El Consejo está compuesto por cinco miembros permanentes: China, Francia, Federación Rusa, Reino Unido y Estados Unidos, y diez miembros temporales: en estos momentos, Austria, Japón, Turquía, Bosnia y Herzegovina, Líbano, Uganda, Brasil, México, Gabón y Nigeria. Siendo como es de composición tan heterogénea, es significativo el apoyo de Brasilia y Ankara a Teherán; al punto de que no sólo Europa e Israel ven ahí señales de peligro, también los países árabes.
Todos conjeturan que Israel posee bombas nucleares, pero nadie puede confirmarlo. Considerando que algunos de los más prominentes científicos nucleares fueron y son judíos, es de suponer que Israel, sí, sea una potencia atómica.
No obstante, esto jamás fue motivo de temor para los vecinos árabes del Estado judío, porque saben que éste no es una amenaza para su existencia. Israel quiere paz, no guerra, y lo ha venido demostrando desde el día de su independencia, aceptando propuestas que nadie en el mundo consentiría.
Pero si Irán adquiriera poderío nuclear, el mundo árabe en pleno se encontraría en riesgo, porque sabe que los ayatolás podrían usarlo para conquistar sus tierras. Los iraníes no tienen inconveniente alguno en asesinar a cientos de millones de personas.
El peligro nuclear en el Medio Oriente provino siempre de los árabes. De algún loco que quiso imponerse sobre los demás. En su momento fueron Irak, Libia y Siria los que intentaron enriquecer uranio, pero fueron oportunamente persuadidos de que no lo intentaran: cazas de Israel o Estados Unidos volaron sus plantas.
Israel ocupa un espacio tan diminuto, que un ataque nuclear a su territorio acabaría con toda forma de vida en el lugar; también con los palestinos. Este asunto ha sido tomado en cuenta por Ahmadineyad, quien ha llegado a declarar: "No importa si mueren los palestinos, son apenas 10 millones; los musulmanes somos 1.500 millones".
Con semejante individuo gobernando una de las naciones más ricas y poderosas, es lógico que saudíes, egipcios, jordanos y demás habitantes del vecindario estén alarmados.
Las diferencias religiosas entre suníes y chiitas, que son desconocidas para la mayoría de los occidentales, son de relevancia para los musulmanes, que se han trenzado en guerras y batallas por ese motivo a través de los siglos. También existen diferencias étnicas, ya que los persas se suponen arios, no árabes. Sin embargo, a Turquía, que es suní, no le incomoda que Irán sea chiita, porque lo ve como su aliado en su renacida fiebre de dominio del mundo islámico. Primero desean unirse y matar al oso, después verán cómo reparten la piel.
La presencia de Brasil en medio de turcos e iraníes coincide con los intereses de los marxistas leninistas del Partido de los Trabajadores, que son totalitaristas como cualquier comunista de pura cepa. Turquía e Irán tratarían de obtener la supremacía sobre Europa y el Medio Oriente, y Brasil sobre Sudamérica: impondrían así un nuevo orden mundial.
La irracional idea está tomando cuerpo, porque sus valedores están en el poder y se sienten invencibles. Deducen que el momento es propicio, porque Estados Unidos está en su momento más débil, con un presidente inepto y un indulgente gobierno de extrema izquierda.
¿Cuál va a ser la posición de Teherán, Ankara y Brasilia en relación a China y Rusia? Es probable que los inviten a ser parte de su juego para acabar con la hegemonía norteamericana. Cualquiera que sea la respuesta, se avizoran tiempos de sangre.
© Diario de América
JOSÉ BRECHNER, ex diputado boliviano.
Fuente:libertaddigital.com
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