La situación en Oriente Medio evoca la calma que precede a la tormenta. Mientras se juega el Mundial y el mundo anda distraído, los distintos jugadores van moviendo sus piezas. Después de la última resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que aprobaba nuevas sanciones contra el régimen de la República Islámica de Irán, los ayatollahs endurecen su posición sabiendo que el tiempo juega a su favor. Recabado el apoyo de Brasil y de Turquía —dos potencias regionales con las que hay que contar- la diplomacia iraní recorre medio planeta buscando apoyo político, tecnología y recursos económicos para el desarrollo de un programa nuclear que sólo despierta sospechas.
Mientras tanto, las monarquías y repúblicas árabes —especialmente los países del Golfo- contemplan con preocupación el ascenso de un régimen cuya retórica es a la vez imperial, islamista y revolucionaria. Las importantes minorías chiíes en el Golfo Pérsico podrían actuar como caballo de Troya de una infiltración iraní que dispone de cuerpos especializados en desestabilización, guerra subversiva y terrorismo. La vieja confianza en Estados Unidos se va socavando mientras el Presidente Obama vacila. Así, las monarquías del Golfo apoyarán a quien parezca ganador de esta partida. Sin embargo, el dilema que han de afrontar es gravísimo: apoyar un régimen que se opone a las viejas monarquías —y convertirse así en satélites de Irán- o esperar la ayuda estadounidense que cada vez parece más lejana y más débil. Después de Afganistán e Irak, los Estados Unidos parecen replegados sobre sí mismos como la ostra que se ve venir lo que le espera.
Irán dispone de dos brazos articulados para desestabilizar toda la zona sin desplegar una sola unidad de batalla convencional: Hamás y Hizbollah. Más allá de la retórica, la Autoridad Palestina sabe que su mayor amenaza es Hamás —el movimientos islamista financiado por Irán— y que su derrota en Gaza puede reproducirse en Cisjordania. En el sur de El Líbano, Hizbollah es un ejército listo para lanzarse al ataque contra el norte de Israel y preparado para controlar todo el país. Fíjense en un detalle curioso: El Líbano se abstuvo —no se opuso- en la votación de las nuevas sanciones contra Irán. Hariri, cuyo padre fue asesinado por aquellos cuya sombra se cierne de nuevo sobre El Líbano, sabe dónde están sus verdaderos enemigos.
Egipto y Jordania observan preocupados la creciente influencia de Irán, que ha llegado hasta Marruecos. La monarquía alauí debe afrontar en su propio territorio el peligro de una actividad que, so pretexto de ser social y cultural, encubre las maniobras desestabilizadoras y la agitación que prepara las revueltas.
Desde las luchas por la sucesión del Profeta Muhammad, chiíes y sunníes se vienen enfrentando de modo que la propia división interna debilitaba la potencial expansión del Islam. La Revolución Islámica de Irán ha aunado en su discurso las reivindicaciones sociales, la lucha contra el Occidente imperialista y colonialista, la lucha revolucionaria y la exaltación del sacrificio de la vida.
Con este panorama, ¿qué pasará si Irán consigue la bomba atómica?
Fuente:elimparcial.es
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