Elías y José Cohen son sefardíes españoles descendientes de los sefardíes expulsados en 1492.
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El Edicto de Expulsión, conocido como Edicto de Granada, promulgado el 31 de marzo de 1492 por los Reyes Católicos, rezaba:
Acordamos de mandar salir todos los judíos y judías de nuestros reinos y que jamás tornen ni vuelvan a ellos ni alguno de ellos.
Y así quedó el asunto en España hasta el siglo XIX.
El profesor Haim Beinart, una de las más altas autoridades sobre la
historia de Sefarad, afirmó que 200.000 individuos judíos salieron de la
Península Ibérica. El historiador Miguel Ángel Motis afirma por su
parte que sólo 100.000 judíos practicantes vivían en España en 1492 y
que la mitad de éstos aceptaron el bautizo y se quedaron como conversos.
Siendo a día de hoy la cifra exacta de los expulsados motivo de debate
–el historiador Joseph Pérez es el más modesto, hablando de 50.000
expulsados–, la cuestión es que hoy existen unos dos millones de sefardíes descendientes de los expulsados en 1492.
Dos millones de personas que no han olvidado su añorada Sefarad y que
han seguido hablando, rezando y cantando en el idioma de de sus
ancestros, el ladino, o su vertiente hispano-marroquí, la haketía.
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Ciertamente, España se había convertido desde el siglo VII hasta el
XII en un refugio, en el centro del pueblo judío tras la destrucción de
Jerusalén. Maimónides, Najmánides o Ibn Gabirol son ejemplos
paradigmáticos de ello: han sido figuras centrales no sólo para el
judaísmo, también luminarias imperecederas de la cultura universal. La
primera evidencia de presencia judía en la Península puede remontarse al
siglo VII aC, en un anillo fenicio encontrado en Cádiz con
inscripciones paleo-hebraicas. Hay cierta unanimidad en que a partir del
siglo III ya había comunidades asentadas en el territorio, como lo
demuestra la lápida de una niña judía, Salomonula, en la antigua ciudad
portuaria de Abdera (situada en Adra, Almería), datada en ese siglo.
Pero tras el Edicto de Granada –y con el ominoso preámbulo de una
desenfrenada ola de ataques antisemitas que comenzaron en 1212, cuando
los cruzados arrasaron la judería de Toledo– "termina, pues, la historia del judaísmo español", según palabras de Pérez.
El pasado día 7 el Gobierno cerró un ciclo que comenzó hace 524 años,
cuando lo que comenzaba a formarse como España decidió extirpar de su
cuerpo uno de sus principales miembros. En la exposición de motivos del
anteproyecto de ley para la concesión de la nacionalidad española a los sefardíes,
dotado de una redacción hermosa y nostálgica, se repasa brevemente la
relación que han tenido España y sus judíos. Esta ley supone el fin de
la expulsión, el retorno final y absoluto de los judíos sefardíes, la
conclusión de un proceso que ha sido llevado a cabo por los sucesivos
Gobiernos españoles, independientemente de su color político, para
restablecer la injusticia que dejó a los judíos de entonces como
"españoles apátridas". El escritor Francisco Bueno los define como
unos españoles que hace muchos años fueron expulsados de su patria. Vivieron en cada una de nuestras ciudades, en pueblos, aquí, junto a nosotros, disfrutaron de este paraíso llamado por ellos Sefarad, enriquecieron nuestra historia y ahora son muchos de ellos españoles de sentimiento que no conocen España.
En 1886 Práxedes Mateo Sagasta inicia un acercamiento a los sefardíes, posteriormente continuado por el senador Ángel Pulido,
que desembocó en la autorización del Gobierno para la apertura de
sinagogas en España, la creación en 1910 de la Alianza Hispano-Hebrea en
Madrid y la constitución de la Casa Universal de los Sefardíes en 1920.
Sin embargo, el Edicto de Granada, no había sido aún anulado.
El 20 de noviembre de 1924 Miguel Primo de Rivera
publica un decreto ley según el cual los sefardíes tenían derecho a
obtener la nacionalidad española. Dicho decreto, que no menciona a los
sefardíes específicamente, habla de
(...) individuos pertenecientes a familias de origen español (...) con sentimientos arraigados de amor a España, [que] por desconocimiento de la ley y por otras causas ajenas a su voluntad de ser españoles, no han logrado obtener nuestra nacionalidad (...)
Gracias a este histórico decreto diplomáticos como Ángel Sanz Briz,
Bernardo Roldán, Eduardo Gasset, Sebastián Radigales, Julio Palencia
Álvarez o Ginés Vidal acogieron a judíos sefardíes como españoles y les
libraron del exterminio y de las cámaras de gas. En total, unos 40.000 judíos salvaron la vida durante la Shoá gracias a ese decreto. En 1956 Golda Meir, socialista y evidentemente con pocas simpatías hacia la dictadura franquista, agradeció en la Knéset públicamente
al régimen del general Franco por haber salvado judíos de la
persecución nazi. También reconocieron esta ayuda española a los judíos
el antiguo embajador e histórico laborista israelí Shlomo ben Ami y el
que fuera presidente del Congreso Judío Mundial, Israel Singer.
No obstante, no fue hasta el 21 de diciembre de 1969 cuando, mediante
decreto, se deroga el Edicto de Granada, pero no es publicado en el
BOE. La historia de la reconciliación sigue escribiéndose.
En 1986 se establecen relaciones diplomáticas entre España e Israel.
En 1990 se concede a las comunidades sefardíes del mundo el Premio
Príncipe de Asturias de la Concordia, y el 31 de marzo de 1992, 500 años
después de promulgación del Edicto de Granada, el rey de España, en
presencia del presidente de Israel, Haim Herzog, deroga definitivamente
el Edicto de Granada.
Es cierto que hasta ahora muchos sefardíes, huérfanos de una
legislación propia sobre la materia, han venido solicitando la
nacionalidad española amparándose en las "circunstancias excepcionales"
que invoca nuestro Código Civil a través del mecanismo de la carta de
naturaleza, un procedimiento discrecional por el que el Gobierno se
permite otorgar la nacionalidad española a súbditos extranjeros. Sin
embargo, la falta de unos requisitos concretos, así como los larguísimos
plazos del trámite, desembocaban en la desesperación de muchos, que
dudaban de que Madrid, ante la ausencia de norma alguna, acabara
estimando su solicitud. Justamente el espíritu de este anteproyecto es
el de dotar a los interesados del mecanismo legal necesario para la
obtención de la nacionalidad española, articulando los medios jurídicos
para ello y con la delimitación de unos requisitos formales y
específicos para los sefardíes, que ven así cumplidos sus deseos, más
allá de las lógicas correcciones y mejoras de cualquier norma jurídica.
Los sefardíes de todo el mundo debemos congratularnos con esta
noticia, cuyo corolario será la aprobación definitiva por las Cortes de
una ley que trascenderá por los siglos de los siglos, que reescribirá la historia de nuestro país e invitará a la reconciliación definitiva entre España y los judíos. Que así sea.
Elías y José Cohen son sefardíes españoles descendientes de los sefardíes expulsados en 1492.
Fuente:libertaddigital.com
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