado cada vez es mayor: tal y como nos explica David Muhlgay, CEO de la filial de IDE Technologies que gestiona la de Hadera, las plantas son construidas y operadas por empresas a las que se ofrece un compromiso de compra de agua por unas cantidades mínimas y una concesión por 25 años que, según nos adelantó una fuente conocedora de la cuestión, probablemente se amplíe ya que "el Estado no tiene ningún interés en operar desaladoras y el modelo está funcionando perfectamente".

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Membranas que son la clave del proceso | C.Jordá

La desaladora ocupa una estrecha franja de terreno junto al mar, aunque se interna cerca de mil metros en lo que son unas instalaciones enormes. Se trata de una planta de osmosis inversa, básicamente el agua atraviesa una serie de membranas tan finas que son capaces de atrapar hasta la sales disueltas.

Estas membranas se colocan en grupos de varias en una especie de vainas en las que el agua es inyectada a una presión de 70 bares. En una gigantesca sala se apilan miles de ellos en medio de un ruido ensordecedor. Hay nada más y nada menos que 53.000 membranas. El proceso es más complejo, pero aquí está lo esencial: el contenido de sales y minerales del agua se reduce de 40.000 a 240 partes por millón. El proceso de filtrado da como resultado un 50% de agua dulce y otro tanto de agua con algo más de contenido salino.

Precauciones ecológicas

Ese agua inyectada, además, sirve para recuperar la energía en otras partes del proceso y, por tanto, reducir el consumo hasta en un 45%. Es una de las medidas en marcha para minimizar el impacto ambiental, algo que se hace desde el inicio del proceso: tres tubos de 1.250 metros de longitud toman el agua lejos de la costa y lo hacen con un sistema de succión lenta que no afecta a la fauna. Como prueba de ello en la presentación en la propia planta nos muestran fotos de personas buceando tranquilamente junto a la toma.

Estas grandes cañerías se limpian sin usar productos químicos: en lugar de eso se lanza periódicamente una especie de gran desatascador con bordes de goma al que llaman PIG que se lanza por el tubo a una velocidad de 1,4 metros por segundo rebañando todas las impurezas que puedan haber quedado en el interior y que también podemos ver en nuestra visita, esperando ser usada.

El gran problema medioambiental con las desalinizadoras suele ser la salmuera generada en el proceso, pero según los responsables de Hadera la realidad en su planta es otra. Vemos desde el interior los torrentes que vierten este agua en el mar, justo en la entrada. Al lado de este vertido de un agua que es ciertamente cristalina el mar recibe otro: el de la usada en las calderas de la planta de energía, lo que contribuye a diluir la salmuera y a que la sustancia que llega al mar sea sólo "un poco más salada y un poco más caliente" que el agua marina, tal y como nos dice David Muhlgay.

La directora técnica del complejo, Miriam Brusilovsky, nos explica que cuando se cambie el combustible de la central térmica y ya no expulse esa agua, la desalinizadora dispondrá de unas tuberías de dos kilómetros de longitud para deshacerse de la salmuera. Allí, a una profundidad mayor y ayudada por unos aspersores especiales se diluirá con gran rapidez: "Cuando el agua llega a 10 metros de la superficie sólo tiene un 1% más de sal de lo normal", explica.

El principal problema ambiental y económico de las plantas desaladoras sigue siendo el consumo energético, pero este también se está reduciendo: "Antes las plantas necesitaban entre 4 y 4,5 KW/h para obtener un metro cúbico de agua, esta lo hace con 3,3 y las modernas ya logran hacerlo con 2,9", nos asegura Muhlgay. Este menor consumo hace, por supuesto, que los precios puedan ser más competitivos.

En cualquier caso, gracias a la introducción masiva del gas natural que el país ha encontrado en el Mediterráneo, los precios de la energía no están sufriendo una escalada como la que vivimos en Europa. Ventajas de hacer algo tan extraño –pero obviamente de sentido común– como usar tus propios recursos.

Está claro que la apuesta decidida de Israel por la desalación será a muy largo plazo: la planta de Hadera, por ejemplo, está construida como para poder funcionar "durante 40 o incluso 50 años si se hace el mantenimiento adecuado". Como ya hemos dicho, a medio plazo la desalinización podrá proporcionar el 100% del agua para el consumo doméstico en el país y es previsible que siga siendo así durante mucho tiempo.

Pero, ¿qué pasa con el consumo no doméstico, por ejemplo el del pujante sector agrícola? Para eso Israel también ha creado grandes soluciones, pero de ellas hablaremos en el siguiente artículo.

Fuente: www.libertaddigital.com

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sábado, 24 de septiembre de 2022

El milagro de Israel para pasar de país desértico a que sobre el agua (1) - Carmelo Jodá

 


Durante años, los telediarios de Israel abrían hablando de la cantidad de agua que había en el mar de Galilea. "El nivel del Kineret –el nombre en hebreo del mayor lago de agua dulce del país– era el nivel de ánimo de los israelíes", me cuenta un periodista en la orilla de la gran masa de agua sobre la que caminó Jesucristo.

Había una buena razón para ello, mucho más allá de aspectos sentimentales o del interés por el Nuevo Testamento: el lago de Tiberiades, como también se lo conoce, era la mayor y casi única reserva de agua dulce del país y lo siguió siendo hasta bien entrado el siglo XXI.

Y es que no descubrimos nada si decimos que Israel es un país seco, en parte desértico, así que no es extraño que incluso antes, desde su nacimiento en 1948, sus padres fundadores tuvieran, entre otras muchas preocupaciones, la de lograr suficiente agua para una población en constante crecimiento y un sector agrícola que entonces era parte esencial del impulso sionista.

Aún hoy en día, si bien hace mucho que la agricultura ha dejado de ser esencial para el conjunto de la economía israelí, sí es una parte importante del orgullo nacional de un país en el que muchos de sus pioneros se establecieron en comunas agrícolas, los famosos kibutz.

Hoy en día, sin embargo, Israel no sólo tiene agua más que suficiente para un consumo que poco a poco se va elevando y para unos agricultores que incluso se permiten exportar, sino que incluso puede venderle agua a sus vecinos: Jordania recibe nada más y nada menos que 100 hectómetros cúbicos al año a precio de saldo y, tan pronto como se creen las infraestructuras al otro lado del río Jordán, esa cantidad podría doblarse. Además, la Autoridad Nacional Palestina recibe otros 100 hectómetros e incluso Gaza, donde Hamás se niega a cualquier compromiso con Israel, tiene asignados otros 20 de los que actualmente sólo usa la mitad.

Propiedad del Estado, pero a precio de mercado

¿Cómo ha sido posible este trayecto desde ser un país desértico en el que el agua era una obsesión a disponer incluso de más de la necesaria? Libertad Digital ha recorrido Israel en un viaje de la organización EIPA para conocer esta historia y la analizaremos en una serie de tres artículos en los que hablaremos de decisiones políticas, de infraestructuras, de tecnología e incluso de ingenio humano, un ingrediente que suele estar en no pocos de los éxitos de este pequeño país.

Empezaremos por el principio: inspirados por el fuerte componente socialista que tenía el movimiento sionista y por la necesidad de construir instituciones fuertes en un entorno hostil, los fundadores de Israel decidieron que toda el agua en el país era un bien público propiedad estatal. Y cuando decimos toda queremos decir toda: la de ríos y lagos, la de los acuíferos subterráneos e incluso el agua de lluvia que alguien pudiera almacenar en una piscina. En Israel era, y es, imposible hacer un pozo o bombear agua de un arroyo sin el visto bueno de las autoridades y, además, no es nada fácil conseguirlo.

Cualquier decisión sobre el agua se tomaba bajo una estricta supervisión política en la que participaban seis ministerios y otra media docena de entidades públicas, un sistema que demostró sus flaquezas –a pesar de algunos logros importantes– y que acabó dando paso a otro esquema no mucho más liberal pero sí bastante más racional: en 2007 se creó la Autoridad Nacional del Agua, un organismo que, pese a partir de nombramientos políticos, funciona de forma independiente –algo no tan extraño en un país en el que los gobiernos pueden durar sólo unos meses– y que toma las principales decisiones sobre el agua en todo Israel, entre ellas la definición de las tarifas.

De hecho, una de las primeras medidas que puso en marcha este organismo demostró esa independencia de la política, ya que era lo suficientemente impopular como para que ningún gobernante se atreviese a tomarla: una subida de los precios para que los usuarios pagasen el coste real del agua que llega a sus casas, campos o industrias. ¿Resultado? Aumentar aún más la concienciación de una población que como decíamos siempre ha entendido que no se trata de un recurso infinito y, por la vía del sablazo económico, una reducción del consumo de cerca de un 20%.

Una única empresa…

Israel cuenta también con una única compañía –de propiedad pública– que gestiona muchos de los pasos que da el agua: Mekorot. Fundada incluso antes de la independencia del país en 1948, en bastantes aspectos funciona como una empresa privada, con un alto nivel de exigencia y eficacia, a pesar de ser 100% del Estado.

Además, en distintos momentos del ciclo del agua Mekorot se relaciona con agentes privados –algunos de los suministradores de agua lo son– y también con otras empresas públicas: las formadas en agrupaciones de municipios y que se encargan el servicio a los consumidores, es decir, de llevar el líquido elemento a los hogares, las industrias…

En este momento son 56 empresas de servicios municipales –ahora van a reducirse a una tercera parte en busca de una mayor eficiencia, nos cuenta en Tel Aviv Olga Slepner, asesor de la Dirección General y responsable de la Unidad de Relaciones Internacionales de la Autoridad Nacional del Agua– que también tienen que aplicar criterios de gestión privada y que no responden ante los ayuntamientos. De hecho los consistorios tienen que pagar el agua como cualquier otro usuario: se acabó regar parques de cualquier manera.

Resumiendo mucho: el sistema que lleva el agua a los hogares de Israel incluye suministradores privados de agua, la propia Mekorot que gestiona el líquido elemento a lo largo de todo el país y, finalmente, empresas que operan en varios ayuntamientos al mismo tiempo y que son las que llevan el agua a los grifos de las casa.

…Y una única cuenca hidrográfica

A pesar de su pequeño tamaño, Israel tiene regímenes de lluvias muy distintos y, por tanto, recursos hídricos muy diferentes de una parte a otra: en la franja más al norte las lluvias son bastante abundantes y el Mar de Galilea supone una gran reserva de agua: hasta 4.400 hectómetros cúbicos cuando está lleno.

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El Mar de Galilea, desde su costa norte | C.Jordá

Por su parte, la zona del centro tiene una pluviosidad razonable, aunque con ciclos de sequía que complican las cosas; finalmente, el sur es literalmente un desierto en el que pueden pasar años sin ver una gota. No sé a ustedes, pero a mí estas franjas tan diferentes me recuerdan a algo...

Pero al contrario de lo que hacemos en otros sitios, en Israel nunca se puso en duda que las zonas con más agua debían contribuir con sus excedentes a abastecer aquellas otras en las que el líquido elemento era un bien más escaso: la primera gran infraestructura que se decidió abordar fue el Trasvase Nacional que debía llevar agua desde el norte húmedo hasta el sur seco.

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Bombas que extraen agua del Mar de Galilea | C.Jordá

Este gran acueducto nace del mar de Galilea, en unas instalaciones que aún hoy en día se siguen usando aunque en menor medida. Visitamos con un grupo internacional de periodistas el lugar del que empieza esta enorme infraestructura en la orilla del gran lago israelí. Allí el portavoz de Mekorot, Lior Gutman, nos cuenta que hoy en día esa gran masa de agua dulce ya no está sobreexplotada: "Sólo bombeamos unos 200 hectómetros cúbicos al año, que usamos sobre todo como reserva de emergencia ante picos de consumo u otras incidencias y para el agua que transferimos a Jordania".

El agua que se extrae del bíblico lago se bombea hasta otro, este artificial: el estanque Schkol, un gran depósito al aire libre que está unos kilómetros al sur y bastantes metros por encima, ya que el Mar de Galilea se encuentra en la misma depresión que el Mar Muerto y a algo más de doscientos metros por debajo del Mediterráneo. El estanque ofrece una estampa llamativa en un entorno que ya es más seco y con pequeñas montañas de fondo; en su centro una gran bandera de Israel casi flota sobre el agua y lanza todo un mensaje.

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El lago artifical Eshkol | C.Jordá

Allí junto al propio reservorio están las grandes instalaciones que depuran el agua, que una vez lista para el consumo ya entra en la red nacional, aunque en ocasiones su viaje aún es más complejo: tal y como nos cuenta en otro momento el propio Lior Gutman grandes cantidades de agua se vierten en una zona arenosa cerca de Tel Aviv y allí, tras un filtrado natural, quedan almacenadas en un acuífero subterráneo para ser extraídas cuando sea necesario.

Además, a partir de noviembre este gran acueducto nacional, que por supuesto llega hasta las zonas agrícolas del sur, ya en el desierto del Negev, podrá funcionar en el sentido opuesto y llevar agua desde el centro de Israel hasta el mar de Galilea si la situación en el lago lo requiriese: "Vamos a hacer la primera prueba en un par de meses, nos aseguraremos de que todo va correctamente y de que no hay fugas y el sistema quedará preparado para ser usado si es preciso, aunque por lo pronto no prevemos hacerlo porque la situación del Kineret es inmejorable", asegura Lior Gutman en unas instalaciones junto a un lago de Tiberiades que, desde luego, tiene un aspecto bellísimo, difícilmente mejorable.

¿Y de dónde sale esta agua que podrá llenar en el futuro el Mar de Galilea? De eso les hablaremos en el próximo artículo.

Fuente:www.libertaddigital.com

lunes, 5 de septiembre de 2022

Múnich, 50 años de la mayor tragedia y vergüenza de los Juegos Olímpicos: "Nadie sabía si tenían pistolas o bombas para volar la Villa"

                                 

                                  Uno de los terroristas en la Villa Olímpica.KURT STRUMPFAP

 La masacre del comando palestino Septiembre Negro, saldada con 18 muertes, no provocó la suspensión de las competiciones. Brundage, un antisemita al frente del COI, dijo que continuaran. El español Joan Jané recuerda el fatídico día

 

El deporte no perdió la inocencia en Múnich. La había perdido mucho antes, también en Alemania. Fue en Berlín, en 1936, en unos Juegos Olímpicos en los que el antisemitismo no era, únicamente, cosa de nazis. También la Italia de Mussolini utilizó la segunda edición del Mundial de fútbol, en 1934, como exaltación del fascismo, en los agitados años 30 que precedieron al estallido de la Segunda Guerra Mundial. Por ello, los Juegos de Múnich, en 1972, en una nueva Alemania inyectada por los dólares, la RFA, debían ser todo lo contrario: los Juegos de la felicidad. Las heridas abiertas de la guerra, producto de la reconfiguración del mundo, en este caso la creación del Estado de Israel y el conflicto originado, lo impedirían para convertirlos en los Juegos de la muerte y la vergüenza.

Se cumplen, hoy, 50 años de la matanza perpetrada por el grupo palestino Septiembre Negro, después de tomar como rehenes a un grupo de deportistas y entrenadores israelíes tras internarse en la Villa Olímpica, donde las medidas de seguridad nada tenían que ver con las actuales. Múnich es, precisamente, la razón.

UN TIRO EN LAS MEJILLAS

Ocho terroristas disfrazados con ropa deportiva lograron acceder al pabellón de la delegación hebrea, poco antes de las cinco de la madrugada del 5 de septiembre. Varios deportistas israelíes estaban todavía despiertos, porque habían disfrutado de una noche demasiado larga en la ciudad. El entrenador del equipo de lucha, Moshe Weinberg, se apercibió del asalto e intentó reducir a uno de los terroristas con un cuchillo de cocina. Recibió un tiro que le atravesó las mejillas. Todavía con vida, fue obligado a conducir a los terroristas a otras dependencias, aunque le quedaron fuerzas para dislocar la mandíbula de uno de ellos de un puñetazo antes de recibir otro disparo mortal. El luchador Yossef Romano también había sido abatido. Fueron las dos primeras víctimas. Los terroristas tomaron finalmente como rehenes a nueve miembros de la delegación. Empezaba entonces un thriller de nervios, negociaciones internacionales, presiones y acciones precipitadas de la policía que acabaron, 21 horas después, con una matanza en el aeródromo de Fürstenfeldbruck. El resultado fue de 18 muertos (11 israelíes, cinco terroristas, un piloto de helicóptero y un policía alemanes).

Los secuestradores eran fedayines que habían sido entrenados en campos de Siria y Jordania. Su acción se producía cinco años después de la Guerra de los Seis Días, en 1967, que marcó el inicio del conflicto árabe-israelí, y en la que Israel se anticipó a la agresión coordinada de sus vecinos y extendió sus dominios a la península del Sinaí, la Franja de Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este y los Altos del Golán.

Errores de la policía

Los secuestradores exigieron la liberación de 236 palestinos presos en cárceles israelíes, además la de los terroristas alemanes Andreas Baader y Ulrike Meinhof. Las autoridades alemanas ofrecieron un intercambio por agentes de su policía con la promesa de obtener liberaciones de Israel, a lo que los terroristas se negaron. Lanzaron, asimismo, la fallida 'operación Sonnenschein', por la que los terroristas debían ser abatidos por tiradores desde el tejado. Las cámaras alertaron a los secuestradores. No sería la última chapuza. Los negociadores convencieron a los palestinos de que podrían abandonar Alemania en un vuelo con los rehenes y para ello serían trasladados en helicópteros a un aeródromo. Era una trampa: pretendían eliminarlos. El resultado fue una masacre.

«Ese día, al ir al desayuno, ya supimos que pasaba algo. Los trayectos habituales estaban cortados y la Villa llena de policías. Nuestro pabellón estaba lejos del israelí, pero la gente del Comité Olímpico Español nos explicó la situación», cuenta Joan Jané, ex seleccionador de waterpolo y entonces un joven jugador de la selección. «Al principio, no recuerdo que tuviésemos miedo. Había más impacto fuera de la Villa que dentro, donde la información estaba muy controlada. Con el pasar de las horas, en cambio, creció el temor, porque nadie sabía si tenían pistolas, metralletas o bombas con las que poder hacer algo más grave de los que pasó, como volar la Villa», añade.

EL ANTISEMITA QUE MANDÓ CONTINUAR

 Jané recuerda que «la suspensión de los Juegos se calibró, claro, aunque nosotros no variamos ese día nuestra agenda de entrenamientos». Avery Brundage, en cambio, dijo lo contrario: «Los Juegos deben continuar». El presidente del Comité Olímpico Internacional (COI) tenía un pasado antisemita que no se descubrió hasta tiempo después, además de haber hecho negocio con los nazis. Cuando presidía el atletismo estadounidense, fue enviado por el COI para informar sobre las Leyes de Nüremberg contra los judíos. No sólo dio luz verde, sino que apartó a atletas hebreos del USA Team para los Juegos del 36. A la tragedia le sucedió, pues, la vergüenza que no compensaron los siete oros de un héroe judío: Mark Spitz. Después llegaría la venganza del Mosad sobre los terroristas supervivientes y sus ideológos, relatada por otro judío: Steven Spielberg.

Fuente:www.elmundo.es