En abril del año 2003, una patrulla israelí que vigilaba la ciudad de Jenin desde un helicóptero grabó en vídeo una inquietante escena. Un cadáver palestino se caía del ataúd durante el entierro, se levantaba y volvía a subir a él como si tal cosa. Las imágenes, difundidas por todo el mundo, dieron que pensar a muchos sobre lo que realmente sucedía en Cisjordania, un desdichado lugar del globo donde, según contaban a diario los medios de comunicación occidentales, las matanzas israelíes estaban a la orden del día.
Las turbadoras imágenes de aquel muerto que resultó estar muy vivo se retransmitieron en todos los informativos del mundo, incluidos los de Estados Unidos. El pastel estaba a punto de ser descubierto. Richard Landes, un profesor de Historia de la Universidad de Boston a quien le habían hecho llegar unas cintas con el material en bruto grabado por los camarógrafos palestinos, se puso manos a la obra para desenredar un ovillo que se antojaba inextricable.
El resultado fue un conmovedor reportaje que no tardó en dar la vuelta al mundo a través de YouTube. El autor de la investigación bautizó el documental con un título resultón: Pallywood: according to palestinian sources… (Pallywood: según las fuentes palestinas…).El falso cadáver del entierro palestino filmado por los soldados israelíes era sólo un aperitivo de lo que al mundo le quedaba por ver. El metraje original, sin cortes ni añadidos, que Landes mostraba en Pallywood era aún más impactante.
La famosa masacre del cruce de Netzarim, durante la Segunda Intifada, no había sido tal, sino una puesta en escena perfectamente orquestada por ambulancias falsas, falsos heridos y, naturalmente, falsos mártires, combustible este último del que se nutre la propaganda palestina desde hace décadas.
¿Quién mató a Mohamed?
El cruce de Netzarim, grabado con letras de oro en el martirologio palestino, dio una de las imágenes más plásticas que jamás se hayan grabado, sólo unos minutos de vídeo movido, mal enfocado y peor encuadrado que recorrieron el mundo a la velocidad del rayo. El cámara, un palestino que trabajaba para la cadena France 2, se las apañó para inmortalizar la muerte a balazos del niño de 12 años Mohamed Al Durah junto a su padre, que también resultó muerto en el tiroteo.
Aquello supuso un antes y un después en la Segunda Intifada, el peor y más sangriento de los levantamientos palestinos del último medio siglo. El mundo musulmán se transformó en un inmenso clamor de denuncia que rompió en forma de atentados suicidas en las calles de Tel Aviv y otras ciudades israelíes.
Pero, ¿quién mato a Mohamed Al Durah? ¿Fueron los soldados israelíes?, ¿realmente murió el niño en aquel cruce…? Las preguntas se amontonaron hasta que Landes mediante el poder absoluto de la imagen las puso en orden y les dio cumplida respuesta.
El documental que dio nombre a todo un género cambió radicalmente la forma de ver las noticias que llegaban de Oriente Medio, especialmente las que provenían de las trilladas fuentes palestinas. Desde entonces lo primero que hacen los periodistas honestos es dudar. Motivos no les han faltado a lo largo de las sucesivas crisis palestino-israelíes de los últimos diez años.
En 2006, con motivo de la reactivación de la guerra en el Líbano, la agencia Reuters difundió una foto en la que se veían varias columnas de humo levantándose sobre Beirut tras un ataque de la aviación israelí. Little Green Footballs, un blog norteamericano, descubrió que el ataque era cierto, pero no había producido tanto humo.
El fotógrafo había empleado la herramienta “clonar” del programa de retoque Adobe Photoshop para multiplicar la humareda por toda la instantánea. El escándalo fue monumental, tanto por lo cutre de una manipulación fotográfica al alcance de cualquier aficionado, como por el hecho de que fuese distribuida a escala mundial por la prestigiosa Reuters. La agencia se vio obligada a pedir perdón y rescindió el contrato con el fotógrafo local que se la había colado.
Ositos de peluche
Tras Pallywwod y el Reutersgate del Líbano los palestinos se han cuidado muy mucho de volver a manipular torticeramente fotografías y vídeos para la televisión. En la era de YouTube y las redes sociales son demasiados los ojos que escrutan cada pixel como para arriesgarse.
La técnica que ahora se lleva es la de preparar concienzudamente los planos como si aquello fuese set de exteriores. La población se presta a estas farsas. Es muy habitual, por ejemplo, ver ositos de peluche estratégicamente situados entre las ruinas de un antiguo almacén donde, por descontado, no vivía ningún niño. Pallywood no ha muerto, se ha transformado, pero sigue dando que dudar.
Fuente: la Gaceta de Intereconomía
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