"Occidente es lo que es gracias a sus raíces judeo-cristianas. Si el elemento judío de esas raíces es eliminado e Israel se pierde, entonces también nosotros estaremos perdidos."
La ira acerca de Gaza es una distracción. No podemos olvidar que Israel es el mejor aliado de Occidente en una región turbulenta. Desde hace demasiado tiempo ha sido considerado pasado de moda, en Europa, hablar a favor de Israel. A raíz del reciente incidente a bordo de un barco lleno de activistas antiisraelíes en el Mediterráneo, resulta difícil pensar en una causa más impopular para defender. En un mundo ideal, el ataque de comandos israelí en el Mavi Marmara no habría terminado con nueve muertos y una cantidad de heridos. En un mundo ideal, los soldados habrían sido recibidos pacíficamente en la nave. En un mundo ideal, ningún estado, mucho menos un aliado reciente de Israel como Turquía, habrían patrocinado y organizado una flotilla, cuyo único propósito era crear una situación imposible para Israel: obligándola a elegir entre renunciar a su política de seguridad y al bloqueo naval, o arriesgarse a la ira del mundo.
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En nuestros tratos con Israel, debemos dispersar las rojas nieblas de ira que, con demasiada frecuencia, nublan nuestro juicio. Un enfoque razonable y equilibrado, debería contener las siguientes realidades: en primer lugar, el estado de Israel fue creado por una decisión de la ONU. Su legitimidad, por lo tanto, no debería ser cuestionada. Israel es un país con instituciones democráticas profundamente arraigadas. Es una sociedad dinámica y abierta, que se ha destacado, repetidamente, en la cultura, la ciencia y la tecnología. En segundo lugar, debido a sus raíces, historia y valores, Israel es una nación occidental en toda la regla. En realidad, es una nación occidental normal, pero una que se enfrenta a circunstancias anormales.
A diferencia de Occidente, es la única democracia cuya existencia ha sido cuestionada desde su inicio. En primera instancia, fue atacada por sus vecinos usando armas convencionales de guerra. Después se enfrentó al terrorismo, que culminó en una oleada tras otra de ataques suicidas. Ahora, a instancias de los islamistas radicales y sus simpatizantes, se enfrenta a una campaña de deslegitimación a través del derecho internacional y la diplomacia. Sesenta y dos años después de su creación, Israel sigue luchando por su supervivencia. Castigado con misiles lloviendo desde el norte y desde el sur, amenazado con la destrucción por un Irán que tiene el objetivo de adquirir armas nucleares, y presionado por amigos y enemigos, Israel, al parecer, nunca tendrá un momento de paz.
Durante años, el foco de atención occidental ha sido, comprensiblemente, el proceso de paz entre israelíes y palestinos. Pero, si Israel está en peligro hoy en día y toda la región se está deslizando hacia un futuro preocupantemente problemático, ello no se debe a la falta de entendimiento entre las partes sobre la forma de resolver este conflicto. Los parámetros de cualquier acuerdo de paz futuro son claros, por difícil que les parezca a las dos partes, para dar un último empujón para un acuerdo. La verdadera amenaza para la estabilidad regional, sin embargo, debe buscarse en el surgimiento de un islamismo radical que ve la destrucción de Israel como el cumplimiento de su destino religioso y al mismo tiempo, en el caso de Irán, como una expresión de sus ambiciones de hegemonía regional. Ambos fenómenos son amenazas que afectan no sólo a Israel, sino también al amplio Occidente y al mundo en general.
El núcleo del problema radica en la forma ambigua, y a menudo errónea, en que demasiados países occidentales reaccionan, ahora, ante esta situación. Es fácil culpar a Israel de todos los males en Medio Oriente. Algunos, incluso, actúan y hablan como si pudiera lograrse un nuevo entendimiento con el mundo musulmán, con sólo que estuviéramos dispuestos a sacrificar al estado judío en el altar. Esto sería una locura. Israel es nuestra primera línea de defensa en una región turbulenta que está constantemente en riesgo de caer en el caos; una región vital para nuestra seguridad energética, debido a nuestra excesiva dependencia del petróleo de Medio Oriente; una región que forma la línea del frente en la lucha contra el extremismo. Si Israel cae, caemos todos.
Defender el derecho de Israel a existir en paz, dentro de fronteras seguras, requiere un grado de claridad moral y estratégica que, con demasiada frecuencia, parece haber desaparecido en Europa. Estados Unidos muestra signos preocupantes de encaminarse en la misma dirección. Occidente está atravesando un período de confusión acerca de la forma del futuro del mundo. En gran medida, esta confusión está causada por una especie de duda masoquista acerca de nuestra propia identidad; por la regla de lo políticamente correcto; por un multiculturalismo que nos obliga a ponernos de rodillas delante de otros; y por un secularismo que, ironía de ironías, nos ciega, incluso cuando nos enfrentamos a jihadistas que promueven la más fanática encarnación de su fe. Abandonar a Israel a su suerte, en este momento, de todos los momentos, sólo serviría para ilustrar hasta qué punto hemos caído y cómo aparece ahora nuestro inexorable declive.
No puede permitirse que esto ocurra. Motivado por la necesidad de reconstruir nuestros propios valores occidentales, expresando profunda preocupación por la ola de agresiones contra Israel, y consciente que la fuerza de Israel es nuestra fuerza y de que la debilidad de Israel es nuestra debilidad, he decidido promover una nueva iniciativa Amigos de Israel, con la ayuda de algunas personas prominentes, incluyendo a David Trimble, Andrew Roberts, John Bolton, Alejandro Toledo (el ex presidente de Perú), Marcello Pera (filósofo y ex presidente del Senado italiano), Fiamma Nirenstein (la autora política italiana), del financista Robert Agostinelli y del intelectual católico George Weigel. No es nuestra intención defender una política específica o a un gobierno israelí en particular. Los patrocinadores de esta iniciativa, seguramente, estaremos en desacuerdo, a veces, con decisiones adoptadas por Jerusalem. Somos demócratas y creemos en la diversidad.
Lo que nos une, sin embargo, es nuestro inquebrantable apoyo al derecho de Israel a existir y a defenderse. Para los países occidentales que se colocan al lado de aquellos que cuestionan la legitimidad de Israel, para los que juegan en los organismos internacionales con las cuestiones vitales de seguridad de Israel, para los que apaciguan a quienes se oponen a los valores occidentales en lugar de ponerse de pie, con firmeza, en defensa de esos valores, no sólo es un error moral grave, sino también un error estratégico de primera magnitud. Israel es una parte fundamental de Occidente. Occidente es lo que es gracias a sus raíces judeo-cristianas. Si el elemento judío de esas raíces es eliminado e Israel se pierde, entonces también nosotros estaremos perdidos. Nos guste o no, nuestros destinos están inextricablemente entrelazados.
Fuente:amizadeconisrael.org
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