Romualdo Bermejo /Catedrático de Derecho Internacional de la Universidad de León
Desde el punto de vista de la oportunidad política no se entiende la provocación de la denominada «Flotilla de la Libertad» a las autoridades israelíes, en un momento en el que precisamente se quiere relanzar las negociaciones con el fin de llegar a un acuerdo para crear ese futuro Estado palestino.
Todo parece indicar, sin embargo, que no es ese el fin de los grupos que han llevado a cabo la acción, pues lo sucedido, dista mucho de ser una prueba fehaciente de su deseo de paz. En efecto, es sabido que Israel controla las fronteras aéreas, maritimas y terrestres de Gaza. Es más, estados como Egipto y otros, cada uno de distinta manera, están colaborando con Israel sobre todo en el control de las fronteras terrestres del sur de la Franja, como el paso de Rafah. Si esto es así, y es algo que está avalado por acuerdos internacionales al respecto, ¿qué pretende esta flotilla de la provocación? Se podrá discutir sobre si el control de las fronteras de Gaza por Israel es, desde el punto de vista humanitario, demasiado férreo o no, pero los hechos nos demuestran que ese control es sumamente necesario para impedir el contrabando de armas a la zona.
No hay que olvidar que Hamas no es sólo una organización caritativa, y que sus relaciones con la Autoridad Palestina distan mucho de ser cordiales. Dicho esto, el abordaje a los barcos que llevaban a los provocadores cuando estos se encontraban en aguas internacionales suscita una serie de cuestiones jurídicas complejas. Sí que se puede decir que el fin de la flotilla era llegar hasta las costas de Gaza, para así mostrar al mundo que eran capaces de romper ese «bloqueo» y dar la vuelta al mundo como héroes, intentando ridiculizar al mismo tiempo a Israel. Desde esta perspectiva, el reto de Israel era triple: a) no hacer nada, y dejar que la flotilla llegase a Gaza; b)abordar la flotilla en las denominadas aguas territoriales; y c) abordar la flotilla en Alta Mar, que es lo que ha sucedido.
Es obvio que Israel, ni ningún Estado en esa situación, podía tolerar la primera, pues eso hubiera supuesto un reconocimiento implícito de que el control de las fronteras de Gaza estaría injustificado.
Israel eligió la tercera opción, al considerar que, como el fin preciso de la flotilla era llegar de cualquier manera hasta Gaza, tenía ya el derecho a adoptar las medidas defensivas pertinentes para impedirlo, temiendo que su aproximación pudiera suscitar una reacción en cadena desde el territorio de la Franja. Jurídicamente hablando, hubiera sido más fácil justificar la operación en aguas territoriales. Pero el conflicto israelopalestino tiene tanta complejidades que no siempre las medidas que se adoptan son fáciles de entender desde fuera.
Fuente:larazon.es
Desde el punto de vista de la oportunidad política no se entiende la provocación de la denominada «Flotilla de la Libertad» a las autoridades israelíes, en un momento en el que precisamente se quiere relanzar las negociaciones con el fin de llegar a un acuerdo para crear ese futuro Estado palestino.
Todo parece indicar, sin embargo, que no es ese el fin de los grupos que han llevado a cabo la acción, pues lo sucedido, dista mucho de ser una prueba fehaciente de su deseo de paz. En efecto, es sabido que Israel controla las fronteras aéreas, maritimas y terrestres de Gaza. Es más, estados como Egipto y otros, cada uno de distinta manera, están colaborando con Israel sobre todo en el control de las fronteras terrestres del sur de la Franja, como el paso de Rafah. Si esto es así, y es algo que está avalado por acuerdos internacionales al respecto, ¿qué pretende esta flotilla de la provocación? Se podrá discutir sobre si el control de las fronteras de Gaza por Israel es, desde el punto de vista humanitario, demasiado férreo o no, pero los hechos nos demuestran que ese control es sumamente necesario para impedir el contrabando de armas a la zona.
No hay que olvidar que Hamas no es sólo una organización caritativa, y que sus relaciones con la Autoridad Palestina distan mucho de ser cordiales. Dicho esto, el abordaje a los barcos que llevaban a los provocadores cuando estos se encontraban en aguas internacionales suscita una serie de cuestiones jurídicas complejas. Sí que se puede decir que el fin de la flotilla era llegar hasta las costas de Gaza, para así mostrar al mundo que eran capaces de romper ese «bloqueo» y dar la vuelta al mundo como héroes, intentando ridiculizar al mismo tiempo a Israel. Desde esta perspectiva, el reto de Israel era triple: a) no hacer nada, y dejar que la flotilla llegase a Gaza; b)abordar la flotilla en las denominadas aguas territoriales; y c) abordar la flotilla en Alta Mar, que es lo que ha sucedido.
Es obvio que Israel, ni ningún Estado en esa situación, podía tolerar la primera, pues eso hubiera supuesto un reconocimiento implícito de que el control de las fronteras de Gaza estaría injustificado.
Israel eligió la tercera opción, al considerar que, como el fin preciso de la flotilla era llegar de cualquier manera hasta Gaza, tenía ya el derecho a adoptar las medidas defensivas pertinentes para impedirlo, temiendo que su aproximación pudiera suscitar una reacción en cadena desde el territorio de la Franja. Jurídicamente hablando, hubiera sido más fácil justificar la operación en aguas territoriales. Pero el conflicto israelopalestino tiene tanta complejidades que no siempre las medidas que se adoptan son fáciles de entender desde fuera.
Fuente:larazon.es
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