Como si una agitada vida, plena de éxitos, polémicas y cierta dosis de locura no hubieran sido suficiente, Bobby Fischer aún tendrá que participar en una última partida. En este caso su rival no será uno de aquellos ajedrecistas rusos con los que representaba sobre la cuadrícula una particular Guerra Fría, a escala de la que se libraba en las altas esferas, sino la genética, el misterio y, por qué no, el dinero.
La cuestión es saber si es el padre de Jinky Young, la hija de una de sus amantes. En base al supuesto deseo de la chica de conocer la verdadera identidad de su progenitor, las autoridades judiciales islandesas han ordenado la exhumación del cadáver del ajedrecista, fallecido en el país europeo en enero de 2008. La decisión revoca la de otro tribunal inferior que había denegado la petición el pasado año.
Las muestras que se tienen del estadounidense hasta el día de hoy "no eran suficientes", según el mismo tribunal, razón para que se precise nuevo material. "Para obtener la muestra, es inevitable exhumar el cuerpo", según consta en el documento judicial publicado esta misma semana sin especificar aún la fecha en la que se llevaría a cabo la operación.
Dos millones de dólares en el aire
Se estima que esta demanda de paternidad deberá comenzar a esclarecer el destino de los cerca de dos millones de dólares (1,6 millones de euros) que poseía, un monto que es motivo de disputa desde su muerte entre esta supuesta hija, su esposa en el momento de la muerte, dos sobrinos y el ministerio fiscal de Estados Unidos.
En 1962, en Nueva York. | Ap
La demanda del Gobierno norteamericano surge a raíz del desafío del ajedrecista en 1992, cuando reeditó en Yugoslavia su mítico duelo del 72 con el ruso Spassky. Habían pasado dos décadas desde que decidiera poner punto y final a su carrera de forma oficial pero su vuelta, en un país duramente sancionado por los organismos internacionales, supuso una afrenta para Washington, que inició una especie de caza del ratón con el otrora ídolo.
Islandia como refugio
Tanto fue así que incluso embargaron sus cuentas en Suiza y se cursó una orden de busca y captura internacional que finalmente tuvo éxito en 2004, cuando fue apresado en un aeropuerto de Tokio, donde se había asentado junto a su mujer. Fue entonces cuando pudimos ver a un Fischer demacrado, con aspecto descuidado y débil. Al trato recibido tampoco ayudó que manifestara alegrarse del 11-S, razón de peso para que EEUU no se aviniera a las peticiones de clemencia.
Fue únicamente Islandia quien acudió a su rescate, ofreciéndole asilo político y regalándole, casi por primera vez en su vida, la oportunidad de vivir en traquilidad. De darle jaque mate a lo azaroso de una vida que acabó solo y recluído en sí mismo.
Fuente:elmundo.es
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