Alberto Gatón , el sacerdote que quiere hacer desaparacer a Israel del mapa . Igualito que Ahmadineyad. Si Israel es un problema , hagamos desaparacer a Israel . Si los judíos son un problema , hagamos desaparecer a los judíos . Igualito que Adolf Hitler
ISRAEL Y PALESTINA : ETERNO FRATICIDIO
"Nec deus intersit, nisi dignus vindice modus» (no hagáis intervenir a un dios sino cuando el guión es digno de ser resuelto por un dios)", Horacio, "De arte poetica".
El odio entre samaritanos y judíos, aunque parezca de origen fiducial por creerse tanto judíos como musulmanes el pueblo escogido de Dios, no es religioso. No es necesario hacer intervenir a un dios, como poetizó Horacio, en el guión de su enemistad, porque ambos pueblos, hermanos semitas, no se aborrecen por razones religiosas, políticas o culturales, sino por una de las monstruosidades del ser humano cuando se cree Dios: el racismo. La cultura, la riqueza, el idioma, las creencias o la nacionalidad suelen ser instrumento bélico manipulado por los políticos, pero mientras la causa primera de una conflagración es la conquista del territorio por los alimentos, para la perpetuación tribal por la procreación, junto con este origen natural de la guerra existe el racional: el racismo.
Sentencia Eclesiastés: 'Nihil novum sub sole', cuya cita completa es «lo que fue, eso será. Lo que ya se hizo, volverá a hacerse. Nada hay nuevo bajo el sol». Y el último episodio del combate milenario entre los descendientes de Judá y Samaria es ¡en aguas internacionales! el abordaje por tropas judías de un convoy -en teoría humanitario- con destino a Gaza, y otro asalto a un navío irlandés. Lance heredero del 'herem' (aniquilamiento) que describe la Biblia, en el que el vencedor entre judíos y samaritanos, filisteos, edomitas o cananeos pasa a cuchillo a niños, mujeres, ancianos y cualquiera ajeno a su clan para preservar la pureza racial. Racismo con apariencia idiomática, cultural y religiosa en Europa entre bosnios, croatas y serbios. En África, entre hutus y tutsis. En el genocidio anglo de los indios norteamericanos. En China entre la etnia han con la yuan o mongola, la qing o manchú o con la uigur musulmana. Entre chiitas y suníes en Iraq. Entre aztecas y demás tribus en Hispanoamérica. O, aquí, racismo del terrorismo vasco y su Rh- contra el resto de España.
Los descendientes de Isaac e Ismael se odian fraticida y eternamente y, si Occidente no lo remedia, su fanatismo supremacista de pueblo escogido acabará en genocidio. Nunca debió conceder Gran Bretaña y los Estados Unidos, con la anuencia internacional, Palestina a los colonos judíos en 1948. Jamás ha ostentado Israel legítimo título sobre Jerusalén: siempre fue un pueblo, no un país. Nunca se debió crear su estado despojando de su hogar a los palestinos, como es intolelable su reclusión en Gaza y en campos de refugiados que evocan los gulag comunistas de Siberia o los de concentración nazi. Y no se ha de consentir una vulneración más de Israel del derecho internacional y de las resoluciones de Naciones Unidas: el muro, los asesinatos selectivos (terrorismo institucional frente al terrorismo de Hamas), el embargo de víveres, medicamentos e infraestructuras de las áreas palestinas, la usurpación de acuíferos y manantiales, la conculcación de derechos fundamentales, educación y libertad, el cultivo de uranio enriquecido (réplica a Irán), la desproporción militarista o, consecuencia del bloqueo terrestre, aéreo y marítimo a la franja de Gaza, estos ataques en aguas internacionales que superan lo diplomático adentrándose en la guerra.
Esto no significa que no haya que combatir a Hamás y al terrorismo islámico, ni que esta flotilla en apariencia fletada con fines humanitarios haya sido un acierto, ni que Palestina sea sinónimo de derechos humanos y libertad, conculcados en la mayoría de los países musulmanes. Sin embargo, a Palestina pertenece el territorio de lo que se denomina estado de Israel, el cual carece de legitimidad desde su nacimiento. Y como por lucha territorial y racismo entreverado de fanatismo religioso y cultural ninguna de las dos tribus semitas descendientes de Abraham renunciará a su soberanía como nación elegida sobre la ciudad santa, Jerusalén, el genocidio palestino en manos judías no cesará, como acontecería al revés si pudiesen los palestinos. ¿Solución, si la hay? Una alternativa es rectificar el error de 1948, suprimir el Estado israelí, ejercer un protectorado sobre ambas comunidades y otorgar la soberanía de Israel y Palestina a la autoridad de Naciones Unidas. Otra, reconocer un Estado palestino sumado a la declaración internacional de Jerusalén como ciudad-estado independiente custodiada por Naciones Unidas, y ajena al control judío o palestino.
No, en este drama semita de Oriente Medio, en palabras de Horacio en su 'Arte poética', no es necesario hacer intervenir a un dios (ni Yahvé ni Alá) porque su guión no es digno de ser resuelto por un dios sino por la humanidad: si ésta quiere vencer el milenario odio racista entre judíos y palestinos el mundo ha de cambiar el argumento en Palestina. Porque el abordaje en aguas internacionales de esta flotilla turco-internacional que se dirigía a Gaza, al igual que el posterior del barco irlandés, es el último aviso de que la comunidad internacional ha de actuar en Palestina.
De lo contrario, el desenlace de esta tragedia no griega sino semita cumplirá las tesis filosóficas cíclicas de Polibio, Tucídides y Agustín de Hipona, hechas dos mil años antes verso en Eclesiastés como «lo que ya se hizo, volverá a hacerse. Nada hay nuevo bajo el sol»: la Tercera Guerra Mundial.
Fuente:eldiariomontanes.es
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